“…el mortero del Oculto muele recuerdos de antaño.” En general, hay pocas referencias a este animalito que, como su denominación en nuestra región lo indica, no es visto habitualmente. La letra de la chacarera La Ayunchera (Oscar Segundo Carrizo y José Ricardo Santillán) dice en pocas palabras que el sonido que nos entrega el oculto se parece al del golpe del mortero. Especialmente en las calurosas siestas veraniegas, uno puede escuchar en el campo su reclamo grave y repetido que suena como “Tucutuc” o “Cucucún”. Por momentos hace pausas y vuelve con una serie de golpes sonoros espaciados, como si fuese “Tuc, tuc, tuc, tuc, tuc, tuc.”
En Santiago del Estero se lo puede escuchar en las pampas escasas de vegetación. Se puede ver la cuevita pequeña y abierta si está abandonada, pero con la boca tapada de tierra blanda si está habitada. En ocasiones se puede ver los minúsculos puñados de tierra que el animalito arroja fuera de la madriguera mientras la está cavando o ampliando. También se puede ver a veces su cabecita apenas asomando y volviendo a entrar rápidamente, cual soldado cuidando su trinchera.
Si percibe alguna presencia cercana, queda dentro de la cueva en silencio. Cuando no detecta pisadas cercanas se entrega a sus tareas o a su letanía que resuena bajo tierra. Es muy difícil encontrarlo a campo abierto.
Nos estamos refiriendo a un pequeño roedor que existe en nuestro continente, al sur del Trópico de Capricornio. Se pueden encontrar distintos exponentes de este género en el sur de Brasil, en Uruguay, en toda Argentina y en Chile.
En general tienen un tamaño similar al del Ckoy o Conejillo de Indias, son de color marrón y sus dientes incisivos suelen ser de color naranja. Estos dientes son grandes y fuertes, como en todos los roedores. Las orejas son pequeñitas. Las uñas son fuertes y filosas, aptas para cavar. Aparentemente, los ocultos se alimentan de raíces y tallos de diversas especies. Es probable que coman hojas de plantas muy cercanas a la boca de su guarida. Parece ser que los ocultos evitan las zonas arboladas para no tener el obstáculo de las raíces gruesas.
Algunos pobladores rurales, por que escuchan al oculto en los descampados de los cementerios, afirman que este animalito come cadáveres sepultados. Es una creencia errónea, pues no es un animal carnívoro ni carroñero, sino que es herbívoro.
Por su vida sigilosa, casi todo el tiempo bajo tierra, el oculto está a salvo de los predadores. Parece ser que escucha con mucha facilidad los pasos de cualquier persona o animal que se aproxime a su madriguera, lo que hace que acalle su golpeteo vocal y vaya hacia las galerías más profundas. Cuando se asoma fuera de la cueva, lo hace muy brevemente para no exponerse al ataque de alguna ave de rapiña. Los ofidios son el gran peligro si entran en la cueva, pero si las bifurcaciones de las galerías le permiten al oculto atacar a la víbora desde atrás o por un costado, ésta sufrirá el doloroso ataque de los fuertes dientes preparados para cortar raíces, y de las uñas cavadoras. Es posible que la víbora que entre a atacar al oculto deba escapar al poco tiempo ante la reacción del bravo animalito.
Si el oculto es sorprendido fuera de la guarida y sin posibilidad de un regreso inmediato a la seguridad subterránea, el pequeño roedor atacará al enemigo, por más grande que sea el mismo. Avanza directamente hacia las patas o pies del intruso dispuesto a aplicar una dentellada, mientras grita un “¡Eeecc!” amenazante. Posiblemente esa voz sea igual o muy semejante al monótono sonido que se escucha cuando está bajo tierra y las cuevas hacen de caja de resonancia para su voz.
Si mencionamos en otros lugares al oculto, o ucultu como dicen muchos de nuestros paisanos, es posible que no sepan bien de qué estamos hablando. En las provincias del sur de Argentina, lo llaman Tuco tuco, en alusión al sonido que emite. En algunas zonas, que abarcan las provincias de Córdoba, San Luis y La Rioja, lo llaman Ultutuco o Ututuco.
Algunos naturalistas han observado que la especie patagónica lleva una vida en comunidad que llama la atención, donde las hembras se ocupan de todas las crías, propias o de compañeras de madriguera. Parece ser que los machos también cuidan a los pequeños ocultos o tuco tucos. La unión les da la fuerza necesaria para que la especie sobreviva en esas frías y duras tierras.
Cerca del Río Dulce, donde ahora está la Nueva Costanera, solía escucharse al oculto. Ahora, con el ruido y el movimiento de vehículos, se ha alejado del sector. Se lo puede escuchar en cualquier lugar donde haya pampas o abras y escasa actividad humana.
La expansión del ser humano achica permanentemente las zonas habitables para los animales. Como ellos no pueden hacinarse, ante la falta de espacio se reduce la cantidad de individuos para cada especie. En general, el retroceso de la vida natural es una consecuencia lógica ante el avance de la actividad humana. Además, con el crecimiento del espacio necesario para la vida moderna, con sus grandes basurales, con sus nuevos desiertos cementados, con la diseminación de productos químicos peligrosos en el aire, la tierra y las aguas, cada vez está mas difícil la supervivencia para los seres animales, vegetales y humanos.
El desmonte y la contaminación no son prácticas nuevas, pero sus efectos se van sumando y acumulando a lo largo de los años. A la vida le queda poco espacio donde ocultar sus exponentes.
El oculto continúa pacientemente golpeando un mortero imaginario y sonoro, donde muele recuerdos de esos tiempos en que todos vivíamos en armonía con la Naturaleza. Tiempos cada vez más difíciles se avecinan si siguen desapareciendo las especies.
El tuco tuco, ultutulco o ututuco sigue en retirada, esperando tiempos mejores mientras aguanta fiel a su hábito y a su nombre: Oculto.
04 de Enero de 2.011.