El pasado Domingo llegó a su fin el ciclo 2.008 del Alero Quichua Santiagueño por Radio Nacional Santiago del Estero. Llegó a su finalización el ciclo Michi Sosa. Hace un par de décadas comenzó la costumbre de nominar cada ciclo anual en homenaje a una persona que formó parte de nuestro querido Alero, o que apoyó a este movimiento nativista.

Su nombre era Julia Balconti, viuda de Sosa. Mujer trabajadora, amable, madre y hermana de la gente del Alero Quichua, dedicaba los afanes de su vida a criar bien a sus dos hijos: Julio Ireneo y Juan Carlos. Julito tocaba la guitarra y cantaba. Su madre y su hermanito lo acompañaban a todas las peñas y guitarreadas. Era empleada del Estado Nacional y con su sueldo hacía alcanzar para mantener la casa y hacer estudiar a sus hijos.

A la salida de la radio, generalmente íbamos a la casa de La Michi Sosa. Cada tincunácuy que se hacía debajo del algarrobo de su patio era un hecho memorable. Iba la gente del Alero, visitantes de ese Domingo, locales o de otras provincias, y algunos vecinos de confianza. Había canto, música instrumental y danza folclórica hasta entrada la noche. No se usaba música grabada en esos encuentros. Era interminable la guitarreada, siguiendo la rueda que se formaba con sillas y bancos.

Ambos hijos de la Michi formaron sus hogares y son padres. La Michi ya falleció. Queda el recuerdo de su voz suave y cariñosa, similar a su sonrisa casi permanente, aunque de mirada triste. No olvidamos que, en cada viaje del Alero Quichua, la Michi Sosa llevaba avíos (café, galletas, pan, fiambre...) para sus hijos y “para los muchachos”. En cada llegada a la Fiesta de Mailín, cuando marchábamos al son del violín de Don Sixto desde el ómnibus hacia la iglesia, la Michi iba al frente portando la bandera del Alero.

Durante el ciclo que terminó, Juan Carlos Sosa volvió a frecuentar el Alero de los días Domingo, aún a costa de interrumpir momentáneamente su estudio de periodismo y otras actividades intensas. A partir de este año, en el auditorio Sixto Palavecino hay un retrato de la inolvidable bailarina criolla del patio de tierra. Algún día un cantor grabará la zamba La Michi Sosa, con letra de Don Ernesto Suárez y música de Don Pedro Silvetti. Doña Michi lo merece.

La vida continúa, Santiago del Estero sigue creciendo en lo material y en lo afectivo. No sólo los santiagueños llegan a amar a este pago tan contradictorio como cualquier otro, pero con particularidades que mueven los sentimientos de gente de tierras lejanas también.

Michío Sega nació en Niigata, Japón. A los 14 años de edad comenzó a interesarse por la música latinoamericana. Con Yukinori Tada formó el dúo Los del Sequía, para cantar folclore argentino. Actuaron en el Festival de Cosquín integrando la delegación de Japón. Entonces, Michío conoció la chacarera y se despertó en él un gran interés por conocer Santiago. Cuando vino a nuestros pagos, adoptó a Santiago del Estero como su tierra del corazón. Entabló una gran amistad con Juan Carlos Carabajal y familia. Impulsó un proyecto cultural en Japón que llevó en 2.001 al cantautor quimilense y su conjunto El Rejunte a actuar en una réplica del Festival de Cosquín, que desde hace tres décadas celebran en Kawamata, ciudad similar a la de las sierras cordobesas. En ese viaje, los santiagueños fueron presentados también en otros acontecimientos culturales en distintas ciudades japonesas.

En sus visitas a Santiago, Michío gustaba de comer platos regionales, especialmente chanfaina, tomar cerveza y compartir guitarreadas con los amigos. En su país trabajaba como periodista y locutor de radio. Era un excelente guitarrista, cantor y, al decir de quienes lo conocieron, un ser humano extraordinario.

Hace semanas apenas, supo por su médico que le quedaba poco tiempo de vida. Decidió irse cantando. Su última interpretación en público fué Criollita Santiagueña. Falleció el Sábado 6 de Diciembre. Por voluntad de Michío Sega, cantor santiagueño nacido en Japón, su guitarra será enviada a Santiago del Estero.

16 de Diciembre de 2.008.