Una familia numerosa vivía en su casa. En ella tenía lo suficiente para subsistir: tierra para cultivar, animales domesticados y materiales para construir. Como toda familia numerosa, ésta tenía sus aciertos y desaciertos, sus justicias e injusticias, sus grandezas y miserias. Vivían su propia vida a su manera.

Un triste día, llegaron bandidos que, mediante engaños o por asalto, atacaron sus tierras desde distintos lados. Los dueños de casa resistieron, hubo muertes en ambos bandos. Los asaltantes estaban mejor pertrechados para la pelea. Además, algunos de los moradores (los insatisfechos, los ilusos y los ambiciosos) se aliaron al atacante.

Los cabeza de familia fueron asesinados. Los nietos reaccionaron, dando muerte a algunos asaltantes. Tales nietos fueron torturados y descuartizados cruelmente, con saña feroz, en actos que avergonzarían al peor de los forajidos. Finalmente, los bandidos saquearon la casa y se apoderaron de lo que quedaba.

Parece una crónica de la sección de noticias policiales en un periódico sensacionalista. Pero, lamentablemente, es un modo sintético de relatar lo ocurrido en la conquista de América. Posiblemente este punto de vista sea criticado por su crudeza. También se podría relatar con suavidad, utilizando palabras leves para acontecimientos trágicos, o justificar actitudes terribles con una gran cantidad de argumentos.

Así, hasta podemos lograr que todos los lectores queden medianamente satisfechos, tan satisfechos como estarían al poder cubrirse del frío con un ponchito infantil. Los hechos grandes no se pueden cubrir con mentiras, por más piadosas que sean, pues la mentira nunca alcanza a tener el tamaño de la realidad.

Es un hecho duro, cruel, horrible, pero real, el suplicio de José Gabriel Condorcanqui Noguera, o Túpac Amaru II. Descendía de los Incas, lideró la mayor rebelión aborigen de toda la América colonial. Finalmente, el poderío español lo superó y fue torturado y muerto, junto con su familia, en presencia de su pueblo sometido y sufriente.

La ejecución de Túpac Amaru II, ocurrida en Cusco el 18 de Mayo de 1.781, es uno de los episodios más importantes en la historia americana.

Es uno de los hechos que formarían parte del relato que se refiere a la casa tomada por los asaltantes.

La conquista de América puede contarse de muchas maneras.

También podríamos relatar así: Algunos de nuestros abuelos vivían aquí, donde ahora vivimos nosotros. Desde muy lejos, llegaron otros de nuestros abuelos, sin avisar. Sintiéndose invadidos, nuestros antepasados aborígenes de América pelearon a nuestros antepasados europeos y perdieron la guerra, las tierras y, lo que es peor, la libertad de ser ellos mismos.

Aunque esta síntesis parece un relato infantil, también refleja la realidad de lo acontecido y nos compromete. El pueblo criollo desciende de americanos y europeos. Es nuestra realidad.

La conquista de América, la lucha por la independencia, y las luchas internas posteriores, son una sucesión de desgracias. Son una serie de matanzas.

Si los nietos de los asesinados de un bando y de otro salimos a buscar venganza, la lucha terminará recién cuando quede el último sobreviviente. O mucho antes, cuando definitivamente “nos devoren los de afuera”.

Debemos poner los pies firmes en nuestra tierra americana, fortalecer los sentimientos y el raciocinio, asumir nuestra realidad de pueblos mestizos, y dedicarnos a trabajar por lo nuestro, por la gran familia a la que pertenecemos.

Es preciso buscar, leer, informarse, pensar, conversar sobre el tema y sacar conclusiones. Luego leer más y debatir más.

Una buena formación cultural nos va a evitar peleas inútiles y nos va a salvar de nuevos engaños.

12 de Mayo de 2009.