¿Cómo hablamos los santiagueños? Interesante la pregunta, y con muchas posibles respuestas.
Podemos decir, por ejemplo, que depende de la zona santiagueña de que estamos hablando. También habría que diferenciar entre la gente “de antes” y la de ahora.
Cerca de los límites interprovinciales se percibe la influencia de las otras provincias en el habla de nuestra gente, en muchos casos por que escuchan radios y ven canales de televisión de esas provincias; también por que los centros urbanos de ellas les resultan más cercanos que la capital de Santiago para trabajar, estudiar o buscar atención médica. El vocabulario y la tonada no cambian abruptamente de una provincia a otra. Hay una gran zona de transición, donde se nota la mezcla de costumbres orales.
En muchos lugares de la provincia uno puede encontrar personas mayores que hablan con toda naturalidad la lengua quichua y un buen castellano, conviviendo con sus descendientes que generalmente niegan saber hablar quichua, aunque por ahí se les escapa una palabra o una reacción ante algo escuchado en su lengua materna. Cuando están lejos del pago y los ataca la nostalgia, o cuando llegan a la edad en que se desembarazan de frivolidades, vuelven a sus tradiciones, a su habla materna, a su tierra. Aunque sea en el pensamiento y en los sueños, vuelven.
En general, los santiagueños que viven en grandes centros urbanos, lejos de nuestra provincia, se agrupan en centros de residentes. Allí se sienten como en el pago, aunque sea por pocas horas durante la semana o el mes. Ahí demuestran que son capaces de grandes realizaciones. Hacen encuentros festivos, organizan viajes para las fiestas tradicionales de Santiago o envían ayuda material para el pago. Suelen mostrarse mucho más activos en tales centros que cuando están en su tierra. Además, su habla se vuelve más santiagueña en esos puntos de encuentro.
Algo que uno puede observar en distintos lugares de nuestra provincia y de todo el país, recurriendo a la memoria para evocar lo que escuchó durante su vida, es cómo va mudando el habla de nuestra gente. En nuestro país, Buenos Aires tiene el mando en muchas cosas más que en lo económico; una de ellas es el habla.
Los paisanos de la Provincia de Buenos Aires han ido cambiando su habla característica para adoptar, casi sin darse cuenta, la pronunciación y parte del léxico portuario. Las provincias vecinas han ido incorporándose al modo de hablar de la gran ciudad gringa.
Prácticamente no hay provincia argentina que no envíe hijos a servir en Buenos Aires a cambio de una parte mas o menos proporcional de lo que la capital nacional se lleva. Esto trae mejoras en la economía de la familia del migrante, pero hace estragos en su modo de ser y hablar de provinciano auténtico. Santiago del Estero no es una excepción de esta triste realidad. Es una de las provincias que más contribuye con mano de obra para la ciudad porteña.
La televisión, con un contenido mayormente manejado desde Buenos Aires, indica directamente en la mesa familiar cómo hay que vestirse, cómo hay que pensar, cómo hay que hablar y qué hay que decir. La televisión manda. Desobedece quien se da cuenta y quiere seguir firme en lo suyo, en lo de los suyos.
La rr arrastrada de provincianos está retrocediendo ante el habla aporteñada. Posiblemente ellos pronuncian bien esta letra, pero… ¡suena tan linda la rr en el habla del verdadero santiagueño!
Y todo esto no es solamente un cúmulo de argumentos de santiagueños nostálgicos por un pasado que parece haber sido mejor y que no volverá para mostrarnos que no es tan así. Es que en esta época del año tenemos muchas más posibilidades que durante los otros meses para conversar con gente de todo el país que se interesa por Santiago y su gente.
El santiagueño que vuelve luego de una larga ausencia, al igual que el visitante de cualquier lugar del mundo que viene a Santiago, viene buscando un Santiago parecido a Santiago, y a nada más que a Santiago. Eso no quiere decir que el viajero quiere llegar a un lugar pobre y atrasado… No, de ninguna manera. Todos queremos lo mejor para esta tierra llena de magia. Lo que se reclama de los santiagueños es mantener y reforzar su condición de santiagueños, fundamentalmente en el habla, la que no debe ser por ello incorrecta, sino que debería sonar tal como sí misma: como el habla del santiagueño.
El vocabulario escrito es muy importante también, no sólo por lo que hace a nuestra personalidad individual o colectiva, sino también por una cuestión estética. Es un absurdo ver paisanos de todo el país marchando al son de bombos y portando banderas argentinas, pero rodeados por carteles de locales comerciales escritos en inglés. ¿Será que esos señores expulsados de Buenos Aires en 1.806 y 1.807 por los vecinos, finalmente están adueñándose del comercio santiagueño? O, peor aún… ¿estarán adueñándose del corazón de los parientes y vecinos de los muertos y heridos de Las Malvinas?
Cómo Habla el Santiagueño y el Argentino es el título de un valioso libro del inolvidable Profesor Elvio Aroldo Ávila. Al libro hay que leerlo y analizarlo, comparando cada uno con lo que conoce y así asistir a las mudanzas que tienen los modos de hablar mientras transcurren los años. Para referirnos al gran educador y luchador cívico santiagueño, necesitaríamos más espacio, por lo que trataremos de utilizar en otra ocasión un artículo completo referido exclusivamente al Profesor Ávila.
Así como cada día nos miramos al espejo para peinarnos y prepararnos para salir, también tenemos que escucharnos para saber si seguimos pareciendo ser nosotros mismos, o una caricatura de otros.
14 de Julio de 2.010.