“Si acaso otra vez naciera/ que el mismo vientre me geste./ Que de la misma simiente/ brote cantando a la vida/ y sea América Latina/ el lugar donde despierte.” La significativa letra de Pablo Raúl Trullenque sonó entre cerros poblados de arboledas y casas, en tierras tropicales mas o menos lejanas para Santiago del Estero, pero dentro de esa gran Patria Latinoamericana tan soñada por grandes de nuestra Historia.
Mientras en Villa Salavina se desarrollaba el Festival del Tanicu, con la participación de mucha gente de distintas procedencias y una variada programación de artistas, en la ciudad de Santiago del Estero se reunía otro numeroso y heterogéneo grupo humano para festejar el 42 Aniversario del Alero Quichua Santiagueño.
Entre canto santiagueño y de otras procedencias, el Domingo 9 de este mes se ha festejado un nuevo cumpleaños de lo que había nacido para ser un movimiento nativista y quichuista. Al mismo tiempo, en uno de los morros del barrio Perús, en la ciudad de São Paulo, Brasil, el canto quichua era escuchado por el público mayoritariamente de habla portuguesa, entre los que había algunos compatriotas argentinos, bolivianos y chilenos, además de algunos representantes de culturas de Europa y de Asia.
Cada mes de Octubre, desde hace 23 años, el Centro de Derechos Humanos Carlos Alberto Pazzini, del Barrio Perús, en São Paulo, hace una reunión comunitaria, donde gente de buena voluntad instala puestos de venta de comidas típicas de distintas regiones del Brasil o de países con inmigrantes en esta zona. Quienes exponen y venden comidas donan su trabajo para el Centro de Derechos Humanos.
En el clima festivo y familiar de la Feria, se puede ver algunas personas ataviadas con ropas propias de su lugar de origen. No falta la música de distintas regiones, como el samba, samba pagode, forró, bahião, xote y música popular romántica. Desde 2.001, la Profesora de Historia Geralda Ribeiro Braga instala su puesto “santiagueño”. En ese puesto se pueden ver fotos, mapas y banderas de nuestro Santiago del Estero. Además hay paneles con palabras en quichua con su traducción al portugués e imágenes aclaratorias.
A partir del mediodía se abre el escenario musical con los números en vivo. Quienes se presentan interpretan expresiones de distintas regiones de este gran país que abarca gran parte de América del Sur, y esa extensión geográfica se refleja en sus distintas expresiones musicales a nivel popular.
Santiago del Estero no podía dejar de participar en lo musical; en el año 2.004 participó el guitarrista Horacio Lavaisse, por entonces residente en São Paulo. En los años en que no había un cantor santiagueño, la música de nuestro pago ha sido difundida por medio de grabaciones, entre las que no podía faltar el quichua como símbolo de la resistencia popular ante las imposiciones de metrópolis que desde lejos pretenden amordazar a las expresiones más auténticas de los pueblos condenados al colonialismo.
Desde 2.006, en algún momento de la Feria de Comidas Típicas suena el canto quichua en vivo, con su traducción al portugués. Otras piezas folclóricas argentinas también han sido traducidas al portugués por Geralda, como para que el pueblo oyente pueda entender el valioso mensaje de nuestros poetas y letristas. El ritmo de la chacarera y las letras criollas de nuestro país son especialmente apreciadas por los oyentes. Poco a poco, se van intercalando más y más temas cantados en castellano, incluso por pedido del público.
Cabe una serie de pensamientos a la vista de estas expresiones criollas de América del Sur. Al contacto directo, uno puede ver que en muchas regiones rurales, por no decir en todas, la gente es hospitalaria y con sentimientos solidarios, respetuosos de las tradiciones que enseñan a ser buena gente. Los campesinos son observadores de la Naturaleza y con buenas intenciones hacia ella. Sus hijos emigrados hacia las ciudades, conservan casi intactas las costumbres de sus mayores y procuran reunirse para evocar la música de su terruño.
También se puede detectar en muchos lugares de Argentina y de países vecinos una campaña para imponer expresiones de otros lugares, como si la intención fuese lograr el desapego hacia lo propio de cada región. También se percibe, si uno quiere, que hay una penetración foránea en las expresiones locales con el argumento de la modernización, la adaptación a la vida urbana y la fusión de géneros musicales. Poco a poco, la tendencia desde los que manejan a los públicos masivos, es hacia la unificación del aspecto físico de los intérpretes, los instrumentos utilizados y los ritmos musicales. Si esta tendencia se impone, habrá que arriar definitivamente la bandera de cada región para terminar de izar la de un país lejano.
Felizmente, aún hay grupos de tozudos impulsores de las tradiciones de cada región, de cada provincia y de cada país. Son movimientos que no desdeñan lo bueno que puedan tener las expresiones foráneas, con la salvedad de que no van a permitirles invadir en lo nativo. Esos grupos culturales tienen algo en común: Son poco numerosos, permanentemente deben explicar cuál es su postura, ora para los indigenistas, ora para los globalizadores. Es como si todo el que no forma parte del sistema impuesto por los patrones lejanos debiera justificarse y pedir perdón para poder existir.
En estos días cercanos a un nuevo aniversario de la llegada a tierras americanas por parte de Cristóbal Colón con las tres naves españolas, se alzan voces a favor de un reconocimiento hacia los pueblos que ya estaban en nuestro continente y nos afanamos por saber dónde están sus descendientes, cómo se llaman las distintas parcialidades o etnias y qué podemos reclamar en su nombre. Es un sentimiento loable que se difunde mucho en las grandes ciudades y en luminosos escenarios llenos de luces, humo artificial e instrumentos electrónicos fabricados pagando licencia al Hemisferio Norte.
Durante el resto del año hay grupos de estudio, movimientos culturales y todo tipo de organizaciones que sin mucha estridencia procuran hacer algo por los descendientes de los despojados habitantes de América. También hay quienes se embanderan de indigenistas sin haber visto o conversado alguna vez con exponentes de los pueblos que defienden. Si los enunciados de los indigenistas son acordes con las acciones y apuntan hacia la justicia, bien por ellos.
Nuestro Alero Quichua Santiagueño participó de una serie de actividades en Santa María (provincia de Catamarca) para el 500 aniversario de la llegada de Colón. El momento culminante de aquella ocasión se dio al llegar la medianoche del 11 de Octubre de 1.992, cuando terminó la música y la alegría, marcando un telón negro el aniversario del comienzo del fin. Otro momento muy importante fue el intento de formar la Academia Argentina de la Lengua Quichua, intento que quedó en eso nomás, por la resistencia de esclarecidos estudiosos a ser masificados bajo voluntades lejanas que no consultaron a quienes deberían integrar tal Academia Argentina.
En esos tiempos, Don Sixto Palavecino hizo una letra de chacarera a la que Pablo Mema puso música. Se llama Dicho Día de la Raza. Una de las estrofas dice: “Antes que doce de Octubre/ como siempre alguien diría,/ dicho Día de la Raza,/ yo digo, el once sería”.
Nuestra realidad sudamericana es que somos criollos, mestizos, descendientes de los antiguos pobladores, inmigrantes, hijos de inmigrantes… todos sobre el mismo suelo, bajo el mismo cielo, pero sin conseguir ponernos bien de acuerdo sobre el camino a seguir. Posiblemente nos esté faltando aún asumir si somos lo que cada uno decimos ser.
11 de Octubre de 2.011.