¡Otra cosa es con guitarra! Suele decirse en ciertas situaciones. Es una expresión con cierta libertad de uso y de interpretación. Algunos la utilizan en el sentido de que hacer las cosas “chaina chaina” (así así, por decir “así nomás”) es fácil pero de resultado incompleto, similar a cantar sin acompañamiento. Con guitarra es mejor, aunque un poco más complicado, pues hace falta habilidad y buen gusto para cantar y acompañarse bien. El hecho de utilizar un buen instrumento aumenta las posibilidades de suceso, al tiempo que aumenta también el compromiso para hacer bien las cosas con más elementos, saliendo de la simplicidad extrema.
También se dice que otra cosa es con guitarra cuando uno ha conseguido lo que estaba faltando para lograr el objetivo deseado; mientras tanto, estaba esforzándose con lo poco que había a mano.
El lunfardo influye en el habla popular y también en la interpretación o aplicación de los refranes. La palabra Guita, que en buen castellano define una cuerda delgada hecha con fibras de cáñamo, en sentido figurado significa dinero. Por similitud de sonido, se acostumbra reemplazar a la palabra “guita” por guitarra. En muchos casos, alguien que estaba esperando recibir algún dinero, cuando por fin lo tiene, exclama: “Otra cosa es con guitarra”.
En nuestro folclore, la guitarra es un instrumento de cuerdas pulsadas que llegó desde España y se hizo criolla. La guitarra tiene una historia milenaria con un proceso evolutivo que pasó por la lira, la cítara y el laúd. Justamente, el laúd es el instrumento cuyo nombre de origen árabe dio nombre a los artesanos constructores de instrumentos de cuerdas. El constructor de instrumentos de cuerda es llamado laudero, lutero o luthier. En nuestro país se ha adoptado la palabra francesa Luthier para dar un nombre de una sola palabra a la persona que hace instrumentos de cuerda, ya sean éstos de cuerda frotada o cuerda pulsada.
Ejemplos de instrumentos de cuerda frotada son el violín, la viola, el violonchelo, el contrabajo. Como instrumentos de cuerda pulsada se pueden mencionar como ejemplos la guitarra, el charango, el cavaquiño, el mandolín, el cuatro, la cítara. Los instrumentos de cuerda frotada tienen para tal fin un arco con cerdas. Un instrumento de cuerdas frotadas puede tocarse también por momentos pulsando las cuerdas.
El cantor, autor, músico y artesano atamishqueño Elpidio Herrera creó la Caspi Guitarra, instrumento de cuerda pulsada sin caja de resonancia. Después nombró a su instrumento como Sachaguitarra (guitarra del monte); luego, para dotarla de caja de resonancia utilizó la mitad de un porongo. Siguiendo con el proceso evolutivo de la Sachaguitarra Atamishqueña, Elpidio Herrera le hizo una perforación en el frente para introducir un pequeño arco con el cual frota la primera cuerda, consiguiendo así un sonido de violín; después hizo lo mismo junto a la quinta cuerda para sonidos graves.
La Sachaguitarra Atamishqueña es ahora un instrumento de cuerda pulsada y de cuerda frotada, por obra del músico y artesano de Villa Atamishqui. En su afán por sacar sonidos musicales a lo que llega a sus manos, Elpidio también hizo otros instrumentos de cuerda que fueron quedando como travesuras nomás. Una noche en el Teatro 25 de Mayo presentó La Shushca (la menor de las hermanas) una guitarrita que cabía en la palma de una mano. Para poder pulsarla, el genial músico la apoyaba contra su pecho abriéndose un poco la camisa.
Felipe Corpos, en la chacarera La Ronquera, menciona “cuerdas de tripas yapadas y primas de alambre”. En El Gaucho Martín Fierro hay un tramo donde el Sargento Cruz, relatando una pelea con un cantor, dice: “Ahi lo dejé con las tripas como pa’ que hiciera cuerdas”. Estas expresiones nos permiten entrever un pasado en el que los guitarreros no concurrían a las casas de música para comprar un juego de cuerdas para su instrumento como se hace ahora, sino que debían ingeniárselas ellos mismos o procurar un guitarrista y artesano vecino que solucionase alguna falta o deterioro en su instrumento.
En nuestro pago santiagueño conocemos muchos guitarreros que son capaces de arreglar e incluso de construir una guitarra o un violín. El artesano Grillito Monti toca un antiguo violín al que él mismo le construyó y colocó partes faltantes, como las clavijas y el puente. Don Pedro Silvetti, que solía tocar la guitarra o la caja vidalera en el Alero Quichua Santiagueño, hacía y reparaba guitarras en su casa del Sexto Pasaje y Canal San Martín del barrio Huayco Hondo. En Ojo de Agua está el artesano José Herrera en la hechura y reparación de guitarras. Luis Herrera hace sachaviolines en Forres.
Hubo en nuestra ciudad una producción importante de guitarras criollas; su nombre de marca era PaFi y eran construídas por el artesano Javier Paz en la fábrica del Sr. Mario Fioramonti. Muchos ayudantes de Javier Paz después se dedicaron a hacer o reparar guitarras en la casa. El artesano y guitarrero Roger Ledesma, después de trabajar con las guitarras PaFi siguió haciendo y reparando guitarras en su casa del barrio Chumillo, cerca del Río Dulce.
Estos son algunos de los artesanos de los instrumentos de cuerda que aprendieron y transmitieron el conocimiento a la manera criolla: Por práctica, por empirismo. Por otra parte, hay en el mundo diversas escuelas de luthería. En Buenos Aires hay escuelas, en general como emprendimientos privados. En 1.948 fue fundada la Escuela de Luthería de la Universidad Nacional de Tucumán. En esta escuela universitaria, de características únicas en toda América del Sur, se forman Técnicos en Luthería.
Luthería es el arte de construir instrumentos de cuerda compuestos, que son los instrumentos de cuerda que tienen caja de resonancia y mango o mástil (guitarras, violín, viola, violoncello, contrabajo…).
En nuestro ambiente folclórico nos encontramos habitualmente con artistas que construyen y reparan instrumentos. Tal vez por la fascinación que nos producen las expresiones de otros idiomas, hemos dado en llamar Luthier a todos ellos, cuando deberíamos ser más específicos para designar con toda claridad si el artista hace guitarras, violines, cornetas, acordeones o bombos.
En el quichua santiagueño no tenemos una palabra para definir a los especialistas en instrumentos musicales, pero en castellano podríamos utilizar la expresión “artesano que hace guitarras”, o “artesano que hace quenas”, o “artesano que hace bombos”. Es posible que la frase no guste a las mayorías, pero suena más afinada con nuestra condición de criollos.
18 de Septiembre de 2.012.