“…esos vinos guitarreados en un remanso de amigos…” evocaba el bardo santiagueño. El criollo, habitualmente descubre o inventa motivos para la reunión de familia y amigos.
Hay familias que mantienen la tradición del almuerzo dominical en una mesa larga, a cuya cabecera se sientan los mayores.
El trabajo, el desarraigo, los decesos, hacen que muden las costumbres. En muchos casos, esos almuerzos dominicales pasan a ser mas íntimos, de pocos comensales. Pero cada vez que aparece un motivo, se arma la gran reunión de afectos.
Los motivos son variados: Puede ser por que alguien de la casa cumple años, o por casamiento, o bautismo, por un título obtenido, por dar la bienvenida a quienes faltaban desde hace tiempo… lo importante es reunirse, compartir algo de comer y de beber… y la música. La música no falta en las reuniones festivas. Hay música para todos los gustos, pero en los hogares criollos predomina el gusto por el folclore.
Si el dueño de casa es músico o cantor, o está relacionado con los intérpretes de la música criolla, seguro que habrá canto folclórico en esa mesa compartida.
Durante la comida, las conversaciones parecen interminables. Cada uno que llega saluda a todos los presentes en particular, deteniéndose a conversar hasta que los dueños de casa le indican donde debe sentarse, antes de que se enfríe lo que acaban de servirle.
Al poco rato comienzan los cantores a homenajear a los presentes. No todas las conversaciones cesan ante la actuación de alguien. Esto se debe a la ansiedad por recuperar el tiempo de contacto perdido por las largas ausencias. Al final de cada interpretación, todos aplauden, incluso los que estuvieron conversando y aparentemente sin escuchar. Lo que se trata es que no decaiga la fiesta.
Puede ser que la comida que se comparte sea variada y con cierto lujo. Puede ser que haya una única comida y muy simple, igual que lo que se ha de beber, pero nada de eso es muy importante. Importa más en la reunión la celebración de la amistad, del cariño entre las personas, la alegría por estar vivos.
En estos días de finales de año, aumentan las reuniones festivas. Se reúnen a despedir el año los integrantes de clubes, sindicatos, asociaciones, los compañeros de trabajo, etc. Al final de la fiesta, se despiden como si fuesen a emprender un largo viaje, aunque en muchos casos vayan a estar juntos al poco tiempo, e incluso al día siguiente. Es que hay un sentido especial en las despedidas cerca de fin de año. Se está cerrando una etapa.
Aunque la determinación del fin de un año y comienzo de otro responde a convencionalismos, los días de finales de año tienen, en el sentimiento humano, la sensación de que pronto vendrá la oportunidad para comenzar de nuevo con la vida y sus trabajos. Tal vez en el próximo año podamos alcanzar las metas. Tal vez podamos obrar de un modo distinto, más acertado.
El criollo, descendiente de obreros, aventureros, místicos, guerreros triunfantes o derrotados, y de tantas otras vertientes humanas, tiene mucho de niño y busca el asombro o la esperanza en todas las oportunidades posibles. Las fiestas de fin de año son una buena ocasión para la renovación de la esperanza. También son buenas para afianzar los sentimientos de unión familiar y de amistad.
Si pasados los comienzos del año siguiente no hemos conseguido compartir una mesa o un encuentro con alguno de nuestros afectos, ya encontraremos un motivo para invitarlos a celebrar la vida.
22 de Diciembre de 2.009