Una provincia argentina está rodeada por ríos. Seguramente esa circunstancia es el motivo de su nombre: Entre Ríos. Hacia el Este, el Río Uruguay es frontera natural con la República Oriental del Uruguay. El límite Oeste de la provincia es el Río Paraná, al que hay que cruzar en alguna embarcación o por el Túnel Subfluvial, o por el puente Rosario – Victoria, para llegar a la provincia de Santa Fe. Por el Sur, también habría que cruzar el Río Paraná para ir hacia la provincia de Buenos Aires, con las opciones del cruce por agua o por el complejo ferrovial Zárate – Brazo Largo. Para llegar a la provincia de Corrientes, hacia el Norte, hay que atravesar el río Guayquiraró o el río Mocoretá, según por donde uno vaya. Es una provincia que está entre ríos, además de la gran cantidad de ríos y arroyos que corren por su interior.
Entre Ríos tuvo un especial protagonismo en la organización nacional posterior a la Revolución de Mayo de 1.810. En 1.811, a raíz de un acuerdo por el cual las autoridades de Buenos Aires cedían al Virrey de España las poblaciones entrerrianas, se deterioró la relación de Entre Ríos con las autoridades nacionales centrales, iniciando así la provincia litoraleña un fuerte movimiento federal.
Entre Ríos no envió representantes al Congreso de Tucumán (1.816) por que pasó a formar parte de la Liga Federal o Confederación Unión de los Pueblos Libres; libres de todo poder extranjero, que no reconocía ninguna autoridad de España, Portugal o Buenos Aires. En ese tiempo, la provincia estuvo bajo la protección de José Gervasio Artigas.
En 1.820, Francisco Ramírez fundó la República de Entre Ríos, que incluía a Corrientes y a los territorios de las antiguas Misiones Jesuíticas. Al año siguiente, la República de Entre Ríos fue disuelta luego del asesinato de “Pancho” Ramírez.
En 1.841 surgió con fuerza la figura de Don Justo José de Urquiza, que lanzó su Pronunciamiento y luego con el Ejército Grande derrotó a las fuerzas de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros (1.852). Las alianzas y compromisos externos de Urquiza para reunir una fuerza militar capaz de enfrentar a Rosas, fue tomado en algunas provincias como una traición a la Patria. La figura y el accionar de Juan Manuel de Rosas es motivo de opiniones encontradas; por un lado, la historia oficial lo muestra como un tirano despiadado; por otra parte, Don José de San Martín le decía en la última carta que le envió (1.850): “Que goce Usted de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino”.
La batalla de Caseros afianzó al unitarismo en el poder nacional y acabó con la resistencia argentina a la influencia británica.
Justo José de Urquiza nació en la provincia de Entre Ríos en 1.801; en su juventud se incorporó al Partido Federal y en 1.826 fue elegido Diputado Provincial; luego fue Comandante Militar y Civil de Concepción del Uruguay. Fue Gobernador y hombre fuerte de su provincia desde 1.841 hasta su muerte.
Después de la victoria de Caseros, promovió el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos para poner fin a las peleas entre provincias, y la formación del Congreso Constituyente que aprobó la Constitución Nacional en Santa Fe. La Constitución de 1.853 ha sido redactada y adaptada en su mayor parte por el Dr. José Benjamín Gorostiaga, uno más entre los notables santiagueños poco conocidos en nuestra provincia.
La Confederación Argentina eligió Presidente a Urquiza, cargo que ejerció sin dejar de gobernar Entre Ríos, pues federalizó toda la provincia. Su labor gubernamental estuvo apuntada principalmente a la educación y a la administración de justicia.
Buenos Aires no había participado en el Congreso Constituyente y se negaba a ser parte de la Confederación Argentina. El ejército comandado por Urquiza venció a los porteños en la batalla de Cepeda, por lo que Buenos Aires se reincorporó al resto del país, pero con grandes privilegios. Nuevos desacuerdos llevaron a producirse la batalla de Pavón entre las fuerzas federales de Urquiza y las centralistas comandadas por Bartolomé Mitre. En plena retirada, Mitre se enteró de que Urquiza también se había retirado del campo de batalla entregando la victoria a Buenos Aires y marcando el fin del emprendimiento federal.
No hay antecedentes documentados de un acuerdo entre ambos, pero a partir de entonces, Mitre asumió el poder nacional e intervino de un modo u otro todas las provincias argentinas, excepto Entre Ríos, donde siguió mandando Urquiza. A pesar de los numerosos pedidos de apoyo por parte de caudillos federales, Urquiza se dedicó a manejar su provincia de un modo autocrático y a enriquecerse.
Al perpetrarse la Guerra de la Triple Alianza, Urquiza adhirió al gobierno nacional, contrariando los reclamos de los caudillos federales, que veían la injusticia del ataque contra el Paraguay, con las fuerzas argentinas bajo el mando del Brasil y de Inglaterra. Al terminar la guerra de exterminio contra el país hermano, el entonces Presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento, fue recibido por Urquiza en el Palacio San José para un fastuoso festejo. Sarmiento era un acérrimo enemigo de los federales.
Así como un vaso va llenándose si está bajo un persistente goteo, el accionar de Don Justo José de Urquiza a partir de la batalla de Pavón fue colmando la voluntad de los federales entrerrianos y del resto del país. Pronto estalló una revolución para derrocar a Urquiza. El jefe de una partida de cincuenta jinetes que debía arrestarlo y obligarlo a renunciar, era el Coronel Simón Luengo, cordobés que había visto en su provincia los crueles abusos del intervencionismo unitario de Mitre y Sarmiento.
Cuando la partida llegó al palacio San José el 11 de Abril de 1.870, redujo a la guardia y procuró a Don Justo José de Urquiza; el mismo salió a recibirlos fusil en mano, recibió un balazo en la cabeza y cinco puñaladas.
Justo José de Urquiza fue un esforzado prócer del federalismo que luego vivió disfrutando de los beneficios materiales obtenidos a partir de su acuerdo con los unitarios. Murió a manos de federales indignados y, en un país cuyos próceres reconocidos son mayormente unitarios, uno de los más homenajeados con estatuas, nombres de calles, avenidas, escuelas, plazas y barrios, es el General Don Justo José de Urquiza.
El primer artículo de la Constitución Nacional dice que la Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal. En el Alero Quichua Santiagueño decimos: Ama súa, ama llulla, ama ckella (No robes, no mientas, no seas perezoso).
10 de Abril de 2.012.