Por Crístian Ramón Verduc
21/05/2013
“¡Viva la Patria!” Es el sentimiento que se repite de persona a persona...

“¡Viva la Patria!” Es el sentimiento que se repite de persona a persona, de lugar en lugar por todo nuestro país cada 25 de Mayo. Comienza una semana antes, cuando celebramos el Día de la Escarapela Nacional. La semana de Mayo es evocativa de los acontecimientos de Mayo de 1.810 en la ciudad de Buenos Aires, comienzo del proceso de emancipación argentino.
 
En esta fecha se puede ver la diversidad en cuanto a modos de recordar y festejar cada aniversario del trascendente hecho histórico. Los actos oficiales suelen incluir desfile de tropas uniformadas y de instituciones civiles. En muchos lugares se incorporan grupos nativistas a pie o a caballo. 

En las escuelas se hace también el acto evocativo, con el personal docente haciendo un repaso de aquella Semana de Mayo de 1.810. Los alumnos participan haciendo una puesta en escena con trajes de época, o recitando una poesía alusiva a la fecha patria, o cantando folclore argentino, por no decir específicamente santiagueño. 

Los clubes, asociaciones varias y las familias, también organizan su fiesta del 25 de Mayo. Generalmente la música que acompaña a la reunión es el folclore, y la comida el locro. Es ya tradicional el locro del 25 de Mayo.
Cada 25 de Mayo y demás fiestas patrias, era costumbre el festejo en los barrios de Santiago y seguramente ese hábito continúa en otros lugares tanto de nuestra provincia como de otras. 

En el Parque Aguirre, junto a la calle Olaechea, solían reunirse los vecinos del lado del centro con los del Barrio Cáceres y del Barrio 8 de Abril; incluso venía gente “del otro lado del río”, que cruzaba el Dulce en dirección de la calle Alsina, desde La Bajada. Es que en ese sector del parque, donde había una calle de tierra paralela a la Olaechea, se hacían competencias variadas durante la tarde del día patrio. 

Nombramos algunas de esas competencias: Carrera “de tres piernas”, corrida entre equipos de dos personas lado a lado, cada uno de ellos con una pierna amarrada a una de su compañero. Carrera del huevo, en la que cada competidor llevaba un huevo en una cuchara, el que no debía caer hasta la llegada. La clásica carrera de embolsados, causante de carcajadas por las caídas de los corredores, que se desplazaban saltando mientras sostenían con las manos la bolsa de arpillera donde habían metido las piernas. Carreras de “carretillas”, que exigían preparación y coordinación entre los dos integrantes del equipo, pues uno de ellos tomaba por los tobillos a su compañero, el que debía avanzar usando las manos como si fuesen pies y los brazos fuesen piernas. 

Había otros juegos no menos interesantes, pero posiblemente el más llamativo era “el palo enjabonado”, que requería una gran habilidad para subir por un palo o caño metálico liso a fin de retirar uno de los premios sorpresa atados en la cúspide. 

Las carreras eran de poca distancia, pocos metros en los que se demostraba más habilidad que velocidad. La carrera más corta en distancia y de menor velocidad era la “carrera de lentitud”, competencia ciclística que era ganada por quien llegase último, manteniendo el equilibrio a la mínima velocidad posible, sin apoyar un pie en el suelo y sin perder el rumbo. 

Además de la carrera de lentitud, la más esperada era la carrera de burros. Jóvenes y niños jinetes montaban en las ancas de jumentos traídos desde cerca del río o desde la otra banda, para correr unos cien metros por la calle de tierra. Tal vez por la bulliciosa alegría de la gente, o por que son de espítitu libre, muchos de los burritos salían de la improvisada pista y hacían su propia carrera parque adentro, hacia los yuyales. Estas dos carreras eran las de última hora de la tarde, casi a la puesta del Sol. Después, cada uno iba a su casa para terminar el festejo del día con una mesa compartida, generalmente con “restos del mediodía”, pues el locro se siente más rico a esa hora. Y no faltaban los cantares con guitarra y bombo. 

Las costumbres han cambiado con el paso del tiempo, pero el locro y la guitarreada del 25 de Mayo siguen firmes en las tradiciones populares de nuestros pagos. 

Cuando el 20 de Mayo de 1.810, los patriotas supieron que se había logrado la renuncia del Virrey, festejaron con ricas comidas y bebidas. Después del Cabildo Abierto del 25 de Mayo, que designó la Primera Junta de Gobierno Patrio, la algarabía fue mayor. 

Han pasado dos siglos y la alegría de cada 25 de Mayo continúa. El locro del 25 con su correspondiente canto folclórico va a seguir mientras queden criollos argentinos. 

Entre festejo y festejo, es fundamental recordar que los próceres de Mayo y los de la consecuente guerra por la independencia, con sus héroes conocidos y los olvidados, han iniciado un proceso histórico que con sus altibajos, marchas y contramarchas, sigue apuntando hacia la independencia nacional. 

Por otra parte, no debemos olvidar las advertencias del prócer Mariano Moreno, Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. El fogoso patriota, cuya vida debió ser apagada en alta mar, nos dijo: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía.” 

Aquí estamos, a 203 años de aquellas jornadas en la lluviosa ciudad de Buenos Aires. Seguimos ilusionados, esperanzados, a veces sobrevalorándonos, a veces subestimándonos, a veces creyendo que tenemos solamente derechos, a veces creyendo que debemos sumisión a nuestros funcionarios, a veces creyendo que debemos odiar a esos funcionarios que contratamos y en general bastante desorientados ante la pregunta de qué es mejor para nuestro país. 

Nos está faltando ese conocimiento popular respecto a los derechos y obligaciones de unos y otros. Seguimos poniendo a individuos por encima de la Patria. Los próceres son guías, son ejemplos en su accionar por el bien común y maestros cuyos mensajes debemos entender y discutirlos con nuestros próximos para mejorar tal entendimiento. 

Debemos aprender; tenemos toda la vida para ello. Debemos compartir el locro, la guitarra, el canto y la conversación. Debemos ilustrarnos, para que alguna vez no ocurra como temían Mariano Moreno y otros próceres de Mayo. 

21 de Mayo de 2.013.

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