Las aguas del Río Dulce fueron jineteadas por hombres muy valientes. En su libro Las Voces del Río Hondo, la Profesora Doctora Amalia Gramajo de Martínez Moreno relata sobre los expertos nadadores que,0 en los comienzos de la colonización, hacían cruzar cargas y gente por las bravas aguas del río al que los antiguos habitantes llamaban Yucucu. Esos nadadores usaban botes y balsas de su propia hechura.
La Profesora Amalia, como la llamábamos en el Alero Quichua Santiagueño, recogió un relato tradicional que cuenta de cuando San Francisco Solano cruzó el río en plena creciente y luego comentó: "Ahí tienen su río hondo", causando así en el habla popular un cambio en el nombre del río, nombre que se extendería a al pueblo formado a su orilla y a toda la zona.
Estos relatos se refieren a la naciente del Río Dulce y a la Villa Río Hondo, ambas cubiertas hoy por las aguas del lago formado por el dique frontal Río Hondo, unos kilómetros aguas arriba de la ciudad de Las Termas de Río Hondo.
El cruce de los ríos requirió en muchos casos la acción de gente temeraria. Aún hoy lo vemos en quienes cruzan ríos angostos y profundos como el Salado, el Utis o el Saladillo del Rosario, valiéndose de pequeños botes sostenidos por una maroma de alambre que une las orillas, o por puentes precarios de troncos o de madera.
Don Fortunato Juárez nos contaba de su abuelo que entre fines del Siglo XIX y Comienzos del Siglo XX hacía cruzar gente y mercaderías frente a la antigua Villa Loreto, utilizando botes de madera hechos por él mismo.
Más al Sur y al Norte de Loreto hubo boteros y nadadores que se dedicaron a desafiar las profundidades del Mishqui Mayu. En Pozo Verde, derecho de Árraga, hasta hace pocos años había un bote de madera para cruzar entre las barrancas bajas de la margen izquierda y las playas arenosas de la derecha.
Frente a la ciudad de Santiago del Estero, en dirección de la Avenida Alsina, que coincide con el extremo Sur de la Costanera, había botes para el cruce del río. Hasta la puesta en funcionamiento del dique de Río Hondo en 1.967, el Río Dulce presentaba grandes crecientes estivales, las que en la ciudad llegaban hasta la Costanera.
Cuando el río estaba con el caudal muy bajo, la gente podía cruzar caminando, mojándose solamente hasta las rodillas y a veces menos. Acostumbraban marcar el recorrido seguro con varitas de suncho clavadas en el lecho arenoso. Cuando el río estaba con caudal normal, el botero utilizaba un largo palo, al que llamaban "botador", para apoyar un extremo en el fondo e impulsar la embarcación de madera cargada de gente. Si había creciente, en vez de un botero para cada embarcación eran cuatro los que impulsaban el bote utilizando remos.
Losa botes eran hechos por ellos mismos utilizando madera y brea. La longitud de la embarcación era cercana a los seis metros, con ambos extremos terminados en punta, como si fuesen dos proas. El ancho en el medio era de poco más de un metro, casi unos 150 cm. La altura desde el piso plano hasta la borda era mas o menos de un metro.
En los años '50, según cuentan los vecinos del otro lado del río, los boteros de "la Alsina" eran: Albino Maza, Ruiz, "Din" Maza, "Manca" Gómez y "Uca" Gerez. El apodo Manca nos recuerda la palabra quichua que se traduce como olla. Uca se parece a utca, rápido o apurado. Don Albino Maza era el dueño de un bote pintado de azul y blanco, y un señor de apellido Ruiz tenía uno de colores rojo y amarillo.
A ellos acudían los pobladores de La Bajada, El Polear, Rubia Moreno y zonas vecinas en el departamento Banda, para cruzar hacia "la Alsina" y llegar al centro para vender sus productos, atender trámites o concurrir al trabajo. Algunos caminaban o iban en bicicleta hasta el Puente Negro o el Puente Carretero para cruzar.
Con la construcción del San Francisco Solano (Puente Nuevo) en los añoz '70, comenzó a decaer la actividad de los botes de la Alsina. Cuentan que el último en dejar el servicio de botero fue Don Albino Maza.
Los botes dejaron de ser necesarios y ninguna nostalgia los devolverá al servicio, salvo que alguien encare tal actividad como un paseo bien pagado. Los botes de la Alsina son un buen recuerdo de cuando hendían las aguas del Mishqui Mayu entre la arbolada orilla bandeña y los arenales poblados de sunchos del lado capitalino.
Don Albino Maza siguió después trabajando en el cavado de pozos para agua, hasta que el derrumbe de uno de ellos lo sorprendió, provocándole la muerte cuando su edad estaba cercana a los ochenta años.
La tierra que cayó sobre el criollo trabajador apagó su vida alrededor de 1.985, pero no pudo sepultar su memoria. Los vecinos de ambas márgenes del Río Dulce recuerdan en sus conversaciones cotidianas a Don Albino Maza, el último botero de la Alsina.
04 de Marzo de 2.013.