“Atamishqui, a todos atas/ pero desatas coplas de amor…” Felipe Corpos sentía un cariño especial por Villa Atamishqui, su gente, los alrededores, toda esa zona rica en tradiciones de los tiempos en que solo se hablaba un poco de castellano entre tanto quichua. Iba a la villa un fin de semana y volvía a Santiago pletórico de vivencias. Por eso decía que recordar a Atamishqui le dejaba en la boca ese agridulce de la alegría de haber estado y la pena por tener que volver (“Dos cosas traigo en mi boca:/ una patalcka, otra mishqui/ y una callana de coplas/ cuando recuerdo a Atamishqui”). Algo así sentía por los distintos pagos santiagueños que visitó, y consiguió expresarlo acabadamente.
Felipe Corpos nació en el Departamento Figueroa, en un mes de Agosto. Orgulloso de su condición de shalacu (del Río Salado), proyectó sus acciones y creaciones procurando expandir la cultura santiagueña hacia el horizonte, y hoy es uno de los mayores exponentes de nuestro folclore nacional.
Felipe Corpos está entre nosotros. Desde su nacimiento en Agosto de 1.935 está con nosotros. En la infancia su vida fue como la de cualquier otro changuito santiagueño, para el que hasta las obligaciones son un juego. Así crecen y después, un poco por influencia familiar y otro poco por los anhelos que van germinando en el interior del chango, salen en busca de trabajo o de estudios.
En el caso de Corpos, la decisión y las posibilidades apuntaron hacia los estudios. Es así que el joven santiagueño partió hacia Córdoba para intentar una carrera de Derecho. No llegó a obtener el título universitario, pero volvió a Santiago con la formación cultural suficiente como para encauzar los fuegos interiores que reventaban en coplas e ideas creadoras.
La poesía de Felipe Corpos es, a nivel popular, lo más notorio de su obra, pero es menester indagar para conocer y divulgar sus desvelos por concretar diversas inquietudes respecto a nuestro modo de ser y saber como pueblo santiagueño. Dentro de esa lucha por nuestra personalidad santiagueña, organizó encuentros, debates, reuniones, viajes grupales, condujo espectáculos criollos… sin dejar de compartir las coplas que emergían desde lo profundo de su ser.
La copla es algo inherente a nuestra condición de criollos. La poesía en forma de coplas nos llegó desde España. Los copleros andaluces mostraban la potencia vocal aprendida de los moros y el desenfado de los gitanos, y así surgió o se modificó el canto del sur de España. Andalucía ha sido el paso obligado de las expediciones españolas hacia América. Los navegantes ideaban y cantaban sus coplas en las largas travesías.
Como herencia de España y de nuestros antepasados de estas tierras, surgió el canto criollo. Las coplas criollas conforman nuestras chacareras, zambas, vidalas, y casi todo el cancionero popular argentino.
Nos cuentan que Felipe Corpos nunca se preocupó por registrar sus creaciones en los organismos correspondientes. Como era un gran lector, seguramente había leído a Antonio Machado y concordaría con el aserto del poeta español: “Procura tú que tus coplas/ vayan al pueblo a parar,/ aunque dejen de ser tuyas/ para ser de los demás.”
Cuentan que Corpos gustaba recitar obras de esos grandes poetas, como Pena y Alegría del Amor, del andaluz Rafael de León. También gustaba de poner letra a temas instrumentales y cantarlas alegremente en el momento, aunque después no volviese sobre la misma letra. Eran solo travesuras ocasionales en ruedas cancioneras. Otro de sus placeres era compartir el canto repentista, improvisado. Era un coplero y payador.
El encuentro con Don Sixto Palavecino en un ómnibus urbano y el nacimiento de una amistad vitalicia es un gran hito en la historia folclórica. De las largas conversaciones entre esos amigos, compañeros, compadres, casi hermanos, surgieron valiosas ideas, como la de formar un grupo humano para cultivar la lengua quichua desde la única radio que había en nuestra provincia. De esa idea surgió hace más de cuarenta años el Alero Quichua Santiagueño. Corpos tomó la conducción de la audición radial, y logró que cada uno de los integrantes del grupo nativista pudiese exponer y potenciar sus aptitudes. Con un equipo bien conformado, pudo discutir nuevas ideas con esos sus pares y seguir llevando adelante el proyecto cultural folclórico.
Siempre bien relacionado en el ambiente santiagueño, Felipe Corpos comandó la grabación de un disco por parte de algunos integrantes del Alero Quichua. La aceptación por parte del sello discográfico había sido conseguida por el gran cantor santiagueño Alfredo Ábalos, estrechamente ligado a los creadores de nuestro Alero.
Después vendrían tres grabaciones más, siempre con la finalidad de documentar en forma sonora el canto criollo santiagueño y la lengua quichua en forma de cantos, diálogos y relatos.
El quinto volumen fue protagonizado por la filial Atamishquimanta del Alero Quichua Santiagueño: Los Ckoyuyos Atamishqueños y Las Sachaguitarras Atamishqueñas. Después, por muchos años, nuestra agrupación no volvió a grabar como tal. Es que en Diciembre de 1.974 dejamos de contar con la presencia física del conductor.
Felipe Benicio Corpos está con nosotros cada vez que un solista o conjunto canta una de sus creaciones, aunque en muchos casos no sepan bien de quién son esos versos densos, decidores, sentidos o chispeantes y picarescos.
Felipe Corpos está cada vez que lo evocamos en la radio, en las conversaciones, en la necesaria recordación de su capacidad organizativa, que debe servirnos de ejemplo para seguir llevando adelante el proyecto cultural tradicionalista.
Felipe Corpos está con nosotros. El Lunes 23 va a cumplir setenta y cinco años de afanes por este querido Santiago del Estero cantor y quichuista. Estemos con él.
17 de Agosto de 2.010.