"Me ha seguido una dama de blanco", dijo el paisano al llegar de noche en una casa vecina. Los dueños de casa, entre sorprendidos y preocupados, le preguntaron: "¿Te ha seguido la mujer de blanco?" El visitante, sonriente, aclaró: "La dama de blanco que me acompañaba es la Luna llena. Miren lo linda que está".
En nuestros pagos y en otros hay cuentos de aparecidos que suelen erizar los cabellos de quienes escuchan los relatos, muchos de ellos referidos a "La mujer de blanco". Dicen que es una mujer que se aparece a quienes transitan de noche por caminos solitarios. La mujer vestida con ropas blancas se sienta al lado de quien va en un vehículo, o marcha a la par de quien va caminando, en total silencio, para desaparecer misteriosamente o irse caminando fuera de la ruta al aproximarse a una zona poblada.
También hay relatos de una mujer vestida de negro, o un hombre, o simplemente una sombra o bulto de color negro, que puede aparecer por los caminos y agredir a la persona caminante o que va en un vehículo. Se dice que si el fantasma está vestido de blanco es inofensivo, mientras que de color negro es "cosa mala". Al margen del color con que viste la aparición, quienes afirman haber visto tales apariciones sufrieron momentos de terror.
Nuestros paisanos atribuyen esas apariciones a "trabajos de estudiantes", que vendrían a ser experimentos de personas que en la zona están haciendo sus primeras experiencias en artes mágicas. También se atribuyen las apariciones fantasmales a difuntos cuyas almas están atribuladas por algo grave que quedó pendiente con su muerte. Todo esto forma parte de las folclóricas creencias del pueblo criollo.
Volvemos a la bienintencionada confusión creada por aquel paisano que mencionó a la Luna como "la dama de blanco". La Luna llena causa una fascinación especial en la gente desde épocas remotas y en las distintas culturas. Al margen del grado de ilustración del observador, la Luna es una presencia fascinante en los cielos despejados y amplios apartados de las ciudades.
Si uno camina, o marcha a caballo o en algún vehículo por un camino en medio del monte, parece que la Luna lo acompaña y lo lleva a evocar el recitado de Don Atahualpa Yupanqui: "Allá por sobre los montes la Luna redonda pasa..." cuando veía el cielo en los montes y salitrales santiagueños. En los cerros de Tucumán también observó la Luna y cantó: "Yo no le canto a la Luna por que alumbra, nada más..."
La Luna llena mueve la imaginación humana y lleva a afirmar: "Parece un patay la Luna, tucu tucus las estrellas..." "Si la tuviera en mis manos tendría la mejor caja..." "¡Ay, lunita tucumana, tamborcito calchaquí!" También una guarania de nuestro cercano Paraguay evoca las noches de plenilunio y una canción folclórica mejicana pide que la noche sea plenilunada. En Zamba Para mi Luna, Don Manuel Augusto Jugo afirma: "La Luna que alumbra mi pago brilla con más esplendor".
En las noches de Invierno, cuando un cielo despejado anuncia que al amanecer el campo estará cubierto por la escarcha, la Luna parece fría, posiblemente por su color blanco similar al hielo que ha de formarse en los pastos con el nuevo día. En las vidaleras nochecitas templadas veraniegas o en las frías noches invernales, la Luna llena se nos muestra majestuosa en el cielo de donde estemos. Al ver ese misterioso astro celestial, uno adhiere al sentimiento de quien quiso tenerla en sus manos "pa' tinquiarla despacito" y soltar la vidala. Don Atahualpa no dijo que tocaría esa caja con el palillo, sino que daría suaves golpecitos con el dedo índice luego de frenarlo un poco con el pulgar, aplicando así el cariñoso "tincazo".
Es hermoso viajar durante una noche de Luna llena, para ver cómo ella parece volar por sobre los árboles, los cerros, los edificios, o cualquier otro paisaje por el cual transitemos. También son particularmente bellas y con algo de magia las reuniones cancioneras o de simple conversación en un patio, con amigos o con la familia, bajo un cielo estrellado y con Luna. El espectáculo del cielo nocturno es gratuito e inigualable. Si entre todos conseguimos conservar limpios los cielos, tendremos esos espectáculos hermosos y saludables asegurados para nuestro futuro y el de quienes nos suceden.
Es bueno que, cada vez que tansitemos por cualquier camino nocturno, tengamos a esa mansa dama de blanco acompañándonos, en vez de los ominosos bultos negros que la contaminación deja en los cielos de muchos lugares del mundo. Parecería que desde la faz de la Tierra no podemos proteger a la Luna, pero sí es posible, pues disminuyendo nuestras tendencias consumistas permitiremos que el cielo deje de ensuciarse, conservando así la imagen que tenemos cada noche de un cielo con estrellas, con Luna, o con nubes de agua, pero de agua limpia, libre de desechos industriales y de humaredas que no son necesarias.
En esta semana la Luna está en su fase menguante, alumbrando los comienzos de los festejos del 459 Aniversario de la ciudad de Santiago del Estero, donde ya está llegando gente de todas partes de Argentina y de países vecinos para formar parte de los acontecimientos que suceden a diario durante el Mes de Santiago. En estas noches, uno mira al cielo y recuerda el canto de Tito Segura: "Mira que la Luna está partida en la mitad y sin embargo alumbra igual".
Mientras tengamos cielos limpios, ellos serán una inagotable fuente de inspiración para nuestros poetas y cantores, o despertarán al poeta soñador que está en nuestro interior.
Mantengamos limpia la Tierra, para tener cielos limpios que podamos disfrutar por mucho tiempo, sin fantasmas asustadores creados por nosotros mismos.
11 de Julio de 2.012.