Por Crístian Ramón Verduc
30/03/2010

Estamos en la semana que incluye el 2 de Abril en nuestro calendario. Dos de Abril, fecha de recordación; fecha de evocación.

02 de Abril de 1.982: La acción militar argentina de ese día en Puerto Stanley fue rápida y contundente. La capital de las Islas Malvinas, la ciudad que en la escuela nos habían enseñado que se llamaba Puerto Stanley, pasaba a llamarse Puerto Argentino. Las Islas Malvinas se reintegraban a nuestro territorio. La Hermanita Perdida que cantara Atahualpa Yupanqui, volvía a casa.

Desde 1.833, las Malvinas y otras islas argentinas del Océano Atlántico estaban invadidas por Gran Bretaña. Periódicamente, nuestro país reclamaba por la restitución, casi como un trámite burocrático más de tantos que agobian a la ciudadanía “civilizada”. El resultado era siempre el mismo: “Hoy no devolvemos, reclame nuevamente mañana u otro día”. La comunidad internacional, consciente del poderío económico y militar de los ingleses, prefería mirar para otro lado o apoyar la postura británica con los argumentos más serviles que uno pueda imaginar. Si Gran Bretaña tiene a los Estados Unidos como aliado, puede hacer o decir lo que quiera, y gran parte de la comunidad internacional le dará la razón.

En Argentina, si se decía algo respecto a esta situación injusta, eso ocurría en las escuelas, en las universidades, en ciertos ámbitos políticos y… vaya uno a saber. Hubo algunos intentos aislados para hacer algo, que recibieron la condena o indiferencia de propios y extraños.

Cada vez que tuvimos conflictos por cuestiones limírofes con “los hermanos chilenos”… ¡Gran Bretaña era el árbitro designado para decidir quién tenía razón! Estaría de más decir quién era perjudicado en cada resolución arbitral de los invasores.

Así esta parte del mundo seguía andando en paz. Teníamos nuestras peleas domésticas, con terribles campañas fraticidas dentro de los países latinoamericanos, con una coincidencia digna de un ballet, pero no había problemas entre países chicos, y mucho menos entre pequeños y grandes.

El 2 de Abril de 1.982, el mundo se sorprendió con la noticia: Argentina había recuperado militarmente Las Islas Malvinas. Todo un descaro. Una falta de respeto. La Unión de Naciones había ordenado permanecer en paz. Sin justicia, pero en paz. Ahora aparecía la paisanada uniformada retirando la bandera británica para izar la bandera argentina. Todo un atropello.

Es bien conocido por quienes leen, que a esa primera acción de guerra siguió una serie de corridas diplomáticas, donde jugaron una serie de lealtades y deslealtades entre países. Perú fue un ejemplo de consciencia latinoamericana. Chile fue otro ejemplo, pero mejor no decir de qué, precisamente cuando está pasando por un mal momento.

Los argentinos leíamos las noticias de la guerra con el entusiasmo y el patriotismo propios de los campeonatos de fútbol que no paraban. Veíamos por televisión las acciones bélicas con el mismo fervor que antes y después pusimos para ir a ver los artistas británicos que vienen a recaudar en nuestros escenarios pampas.

A muchos de nosotros nos dolía que nuestros “soldaditos” tuviesen que pelear contra las tropas del país de los príncipes cuyo casamiento habíamos pagado para ver por televisión el año anterior. ¿Cómo podía ser que estuviésemos en guerra contra el país del lenguaje simple y directo que aún hoy invade nuestro vocabulario por aceptación nuestra?

Sea como sea, entre asados, fiestas, bailes y espectáculos, comentábamos de cómo íbamos ganando la guerra. Éramos campeones del mundo, después de todo.

Dos meses después, el mundo volvía a sus conflictos habituales. Los imperios volvían a ocuparse de sus nuevas conquistas. Nosotros quedábamos discutiendo, culpando siempre a “los otros”, pagando los costos de la guerra y formando fila para seguir enviando dinero a los imperios. Ellos necesitan de nuestro dinero para mantener su sistema de poderío que asegura la calma sumisa de los pequeños.

En Febrero, la noticia impactante ha sido la instalación de una plataforma británica para extracción de petróleo argentino. Hubo quejas nuestras y el decidido apoyo de los demás países latinoamericanos. Por ahí se dijo la palabra ROBO, pero todo eso ya ha sido superado por noticias más urgentes y dramáticas. Las quejas siguen, las manifestaciones de apoyo también, pero la plataforma sigue trabajando tranquila.

Por las dudas, como quien no quiere la cosa, grandes navíos guerreros de los imperios del norte rondan la zona, semejantes a los forzudos que garrote en mano dan seguridad a los que andan haciendo pintadas por motivos banales en nuestras paredes.

Casas más, casas menos… la gran casa que es el mundo, está en orden. Felices Pascuas.

30 de Marzo de 2.010.

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