“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale , lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía.”
Estos interesantes y significativos pensamientos vertía Mariano Moreno en La Gazeta de Buenos Ayres, como prólogo de su traducción de El Contrato Social, de Rousseau.
Eran tiempos de revolución, de cambios. Habían pasado apenas dos décadas desde la Revolución Francesa. La situación en España era confusa. Buenos Aires había rechazado dos invasiones inglesas hacía muy pocos años, y el Cabildo porteño acababa de destituir al Virrey español.
La Primera Junta de Gobierno Patrio, con Mariano Moreno como Secretario de Guerra y Gobierno, entre otras disposiciones no menos importantes determinó que era necesario tener informada a la población respecto a los acontecimientos internos y del exterior del país. Especialmente, el pueblo debía estar enterado de la conducta de sus representantes. Para ello fue creado el periódico La Gazeta de Buenos Ayres, con publicación semanal.
El primer número de La Gazeta de Buenos Ayres salió el 7 de Junio de 1.810, siendo así el primer periódico argentino. En homenaje a ese histórico acontecimiento, cada 7 de Junio es el Día del Periodista en nuestro país.
Desde el periódico oficial, Moreno puso énfasis en la libertad de pensamiento y en la publicidad de los actos de gobierno. Con los vaivenes propios de la particular historia argentina, podemos comprobar que, con casi todas las variantes imaginables, tales criterios han seguido vigentes a lo largo de docientos años de periodismo argentino.
Quienes publican algo, siempre tienen límites impuestos por las leyes, por las normas de convivencia propias de la sociedad en que vive, o por el propio criterio de quien hace la publicación. Esos límites pueden ser fijados por razones de seguridad, de respeto a las personas e instituciones, o por la moral y las costumbres de la comunidad.
En los tiempos de La Gazeta, las limitaciones eran fundamentalmente de orden moral y de total respeto a la causa libertaria nacional. Con el correr de los años, hemos presenciado limitaciones generalmente dirigidas a no enfrentar los intereses de los grupos encaramados en el poder político.
En cuanto a la moral y las buenas costumbres, generalmente las publicaciones gráficas y los medios de difusión oral son un reflejo de la moral y la educación mayoritaria de la población. Ello se puede observar, sobre todo en los archivos escritos, prestando atención al vocabulario, al estilo de redacción, a la ortografía y a los temas abordados por los distintos medios periodísticos a lo largo de los años. Si uno no tiene oportunidad de acceder a tales archivos, la memoria puede ser de gran ayuda para comparar lo leído en distintas épocas de la vida de uno.
A medida que crece el ser humano que vive en una comunidad, va escuchando y leyendo distintos tipos de afirmaciones, tanto en la vida de relación cotidiana como en los medios de comunicación masiva. En muchos casos, la persona comienza sorprendiéndose por casi todas las noticias y comentarios, verdaderas novedades para su poca experiencia. Con el paso del tiempo y la comparación entre las informaciones acumuladas en su memoria, comienza a ser más objetivo y a estar más atento a lo que le dicen, para evitar ser engañado y dirigido hacia rumbos errados.
Hay todo tipo de información disponible, cada vez más, a causa de la tecnología que permite comunicarnos cada día con mayor facilidad y a distancias cada vez mayores. La información que más puede llamarnos la atención es la que más excita nuestros sentidos. Ese factor es decisivo en los casos de grupos interesados en distorsionar o dirigir la información que llega a la gente.
Hay un relato interesante de un autor internacional, donde dice que en una granja dominada por cerdos, las ovejas eran las encargadas de balar con fuerza cada vez que algún animal comenzara a decir algo inconveniente para los suinos. Hay que estar atentos para aprender a escuchar bien la enorme cantidad de información que a diario estimula nuestros sentidos, así podemos diferenciar entre los comentarios o informaciones interesantes y los que son simples balidos dirigidos a distraer la atención. Ello se puede conseguir con la práctica a partir de la firme intención de lograr percibir las diferencias entre lo interesante y lo vano.
Cada uno de nosotros debe percibir si el lenguaje procaz, si los chismes y banalidades, si los espectáculos basados en deportes profesionales, si las disputas por poderes temporarios… son información que nos va a ilustrar, va a aumentar y mejorar nuestros conocimiento de los hechos, de lo que valemos, podemos y merecemos, o son simples maniobras para distraernos cual balidos vacíos de mensaje.
El periodista, el comunicador social, tiene en sus manos la posibilidad de hacer algo importante para la Patria. También tiene la posibilidad de hacer algo muy práctico y simple para recaudar plata. Muchas personas torcemos nuestro rumbo casi sin darnos cuenta, poco a poco. Algo así puede acontecer con quienes han elegido tomar el papel y la tinta, para que la prensa imprima en la consciencia del prójimo lo que él desde su noble profesión divulga. Hay que estar atentos todos, para cuidar la fidelidad a los objetivos planteados como comunidad. Debemos velar por la fidelidad propia y la de nuestros hermanos.
Si no cuidamos de los valores éticos en nuestras propias actividades, mal podremos esperar que una única profesión sea honrada por quienes la practican. Debemos cuidar la salud moral del gran organismo que forma la comunidad en la que vivimos.
Los medios periodísticos deben constituir los órganos sensitivos de la comunidad. Si la comunidad está sana, el periodismo estará sano. Si no… hay malas noticias para todos nosotros.
01 de Junio de 2.010.