Por Crístian Ramón Verduc
12/03/2013
Hoy sería el cumpleaños de uno de los horcones fundacionales del Alero Quichua Santiagueño.

Hoy sería el cumpleaños de uno de los horcones fundacionales del Alero Quichua Santiagueño. Contaba Don Sixto Palavecino que cuando comentó a Felipe Corpos que tenía la intención de hacer una audición radial en quichua, Corpos se entusiasmó y luego sugirió invitar Don Vicente Salto, hombre de prestigio en los ámbitos culturales santiagueños. 

Vicente Javier Salto Taboada nació el 12 de Marzo de 1.913 en Tajamar, propiedad rural de sus mayores en el departamento Figueroa, zona quichuista cercana al Río Salado. Su abuelo, el General Antonino Taboada, acostumbraba arengar a la tropa en quichua, para un mejor entendimiento entre jefe y subordinados. 

La madre de Don Vicente Salto fue maestra primaria; tuvo que practicar su bilingüismo para comunicarse con los alumnos y cumplir con el mandato oficial de alfabetizarlos en castellano. 

En la ciudad de Santiago del Estero, Don Vicente Salto trabajó en el área judicial, al tiempo que se relacionaba con gente de la cultura en la poesía, en las letras y en la música folclórica. Su capacidad para escribir con un vocabulario depurado tanto en el directo y sentencioso quichua como en el romántico castellano, fue apreciada por sus amigos, los que en 1.969 convencieron al poeta saladino para publicar parte de sus obras poéticas en quichua y castellano, lo que se concretó en el cuadernillo Para Yacu (Agua de lluvia). 

Se puede dimensionar la calidad poética de Don Vicente Salto leyendo, por ejemplo, Manarajchu (Aún no es tiempo): “Manarajchu, manarajchu./ Póckoy pacha, páray pacha;/ ina purini chirichcan,/ ckasapas inami cachcan.” (Ten presente que no es tiempo;/ que todavía no ha llegado/ la época de las lluvias/ en que los frutos maduran;/ que el Invierno no ha acabado/ y aún pueden darse sus hielos). 

Otro poema incluido en Para Yacu es Huahuálay (Mi pequeñuela), del que reproducimos también la primera estrofa: “¡Huahuálay, sónckoy!/ ¡Taruquitáyniy!/ Amúpay cáynaj/ sockarisckayqui;/ chaquisniypimi/ apisuspami/ sónckoy ucuycama/ samacusajmi.” (¡Hija querida!/ ¡Mi corzuelilla!/ Ven hacia mí/ que te levante;/ que si te tengo/ puesta al regazo,/ de mis fatigas/ profundamente/ hallo descanso). 

En el Alero Quichua Santiagueño presidió la primera Comisión Directiva, fue cantor, recitador, relator de cuentos y dialogante quichuista en la audición radial. En el Curso Elemental de Quichua fue uno de los primeros maestros; también en los Cursillos de Extensión Cultural de la Escuela Superior Manuel Belgrano, donde enseñaba quichua. 

Escuchando los primeros discos del Alero Quichua podemos tener una idea del protagonismo de Don Vicente Salto. En el primer volumen, Don Sixto relata un cuento en quichua, con la aclaración de que “Vichi Salto” se lo había contado. En el Volumen 2, Don Sixto canta el gato Parachcansa (Dicen que llueve), con música propia sobre un poema de Don Vicente Salto. La vidala Uchallicuychu (No debes pecar), con música de Don Sixto Palavecino, ha sido grabada por Carmen Palavecino en el Volumen 3 del Alero, disco en el que Don Vicente Salto también grabó un cuento; en ese mismo documento sonoro su voz profunda precede cada tema musical recitando estrofas del Martín Fierro, traducidas al quichua por él mismo. 

Don Vicente Salto estaba haciendo un prolijo trabajo de traducción de la obra de José Hernández, cuidando la métrica, la rima y el uso de la mayor cantidad de palabras quichuas, pero no pudo completar la obra, ya que en 1.977, su salud se deterioró, por lo que debió alejarse del Alero Quichua y de sus otras actividades públicas. En Abril del año siguiente falleció en la ciudad de San Miguel de Tucumán. 

La gente de nuestro Alero, a partir de Mayo de 1.982, construyó su sede social en la esquina de las calles 8 y Granadero Saavedra, del barrio Sarmiento de nuestra ciudad. Por gestión del Alero Quichua Santiagueño, el 10 de Diciembre de 1.993 la Calle 8 pasó a llamarse Vicente Salto. El acto de imposición del nombre estuvo presidido por el entonces Intendente de la ciudad de Santiago del Estero, Ingeniero Mario Bonacina; una presencia importante en la ocasión fue la de la Sra. Paulina de Salto, acompañados por Don Sixto Palavecino, Rubén Palavecino, Don Carlos Maldonado, María Teresa Pappalardo, otros integrantes del Alero Quichua y los vecinos del barrio. 

En 2.008, Guillermo Antonio Orellana musicalizó el poema Parachúntaj (Que llueva) de Don Vicente Salto. La versión quichua es una chacarera simple, mientras que en castellano es una chacarera doble que aún no ha sido grabada. 

Un buena manera de recordar y homenajear a una persona que dejó importantes huellas en la cultura provincial es dando a conocer su obra. Tanto en el Alero Quichua como en otras audiciones radiales folclóricas, cada tanto se escucha sonar el canto bilingüe de algún intérprete de letras musicalizadas de Don Vichi Salto, como son Don Sixto Palavecino, Carmen Palavecino, Juan Carlos Almada o el Dúo Aleromanta, además de entusiastas cultores del canto tradicional que van apareciendo en forma creciente por los pagos bonaerenses y en el interior de nuestra provincia. 

Leyendo la poesía de Don Vicente Salto podemos percibir que procuró utilizar el máximo posible de vocablos quichuas, logrando obras en las que todas las palabras son quichuas, como el caso de las nueve que fueron publicadas en Para Yacu. 

El mensaje que nos deja Don Vicente Salto se podría resumir diciendo que se puede hablar, escribir y hacer poesía quichua apelando al mínimo de vocablos ajenos al idioma o hibridados; se puede practicar lo que se pregona, que es la conservación y difusión de la lengua de nuestros mayores; se puede ser un grande de la cultura desde la modestia, sin estridencias y sin afán de aparecer. 

Es responsabilidad nuestra reivindicar los méritos y rendir homenaje a todas las personas que nos dejaron un legado. Es fácil usar tal legado con toda naturalidad, como quien abre un grifo y bebe de él sin preocuparse por saber quién se tomó el trabajo de idear, mejorar e instalar tal mecanismo para nuestro bien.
El reconocimiento a nuestros próceres culturales es además de una obligación, una agradable tarea que nos eleva a nosotros mismos. No hacerlo equivaldría a perder la oportunidad de actuar con grandeza. Sería un pecado y, ya nos advertía Don Vicente Salto en el poema que fuera hecho vidala: “Uchallicuychu” (No debes pecar). 

12 de Marzo de 2.013.

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La audición radial se caracteriza por su espontaneidad, no se elabora un libreto en razón de que el programa se hace en vivo con la participación del público que se hace presente en el Salón Auditorium.
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