::: Alero Quichua Santiagueño :::

Por Crístian Ramón Verduc

27/02/2007

Los griegos antiguos llamaron Amazonas a un pueblo de mujeres guerreras. Los ibéricos, en la época en que recién estaban conociendo nuestro continente, encontraron un gran río, que resultó ser el más caudaloso del mundo. Al navegarlo, no sólo encontraron especies vegetales y animales que para ellos eran desconocidas, sino que también conocieron pueblos ribereños que, en algunos casos los recibieron con curiosidad y en otros casos los rechazaron. Un pueblo particularmente belicoso, estaba formado por mujeres guerreras. Posiblemente era un desprendimiento del Taahuantinsuyu, mujeres que disentían con la recepción amigable de los Incas a los españoles y sus tristes consecuencias. Los europeos pusieron al caudaloso río el nombre de Amazonas (tal vez inicialmente Río de las Amazonas).

La región conocida mundialmente como La Amazonia, corresponde a la cuenca del Río Amazonas y abarca una amplia zona de América del Sud. El 40 % del territorio de la Amazonia está repartida entre ocho países: Guyana, Guayana Francesa, Surinam, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. El 60 % se extiende en tierras brasileñas, en los estados (provincias) de Acre, Amapá, Amazonas, Pará, Rondônia, Maranhão, Tocantins, Mato Grosso y Roraima. La Amazonia contiene el 20 % del agua dulce no congelada de la Tierra, al igual que el 34 % de la reserva forestal de todo el planeta.

Cuando los europeos “descubrieron” la Amazonia, la región estaba habitada por unos cinco millones de personas pertenecientes a unos 1.200 pueblos diferentes. Estas son apreciaciones hechas cinco siglos después, cuando quedan solamente unos 270.000 indígenas amazónicos. Estos pueblos, al igual que los otros de la gran comunidad tupí-guaraní, siempre se sintieron parte de la tierra y nunca dueños de ella. Ahora, unos arrojados a las orillas de las ciudades, otros aún resistiendo en el territorio donde desde sus ancestros tienen lo necesario para vivir, ven con dolor como la Amazonia es destruída por la ambición. Esta ambición que no ve el ayer ni el mañana, está devorando madera, minerales, plantas y animales de distintas especies, comprometiendo a cambio nada menos que el agua que nuestros hijos necesitarán beber y el aire que precisarán respirar.

La gente que pertenece a la nación tupí-guaraní sueña desde tiempos inmemoriales con un lugar ideal llamado Yv Ymarã eÿ, La Tierra Sin Males. Ellos, que simplemente convivían con la Naturaleza, aún hoy tienen dificultades para entender cómo alguien puede pretender destruír El Paraíso. Nosotros ... ¿Lograremos entenderlo?

27 de Febrero de 2.007

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