“Yo he conocido esta tierra, en que el paisano vivía…” decía José Hernández por boca del gaucho Martín Fierro. Y verdaderamente conocía las tierras donde vivía el gaucho. El periodista, escritor, político y hombre de lucha, recorrió toda la región de la Pampa Húmeda, Uruguay, sur de Brasil e incluso algo del Noroeste Argentino.

El gaucho, el criollo jinete habitante de las extensas planicies, era parte del paisaje. Con los cambios que ha traído el progreso, muchas cosas se han modificado, pero el criollo sigue siendo parte de la tierra, incluso parte de su paisaje.

Así como el gaucho se confunde con el paisaje, del mismo modo José Hernández se confunde con Martín Fierro. El Hernández andariego y luchador cabalga lado a lado con el gaucho Martín Fierro. Ambos conocen las injusticias. Ambos reclaman respeto para el gaucho, por que de adentro les brota que no tiene patriotismo quien no cuida al compatriota.

Al gaucho José Hernández le salen en verso las quejas de la paisanada. Son quejas contra la arbitrariedad, la injusticia, el robo, el abuso de poder, etc. Martín Fierro nos muestra la tierra en que el criollo vivía, donde era un orgullo ver jinetear a un paisano. Nos hace ver cómo las miserias humanas , en cualquier ámbito, entorpecen el desenvolvimiento de la Patria.

El gaucho se rebela; quiere hacer frente a las injusticias, pero superado por las tramas malévolas, decide irse del pago en busca del anhelado buen trato. El afán andariego del criollo se observa en las distintas provincias y hasta la actualidad. Martín Fierro y el Sargento Cruz emigraron hacia las tolderías en busca de un trato igualitario. Nuestros paisanos actuales emigran en busca de oportunidades laborales o para estudiar.

Así como Fierro y Cruz hicieron rápidamente sus planes y fueron concretando el viaje entre trote, galope y descansos a campo raso, el criollo actual planifica en cierto modo, o por lo menos se ilusiona y se entusiasma con el viaje hacia las nuevas oportunidades.

Generalmente, cuando un santiagueño emigra de su provincia, en el momento de la partida lo acomete el apego por su terruño, y suele brotar el llanto como lo expresa Julio Argentino Jerez en Añoranzas. Es lo mismo que le ocurrió a Martín Fierro cuando creía dejar definitivamente la tierra de criollos para ir a vivir con los pampas: “le dijo Cruz que mirara las últimas poblaciones, y a Fierro dos lagrimones le rodaron por la cara.” No es sentimentalismo; es el alma arraigada en un lugar; es dolor interior y la sensación de estar abandonando a los suyos, o perdiéndolos.

El paisano no puede estar indefinidamente en tierras lejanas. La nostalgia lo puede, lo vence, le gana, y tiene que volver, en algún momento tiene que volver. Martín Fierro también pasó por eso. No podía seguir viviendo entre gente extraña a su modo de ser y de vivir. Ilusionado, vuelve al pago para descubrir que, en el fondo, nada ha cambiado. Para colmo, sus errores del pasado vienen a cobrar viejas deudas.

Mas no todo ha de ser tristeza y penurias en la vida del criollo. Tiene la música, el canto, el baile, los cielos estrellados, el galope libre por los campos, las mateadas con amigos, y el reencuentro con sus hijos.

Los hijos le cuentan que tuvieron sus buenos momentos, pero que también conocieron la injusticia, los estragos causados por el pequeño poder, y el servilismo practicado o fomentado por los miserables.

El principal exponente de la “viveza criolla” es el Viejo Vizcacha. Hábilmente, el poeta Hernández le otorga un fuerte protagonismo en su obra cumbre. El renegado y ladrón al que llamaban Vizcacha debe hablar en nombre de los calculadores, de los que son despiadados pero que no dudan en humillarse cuando consideran que les conviene.

El Viejo Vizcacha es otro reflejo de una parte de nosotros mismos. Es necesario leer bien el ameno poema gauchesco para no confundir los dichos del padre que da consejos con las incitaciones del taimado Vizcacha.

De cara a la realidad y los conocimientos actuales, uno puede encontrar que Fierro es un instrumento de desprecio hacia los indios y hacia los extranjeros. La realidad es que José Hernández refleja en su personaje el modo de pensar del gaucho de esos tiempos.

La terrible descripción de los pampas se basa en comentarios de la época, justamente cuando el criollo estaba en el medio de la lucha por la expansión de las estancias y la rebeldía de los habitantes de esas planicies. Los malones fueron verdaderos, como fueron verdaderos el despojo y exterminio de que fueron objeto los pueblos originarios. El gaucho fue un instrumento ejecutor de lo que estaba decidido por quienes mandaban.

El libro titulado El Gaucho Martín Fierro fue publicado en 1.872, La Vuelta de Martín Fierro en 1.879. Pero Martín Fierro nació el 10 de Noviembre de 1.834, cuando nació José Hernández. Crecieron juntos, y hoy Martín Fierro cabalga por todo el mundo, expresándose en distintos idiomas.

El legado de José Hernández no es solamente el Martín Fierro, pero Martín Fierro representa al buen criollo argentino, es parte de nosotros, en un constante andar por los caminos del terruño en busca del trato justo.

El Día de la Tradición debe seguir siendo nuestro homenaje permanente al luchador José Hernández y a ese Martín Fierro que tiene mucho de nosotros mismos.

La lucha hernandiana debe seguir. Los reclamos de Martín Fierro, lamentablemente, siguen vigentes. Debemos erradicar de nosotros esos males que conocemos todos. No es para mal de ninguno, sino para bien de todos.

09 de Noviembre de 2.010.