"Doctor, si me toco aquí me duele", dijo el paciente. Enseguida, el médico le indicó: "Entonces, no te toques."

Éste es uno de tantos hechos cómicos que en Santiago del Estero se atribuyen a un médico que se veía distinto a lo que uno está acostumbrado. No andaba en automóvil, sino en bicicleta. No andaba vestido con traje y corbata, sino que vestía ropas simples que incluían un descolorido saco de loneta, de obrero ferroviario. No frecuentaba los cafés del centro, sino que solía pescar en el Río Dulce, conversar con los pescadores, ripieros y otra gente sencilla.

Si una persona no responde a los padrones que la sociedad tiene aceptados como normales, puede ser puesta en ridículo y recibir una herencia no deseada de anécdotas risueñas.

En general hay pocos datos respecto al médico pescador. Lo accesible es un anecdotario de origen popular cuya veracidad es dudosa. Así es como le adjudican hechos por demás extraños, como el caso de los periodistas que fueron presurosos a entrevistarlo al saber que estaba ocupado en un trasplante, para encontrar al galeno con las manos llenas de tierra por que estaba trasplantando tomates de un almácigo a la huerta.

Otro caso sería el de cuando la secretaria le había dicho que un paciente lo llamaba a domicilio y el médico le dijo que preparase la bicicleta. Al decirle la mujer que era urgente, le pidió que saque la bicicleta de carrera.

También cuentan que a un joven con dolor de abdomen, estaba por operarlo de apendicitis sin siquiera revisarlo antes. El paciente, antes de que lo desvistan para prepararlo, alcanza a decirle: "Doctor, ya me han operado de apendicitis, hace cuatro años." Entonces el médico pescador le dice: "¡Ah! Has creído que era en serio ¿quenó?"

Otro caso que se le adjudica al médico pescador es el de un paciente que no digería los alimentos y se lo había planteado así: "Doctor: En el baño suelto lo mismo que he comido. Si como arroz, sale arroz. Si como carne, sale carne." Entonces el médico le habría indicado: "Tienes que comer exactamente eso que quieres que salga." Debe ser mentira.

También dicen que una tarde de invierno, a orillas del río que estaba con poco caudal y no invitaba a pescar, estaba el médico relatando para un chipaquero: "… y ahí le he abierto la panza con el bisturí. El pobre tenía el estómago totalmente vacío…" Entonces se aproxima un curioso y pregunta: "¿Era un paciente, Doctor?" A lo que le responde: "No, un bagre."

Había quienes decían que su título de Médico era falso. Había quienes decían que era un buen médico pero que no ambicionaba bienes materiales, por eso vestía con simpleza y pasaba sus tardes pescando. Su humildad lo llevaba a relacionarse más con los otros pescadores que con sus colegas y gente de buen pasar económico.

Hay relatos que lo muestran como un buen profesional. Uno dice que a los ripieros y gente pobre con los que conversaba en el río aconsejaba bien, pero que a los aprovechadores que lo consultaban solo por que lo habían encontrado de casualidad, les decía que se quitasen la ropa para revisarlos ahí mismo… o que fueran al hospital, donde había los elementos necesarios para una buena atención. Otro relato dice que el alma de un santiagueño recién fallecido había pretendido entrar al Cielo, pero no estaba en la lista de ingreso, por lo que fue enviada al infierno. Ahí tampoco figuraba en la nómina de nuevos huéspedes. Revisando en todos los archivos de ambos lados, descubrieron que ese santiagueño tendría que haber fallecido hacía varios años. Entonces, el recién llegado aclaró: "No he muerto antes por que me atendía el médico pescador."

Y así hay todo un anecdotario, basado en la realidad o inventado por los chuscos, pero el médico que en este caso llamamos El Médico Pescador ha vivido en Santiago del Estero y ha recorrido las calles en bicicleta con sus cañas de pescar, rumbo al Río Dulce. Pasados varios años de su fallecimiento, aún es recordado como uno de los personajes que han marcado huellas en nuestro pago.

La simplicidad y la cortesía suelen prestarse a confusiones, sobre todo en la gente que está acostumbrada a doblegarse ante la prepotencia y la altanería de los que se muestran fuertes, para luego mostrarse altaneros y prepotentes con los que parecen débiles. El Médico Pescador, el Doctor cortés y humilde, hombre de pueblo, no deja de ser alguien misterioso. No hay demasiados datos disponibles públicamente respecto a su persona. Está su familia, pero es mejor dejar que sigan tranquilos como lo deseaba su antecesor.

Si el criollo médico pescador era un buen profesional o no, ya está más allá de las posibilidades actuales para opinar sobre su accionar. Si ha sido una persona poco hábil para el título que detentaba, lamentablemente no ha sido el único ni último caso. También es penoso pensar que si hay falsos profesionales o profesionales poco idóneos, no ocurre solamente en nuestra provincia.

Si nos ponemos a buscar personas inhábiles para los puestos que ocupan, encontraremos muchas, lamentablemente. Pero hay que ser cautos, por que en el espejo puede encontrarse también un usurpador de títulos y honores. Debemos tener cuidado con lo que tocamos, pues puede dolernos.

Al Doctor cortés, amable, simple y campechano, lo recordamos más que nada como alguien enamorado de ese Río Dulce que no solo cobija bagres, dorados, socos o tarariras, bogas, sábalos, mojarras, ochoghos, garzas, chorlitos y pájaros varios, sino también recuerdos de gente que supo recorrerlo por su costa o su cauce, disfrutando de la brisa, del sol, del olor a challua, de los sonidos de la Naturaleza o de la conversación amable con otros amantes del milenario Mishqui Mayu. Era alguien que gustaba de la vida con salud.

06 de Abril de 2.011.