“Cantando me he de morir,/ cantando me han de enterrar/ y cantando he de llegar/ al pie del Eterno Padre./ Dende el vientre de mi madre/ vine a este mundo a cantar.” La sexta estrofa de El Gaucho Martín Fierro nos muestra de cuerpo entero al cantor criollo. La persona que gusta del canto es una especie de pájaro, una especie de ave canora que vuela por la vida en alas de sus cantares.
Quien canta lo hace por que tiene algo que decir. Por eso José Hernández ponía en boca de Martín Fierro estas afirmaciones de cantor. Los pájaros cantan como un modo de comunicarse entre ellos. Al amanecer parece que cada pájaro está cantando su alegría por haber amanecido vivo, o comunicando a los otros que está vivo, sano y dispuesto a defender el territorio marcado por mecanismos naturales que incluyen el canto.
El ser humano también canta, pero lo hace por puro gusto. Hay quienes hacen del canto una profesión u oficio, pero es casi seguro que todo ser humano comienza cantando por que el cantar lo hace sentir bien. Quien se complace con cantar, canta lo que le gusta en el momento que le resulte oportuno. Hay quienes sienten que el cantar los ayuda a pasar los malos momentos; como decía Don Atahualpa Yupanqui: "Según el canto y la hora, quedaba el alma sobada." Martín Fierro dice que el hombre desvelado por una pena extraordinaria se consuela con el cantar.
El cantor que se complace a sí mismo procurando complacer o sorprender a otros con su canto, tiene que intuir o averiguar qué puede ser del agrado del oyente. No siempre el que canta para otros recibe una remuneración en dinero; por los escenarios cancioneros pasa una gran cantidad de cantores que se sienten bien pagados si han recibido un aplauso u otro reconocimiento por su entrega. Esos cantores sin honorarios son el soporte para las grandes figuras que reciben pagas abultadas. Cabe aclarar que los cantores que ahora son bien pagados, ya anduvieron ellos también cantando gratis y soñando con ser reconocidos y remunerados algún día. La enorme cantidad de artistas aficionados son la base que sustenta a un aparato publicitario y mercantil que trabaja con los artistas profesionales.
El que canta en un escenario, canta lo que cree que va a gustar al público. Lo normal es que al cantor también le guste lo que canta; si no, ese canto es un sacrificio fácilmente perceptible. Es posible también que, dentro de una amplia gama de géneros y temas musicales que conforman lo que es de su propio agrado, el cantor deba elegir una pequeña porción de todo ello para exponer ante el público, a fin de no parecer un "todista" errático. Es importante que cada uno tenga un repertorio definido, que ha de ir creciendo o variando a medida que su relación con el público también crezca. El crecimiento o variación del repertorio no debe alterar el estilo o personalidad pública del cantor. Debe cantar, dentro de lo que canta con agrado, lo que mejor le sale y que ha de llegar bien al público, mientras mantiene una línea musical que lo caracteriza.
Es importante la aparición, crecimiento y reaparición de festivales artísticos por todo el país que se está dando en los últimos años. Cada festival tiene un nombre que sugiere la personalidad del mismo. Por ejemplo: El Festival de la Chacarera, el Festival del Chamamé, el Festival de Doma y Folclore, etc. Para quienes concurren por primera vez, el nombre les indica cuál es el contenido del festival. Lo deseable es que el público encuentre en el festival lo que el nombre indica.
Un festival específico que supo celebrarse en pagos santiagueños es el Festival de los Vidaleros, en Villa Atamishqui. Hasta hace pocos años, viajar hasta Villa Atamishqui significaba viajar pasando por unos 35 Kilómetros de ruta sin pavimentar, generalmente muy poceada y con abundante tierra suelta, lo que hacía del viaje una interesante aventura que podía ser ardua para el visitante primerizo.
En la época del Festival de los Vidaleros hacía calor, lo cual no era problema para los entusiastas músicos, cantores y público que llegaba desde zonas vecinas, de la ciudad capital y desde otras provincias, especialmente de Buenos Aires. Todo se complicaba si llovía, pues las calles de la Villa se tornaban barrosas y prácticamente intransitables.
Como su nombre lo indica, el Festival de los Vidaleros era el ámbito adecuado para escuchar vidalas antiguas y algunas que los cantores preparaban especialmente para la ocasión. El Alero Quichua Santiagueño participaba con sus músicos y cantores bilingües, que se expresaban con cantares acordes con el lugar y el momento.
Uno de los grandes vidaleros atamishqueños fue Don Zenón Revainera. Creador e intérprete de coplas vidaleadas en toda ocasión, pero que dejó lo mejor de sí para el escenario del Festival. Puede haber sido la emoción por cantar ante sus coterráneos en un lugar tan valioso como el escenario del Festival de los Vidaleros, puede haber sido que el canto lo acercó demasiado al cielo de las aves de alto vuelo... el caso es que Don Zenón Revainera falleció luego de haber cantado en el Festival, en su festival.
Don Zenón Revainera murió cantando, como prometiera Martín Fierro. Su canto vive en la voz de sus descendientes, como el caso de Ramón "Piri" Leguizamón, primera voz de Las Sachaguitarras Atamishqueñas, y otros nietos cantores que saben vidalear por Villa Atamishqui, Lugones, Garza y provincia de Buenos Aires. Los autores lo recuerdan en temas como Vidaleros de Ayer, vidala de Alfredo Toledo, o La Yacu Chiri, chacarera de Juan Carlos Carabajal y Elpidio Herrera.
Los cantores merecen vivir cantando y seguir cantando mientras quieran, hasta llegar cantando, como Don Zenón Revainera, al pie del Eterno Padre.
27 de Noviembre de 2.012.