“… aunque el río de la muerte, nos venga a buscar.” La poesía de Felipe Rojas abarca diversos temas, como lo hacía en la amorosa poesía Desde Siempre y Para Siempre. Parece ser que todo en la vida tiene sus segmentos de actividad separados por pausas para el recogimiento y el silencio.
La vida de un poeta tiene un comienzo similar al de cualquier ser humano, seguido del nacimiento de la llama de la poesía, esa llama que parece quemar el interior del bardo haciendo que de su voz y de su pluma salgan hermosas combinaciones de palabras; son palabras y frases que dicen en forma directa o apelando a la metáfora, lo que las personas comunes vemos o sentimos y no sabemos expresar con la belleza que los poetas imprimen a sus dichos.
La vida del poeta alcanza un momento de apogeo que puede ser conocido por el público o no. Es el tiempo en que se conjugan la pasión con la experiencia acumulada. Es cuando el poeta es considerado un joven experiente o un adulto pujante.
Cuando sobreviene la muerte física del poeta, su obra puede comenzar a morir con él, o puede entrar en una etapa de crecimiento en la aceptación de la población, sensibilizada por la sensación de haber perdido la oportunidad de reconocer debidamente a un prójimo talentoso.
Felipe Rojas era bandeño, escribió libros de poesía, fue reconocido y premiado por sus pares. Sus letras han sido musicalizadas y grabadas por folcloristas de amplia popularidad.
Algunos de los temas que tienen letra de Felipe Rojas son: Desde Siempre y Para Siempre, Ampatu de Piedra, Entre la Infancia y el Hombre, Vivo en tu Mirada, Canción del Bicentenario.
Podía describir situaciones propias de la provincia, como decir: “el Sol se enoja con la sed del hombre y la tierra.” O discurrir: “Pensar que toda mi sombra me va dejando…” También le cantó al Viejo Río Dulce.
Hombre de expresión adusta, a primera vista no demostraba ser el alegre criollo que soltaba la broma y la risa con los amigos. Cuando se le encomendaron tareas en bien del folclore y la cultura general de Santiago del Estero obró con total honestidad. La gente del Alero Quichua Santiagueño llegó a compartir momentos muy gratos con este grande de nuestro arte, en festivales folclóricos y ruedas poéticas.
En su carta de Felipe a Felipe expresó su profundo dolor ante la muerte de Felipe Corpos. Supo expresar también su sentir ante el fallecimiento de Don Vicente Salto, del Profesor Domingo Bravo y de Don Sixto Palavecino.
Para los ciudadanos comunes, no deja de ser un misterio el hecho de que podamos apreciar la belleza material o espiritual de la vida que nos lleva por sus caminos, o que podamos tener una visión amplia de la vida con sus mieles y sus hieles, aunque en ocasiones la misma vida y sus circunstancias nos deje sin palabras para poder expresar lo que sentimos. Más sorprendente aún es que los poetas puedan expresar tan gallardamente, con pocas palabras, los mundos que hay en nuestro mundo, exponiendo en letras lo que exalta o desgarra su corazón.
Felipe Rojas es uno de esos grandes poetas y hombres de la cultura que ayudan a que nuestra provincia y nuestro país se alejen de la insensibilidad y la abulia que acechan en cada recodo del camino. Como los demás poetas, nos regaló la belleza de sus expresiones, solo que con un estilo inconfundible. Solo hay que escuchar distintas poesías o canciones para determinar cuáles son de Felipe Rojas y cuáles no.
Sintiendo que nuestra provincia quería y debía lograr un verdadero despegue en todos los órdenes, escribió: “Santiago quiere despertar su ampatu de piedra…” utilizando una traducción parcial de la expresión quichua ‘rumi ampatu, que significa sapo de piedra y es uno de los nombres para el hualu o tortuga.
El ser humano, como todo ser viviente conocido, tiene una vida limitada. Cuando no es por una causa es por otra, pero el humano debe partir de esta vida terrenal y su cuerpo debe volver al seno de la tierra. Uno puede revisar su cuerpo totalmente, en busca de la detección precoz de cualquier dolencia, y eso es un buen hábito para evitar males que afectarán a quienes nos rodean; pero alguna vez llega nuestro momento de partir.
No sabemos a ciencia cierta si existe lo que la buena gente creyente define como El Cielo. Hay quienes dicen que hay varios Cielos, que hay un Cielo especial para los poetas. Otros creen en un gran Cielo que es para todos los merecedores de ese lugar privilegiado al que se podría acceder post mortem.
Cuando muere una persona de nuestro aprecio, imaginamos que partió de este tiempo terrenal hacia El Cielo. Quienes valoramos la obra de Felipe Rojas, imaginamos que dejó su cuerpo para ser enterrado en su provincia natal, en suelo santiagueño, mientras que él mismo partió hacia ese Cielo que tanto imaginamos. Y si hay varios cielos, seguramente andará recorriendo el de los poetas, el de los cantores, el de los músicos, el de los que quisieron lo mejor para su tierra, el de los que supieron apreciar la amistad, la risa sana y la frase ocurrente.
De ser así, nuestro poeta estaría iniciando un nuevo vivir, en parte similar a su existencia terrenal, donde recorrió distintos aspectos de la vida, compartiendo con el prójimo los sentimientos y pensamientos que los distintos aspectos de lo cotidiano arrancaban de su intelecto y de su sentimiento.
En estos pagos sudamericanos estamos entrando en el Invierno, la estación del año que nos regala bajas temperaturas, como queriendo compensar los calores estivales y preparar a la tierra para el advenimiento de la estación de las flores. Nuestra provincia, al igual que la mayoría de las provincias argentinas, está sintiendo los efectos de una gran masa de aire frío que viene desde la Antártida.
Justo cuando comenzaba la semana laboral con un día particularmente frío, Santiago del Estero se estremeció con la escarcha de la noticia: “Ayer, Domingo 26 de Junio, después de las nueve de la noche, falleció el poeta Felipe Rojas. Tenía 71 años de edad, estaba internado en un sanatorio de la ciudad de Santiago por causa de una larga enfermedad. Felipe Rojas recibió premios de la Sociedad Argentina de Escritores, de…”
Hoy, la cultura de Santiago del Estero parece decir versos de Felipe Rojas, dedicados en este caso a él mismo: “Si un día no eres más que oscuridad/ ¿adónde cantará mi amanecer?/ Le pondré leños a tu alma/ y en el hueco del adiós te alumbraré.”
28 de Junio de 2.011.