“Es el pueblo, para asegurar su defensa, el que tiene autoridad para elegir quién habrá de gobernarlo.” Puede concordarse plenamente o no con esta aseveración. Unos podrán afirmar, con toda razón, que la democracia apunta a que el pueblo no sea gobernado, sino servido por funcionarios contratados para determinadas funciones. Otros dirán que gobierno es servicio… y así podemos pasar horas y horas con el tema. Lo llamativo de la afirmación que consideramos, es que fue expresada durante el período colonial.
Quien reclamaba por la autoridad popular era el joven abogado criollo Joaquín Campana, durante la asamblea de vecinos de Buenos Aires en el Cabildo de esa ciudad, el 14 de Agosto de 1.806. En la calle, el pueblo exigía que se destituyese al Virrey español, el Marqués de Sobremonte, y se nombrase en su lugar al héroe de la reconquista de la ciudad, el Comandante Santiago de Liniers y Bremond.
Finalmente, ese día se impuso la voluntad popular. Había argumentos de sobra para que así fuese. Cuarenta y cinco días antes, tropas inglesas habían tomado la ciudad. El Virrey Rafael de Sobremonte se retiró hacia Córdoba. Liniers viajó a Montevideo para organizar la reconquista de Buenos Aires. Desde la Banda Oriental del Uruguay cruzó el Río de la Plata en medio de una sudestada con tropas suficientes, avanzó bajo lluvia hasta la ciudad y, con una gran participación del pueblo, derrotó al invasor.
El 12 de Agosto, a las tres de la tarde, el general británico entregó su espada a Liniers. Cuando Sobremonte pretendió retornar al cargo, la reacción de los vecinos fue muy fuerte, consiguiendo reemplazar al Virrey por el héroe que había comandado la acción local que derrotara a los ingleses.
Previendo una segunda invasión, Liniers dispuso la organización de regimientos agrupados por el lugar de origen de las tropas, las que debían elegir a su jefe. Es muy importante en este caso la formación, entre otros, del Regimiento de Patricios (vecinos de Buenos Aires), que eligió como jefe al comerciante nacido en Potosí (Bolivia) Cornelio Saavedra, o el Regimiento de Arribeños (criollos procedentes del Noroeste). Había también un Regimiento de Indios, Morenos y Pardos.
Cuando llegó la segunda invasión inglesa, los regimientos formados por tropas españolas y voluntarios criollos, más los vecinos de toda edad, derrotaron a las numerosas fuerzas británicas. Luego, Liniers fue confirmado en el cargo de Virrey por el Rey de España.
Santiago de Liniers nació en Francia. Luego de un breve paso por las fuerzas armadas de su país, se trasladó a España, donde rindió examen como marino militar y participó en acciones bélicas. Enviado al Río de la Plata, cumplió misiones militares y también fue Gobernador de Misiones. De regreso en Buenos Aires, sirvió en el puerto de Buenos Aires y en la Ensenada de Barragán, hasta sobresalir históricamente como el jefe de la reconquista y defensa de Buenos Aires contra los ingleses.
Con España ocupada por Francia, provocaba desconfianza que un francés estuviese en el cargo de Virrey del Río de la Plata. La decidida acción de Saavedra y sus Patricios evitó que Liniers fuese derrocado. Pronto llegó el reemplazo: Baltasar Hidalgo de Cisneros llegó como nuevo Virrey, designado por la Junta Suprema Central. Muchos porteños pretendieron que Liniers no entregase el cargo, pero él acató la decisión gubernamental y se fue a vivir en Alta Gracia, cerca de la ciudad de Córdoba.
Anoticiado de la Revolución de Mayo de 1.810, adhirió a un intento contrarrevolucionario, ofreciendo su capacidad militar para defender la autoridad española. Sofocada enseguida la intentona, la Junta de Gobierno dispuso el fusilamiento de los conspiradores. Esa decisión fue motivo de divergencias entre los patriotas, pues antiguos compañeros de armas no querían la ejecución del héroe de la reconquista.
A fines de Agosto de 1.810, Santiago de Liniers fue fusilado, junto con los otros cabecillas contrarrevolucionarios, en el sudeste cordobés. Años después, sus restos fueron enviados a España, donde fueron recibidos con todos los honores.
En este capítulo de la historia argentina, se observan grandes actos de lealtad hacia las ideas y principios de cada uno de los actores.
Sobremonte se retiró de Buenos Aires ante el avance inglés, pero cuando estuvo recuperada la ciudad pretendió hacerse cargo nuevamente, para preservar la autoridad del rey que lo había designado. Manuel Belgrano, ante la llegada de los británicos, expresó: “Queremos al antiguo amo, o ninguno.” Liniers, una vez conjurado el peligro de las invasiones inglesas, entregó el mando al sucesor designado por la misma metrópoli que había aceptado sus servicios hacía muchos años. Al saber de la Revolución de Mayo, optó por seguir leal a la metrópoli española. Juan Hipólito Vieytes, auditor de Guerra de la Primera Junta, se opuso a la ejecución de Liniers, por haber combatido juntos en la reconquista de Buenos Aires. Francisco Ortiz de Ocampo se negó a fusilar a su antiguo compañero de lucha contra los ingleses.
Caciques mapuches de la provincia de Buenos Aires, ofrecieron repetidamente su ayuda al Cabildo para luchar contra “los colorados” y así evitar una nueva invasión a estas sus tierras. Los patriotas de Mayo, a los que Liniers consideró hijos ingratos de la madre patria española, fueron leales a sus convicciones respecto a estas tierras criollas.
Cuando uno sale de Buenos Aires hacia el Oeste, como quien va hacia Luján, tiene a Liniers como último barrio de la ciudad. Si va en tren, seguramente habrá salido desde la estación Miserere, lugar desde el cual Santiago de Liniers lanzó el ataque a la primera invasión inglesa. El Oeste bonaerense está poblado en gran parte por criollos venidos de las provincias del Noroeste Argentinos. Arribeños, como los patriotas guerreros.
11 de Agosto de 2.009.