“Salavina ¡Ay, Salavina! Quisiera verte otra vez…” escribía el gran músico y poeta, nostalgioso y apenado al enterarse de la muerte de su amigo Benicio Díaz. Mario Arnedo Gallo estaba en la provincia de Buenos Aires, sin posibilidades de poder dar un último adiós al “Soco” Díaz, y su pena tomó forma de zamba.
Mario Arnedo Gallo nació en Santiago del Estero el 15 de Mayo de 1.915. En su época de estudiante vivió en Santa Fe. Luego volvió a Santiago, para años después radicarse en la provincia de Buenos Aires, donde vivió hasta el fin de sus días, aunque siempre volviendo al pago aunque sea por lapsos muy breves.
La zamba Salavina es una de las piezas más valiosas e interpretadas del folclore nacional; su melodía es cautivante y su letra va al monte, sobrevuela el río y vuelve al pequeño poblado.
Villa Salavina es una de las poblaciones más antiguas de la provincia de Santiago del Estero, construida a orillas del Río Dulce y cargada de historia. Para conocer gran parte de esa rica historia, hay que procurar leer La Agonía de los Pueblos, del Dr. Orestes Di Lullo. En el capítulo dedicado a Salavina, nos relata en una prosa sentida la importancia económica, política y cultural que tuviera la Villa Salavina y su decadencia posterior. Cabe agregar que en la actualidad, Salavina no está agonizando y sigue siendo una importante población del sur de nuestra provincia. Mejorando la comunicación vial, seguramente Salavina volverá a florecer totalmente.
Otra creación de Mario Arnedo Gallo es la chacarera Pelusitas de Totora, con estrofas bellas y poco relacionadas entre sí, prácticamente sueltas, cual pelusitas de totora. No está de más comentar que la totora es una especie de junco que crece en lagunas y esteros. Entre sus largas hojas sobresale un tallo que ostenta en su parte más alta las flores agrupadas en una espiga cilíndrica de color marrón. Esas espigas sueltan pelusas que son llevadas por el viento, posiblemente como una forma de expansión de la especie. Las hojas y tallos de totora son utilizados para hacer asientos de sillas, techos, e incluso embarcaciones lacustres en otros lugares del mundo. Las pelusas que sueltan las totoras son portadoras de la posibilidad de nuevas plantas útiles para el paisano. Por eso suena tan lindo el estribillo: “Así nomás son, vidítay,/ mis penas como las siento:/ pelusitas de totora/ que andan jugando en el viento.”
Una zamba muy cantada desde los años ‘60 es La Amanecida, que fuera grabada por Los Tobas, Zamba Quipildor, Jaime Torres, Ariel Ramírez y otros intérpretes nacionales. Es una música creada en el piano de Don Mario Arnedo Gallo, con letra del poeta bonaerense Hamlet Lima Quintana. Don Mario Arnedo integró un conjunto con Hamlet Lima Quintana y Antonio Rodríguez Villar en Buenos Aires.
La chacarera Ayayítay ha sido grabada por Alfredo Ábalos, Carmen Palavecino y otros buenos intérpretes. En esta letra, el autor evoca a quien fuera bombisto en uno de los grupos que integró: el Dr. Luis Billaud. También menciona al Dr. Billaud en el estribillo de la Chacarera del Cantor. El grupo musical en que compartió momentos de gran riqueza musical con el abogado y bombisto santiagueño estaba integrado por Julián Díaz en guitarra, Benicio Díaz en bandoneón, Sofanor Díaz en bordoneos de guitarra, Mario Arnedo Gallo en piano y Luis Billaud en bombo.
En sus letras, Mario Arnedo Gallo intercaló inteligentemente palabras y dichos bien santiagueños, incluso en quichua, y nombró lugares de nuestra provincia. Así nos despierta la necesidad de saber dónde es Sumamao, Quebracho Coto, Tipiro; qué quiere decir chujchalita, pitar, huayra múyoj, cachi pampa, sumameño, ockoti, tuscal, cajchi, ojo al charqui… Nos enseña que todos los seres cantan y pide que al cantor lo dejen cantar. Se enamora de la luna que se encarama en el lomo del río para jugar con la espuma. Nos cuenta cómo el silbido del caminante enamorado se quiebra entre suspiro y suspiro.
Todo esto es muy bello para quienes gustan de sumergirse en las profundidades de la poesía. Para quienes gustan del vuelo musical, Don Mario Arnedo Gallo fue un maestro con el piano, creando e interpretando la música del pago que pugnaba por mostrarse al mundo. Si no había un piano, tocaba la guitarra. Si no había guitarra, tocaba el bombo. Si había público, era un un verdadero profesional exhibiendo su arte musical. Si estaba en la casa, compartía la música criolla con amigos o con la familia, mientras sus hijos iban creciendo entre música y poesía.
En su afán por enseñar, fue docente en la Escuela de Arte Nativo en Morón, provincia de Buenos Aires. El arte musical y poético de Mario Arnedo Gallo se proyectó a las nuevas generaciones, que toman sus creaciones y las vuelven a cantar y grabar. Uno de sus hijos es un reconocido músico en otro género musical que se muestra gustoso de volver al folclore que le inculcara su padre.
Seguramente la zamba Salavina y la chacarera La Flor Azul son las creaciones más conocidas de Mario Arnedo Gallo. Es justo recordar que en el ambiente en que se desenvolvía, el intercambio de ideas, acordes y frases era habitual. Esa pléyade folclórica que compartió horas y horas con el músico santiagueño en Buenos Aires, en Santiago, Santa Fe u otros lugares de la Patria, fue un grupo de notables creadores que enriquecieron el cancionero popular argentino contribuyendo a cimentar nuestra identidad cultural. Nos referimos a Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Los Hermanos Ábalos, Félix Dardo Palorma, Eduardo “Negrín” Andrade, Abel Figueroa, además de los grandes músicos nombrados antes y otros que en este momento se nos pierden cual pelusitas de totora.
El gran músico y letrista santiagueño Mario Arnedo Gallo supo escribir para todo público que se interesase por el canto criollo. Tuvo la capacidad suficiente para en la zamba Salavina cantar al sol cuando con su magia deja florecido de oro el tuscal, y para contarnos en la chacarera La Yuya (llulla) que el santiagueño recién llegadito a Buenos Aires se dio cuenta del “equivoco”, por que a veces no comía… y al otro día tampoco.
El 15 de Mayo, Don Mario Arnedo Gallo cumpliría 96 años de edad. Evoquemos su canto santiagueño, para que nunca más cante sin ser escuchao.
10 de Mayo de 2.011.