Patriarca es un padre de familia que conduce a mucha gente, como conduciría a sus hijos. Es un hombre con capacidad y merecimientos como para ser guía de su prójimo. El patriarca es un líder natural. Es alguien a quien uno sigue, confiando en que no va a equivocar el rumbo.
Folclore es una palabra de origen inglés incorporada al idioma castellano, que podría definirse como “saber popular”. Quienes nos desvelamos por el folclore argentino, en ocasiones nos enzarzamos en discusiones sobre qué alcances tiene la palabra folclore, sobre qué se puede considerar folclórico y qué no merece ser considerado folclórico. Las actividades humanas, sobre todo las que tienen un alto contenido emocional, son difíciles de definir y delimitar con exactitud.
En cualquier foro de discusión, si se plantea la pregunta: “¿Don Andrés Chazarreta es el Patriarca del Folclore Argentino?” Con seguridad, la respuesta va a ser un SÍ rotundo, inmediato y definitivo.
Es que el docente y músico santiagueño Andrés Chazarreta ha recorrido la provincia, ha compartido distintos momentos con la gente de los montes y campos de Santiago del Estero. Ha conocido la sabiduría y los sentimientos de la gente simple. Ha anotado en el papel y grabado en el corazón sus vivencias camperas.
Cuando todo estuvo maduro, armó la Compañía de Arte Nativo con la intención de hacer conocer al país lo que había aprendido de la riqueza del saber popular santiagueño. Su noble emprendimiento estuvo signado en un comienzo por el desprecio de las ciudades hacia lo que viniese de los tierrales del “interior”. Por coherencia con tal desdén hacia lo nuestro, se consideraba culto y valioso solamente lo que viniese del exterior.
Fue difícil para el maestro Chazarreta conseguir que el público de Santiago… sí, de Santiago, tuviese la oportunidad de ver a los músicos, cantores y bailarines de su grupo nativo interpretando el sentimiento popular. Pero, una vez que el pueblo presenció la actuación de la gente de Don Andrés, sintió que se veía a sí mismo expresándose en cada música traída desde lo más profundo de ese interior provincial ignorado pero intuido en el interior de cada santiagueño.
Tucumán también fue difícil en un comienzo, hasta que el público “descubrió” a Don Andrés Chazarreta y su conjunto. En Buenos Aires aconteció mas o menos lo mismo, pero por ser la ciudad que comanda a la nación, la consagración allá fue definitoria. Y no fue solo la consagración de la Compañía de Arte Nativo de Don Andrés Chazarreta, sino la consagración del folclore nacional, que a partir de la patriada del insigne santiagueño pasó a ocupar un lugar importante en la vida del pueblo argentino.
Una parte importante del saber y del sentir del pueblo santiagueño es la lengua quichua. El quichua está en el habla cotidiana del santiagueño, incluso del que cree no saber nada de quichua. Cuanto más entramos en los montes, y cuanto más ahondamos en el tiempo, el quichua santiagueño fluye con más fuerza, como un manantial de sabiduría.
Don Sixto Palavecino nació y creció en ese Santiago del Estero profundo, en Barrancas, en Salavina, en el pequeño poblado, en los montes tupidos. Sus progenitores eran quichuistas del Siglo XIX. Sus hermanos nacieron junto con el Siglo XX. El ambiente familiar y de todo el entorno en que creció Don Sixto fue un ambiente sachero (montaraz), quichuista, criollo, auténtico, de gente franca y sin dobleces. De sus ancestros musiqueros, de su admiración por los músicos de la zona, del monte mismo, Don Sixto sacó la capacidad para interpretar los sentimientos del Santiago profundo y hacerlos música. Tomó su lengua materna y la hizo canto quichua.
Llegado a la ciudad de Santiago, tuvo fuertes dificultades para hacer escuchar su mensaje quichuista. En Buenos Aires, las dificultades fueron mayores. Pero el tesón, la irreductible pasión nativista y el apoyo de su familia, comenzaron a dar sus frutos al músico sachero.
En Santiago del Estero, el apretón de manos con Felipe Corpos selló el pacto para hacer el Alero Quichua Santiagueño aunque fuese solos. El reconocimiento colectivo a la obra y al talento de Don Sixto llegó, tardó pero llegó. Debemos agradecer que el patriarca quichuista haya podido ver y palpar los frutos de esos reconocimientos.
Don Andrés Chazarreta es el Patriarca del Folclore Argentino. Don Sixto Palavecino es el Patriarca del Canto Quichua Santiagueño. El 24 de Abril se cumplen 50 años del fallecimiento de Don Andrés Chazarreta y el primer aniversario de la partida de Don Sixto. Ese día seguramente habrá actos, discursos… palabras, palabras, palabras, muchas con la velada intención de aparecer encaramados en la figura de los Patriarcas.
El pueblo criollo, el pueblo quichuista, ese “objeto” usado para fingir que amamos a nuestra Patria, sabe discernir y diferenciar entre los muchos oradores y los pocos hacedores, aunque no lo esté diciendo a cada rato.
Los Patriarcas que homenajeamos fueron hombres de acción, no hombres de discursos. El pueblo quichuista, el pueblo tradicionalista, aunque silenciado como siempre, sigue esperando un acto de grandeza de la gente que detenta la condición de portavoz del pueblo.
Nuestra historia pendular nos ha vuelto a una situación similar a la que hace varias décadas sufrieron nuestros Patriarcas. Varias voces populares han sido acalladas en el sistema de radiodifusión que pagamos todos, justamente en Santiago del Estero. El Alero Quichua Santiagueño, Estampas Sureñas, Nosotros los Santiagueños, Sapiyman, Las Voces de mi Pueblo… ya llevan más de cinco meses amordazados por la burocracia y la falta de capacidad activa de algunos de los hábiles oradores que pretenderán engañar a la memoria de los Patriarcas.
El pueblo que sigue la senda trazada por estos padres de la familia folclórica no cree en palabreríos. Señores burócratas: Ama llullaychu. No mientan. Mejor hagan algo. Respeten siquiera a los Patriarcas, o a ustedes mismos y vuestra condición de empleados públicos. Sepan retribuir a la comunidad por el sueldo que les paga.
20 de Abril de 2.010.