La noticia causó conmoción en Buenos Aires, luego en todo el país y más allá del Río de la Plata. Un diario tituló así a la gran pérdida: “Ayer murió el Senador Martín Fierro.”

El padre que nos dió consejos, el luchador amigo del gaucho, del federalismo, de los valores republicanos llevados a la vida cotidiana de relación entre gente igual, fraterna y solidaria, murió en Buenos Aires el 21 de Octubre de 1.886.

La lucha de José Hernández comenzó de niño, cuando por problemas de salud debió dejar la ciudad e ir a conocer la tierra donde el paisano vivía. En esos años de infancia murió su madre. Pocos años después se transformó en padre de Rafael, ante la muerte del progenitor de ambos.

Joven aún, tomó las armas para luchar por el federalismo nacional. Poco a poco reemplazó el sable por la máquina de escribir. Cronista y escritor veraz, puso sus convicciones por encima de sus conveniencias.

Fué Diputado y Senador. Hizo de su banca legislativa un puesto de lucha, como corresponde a un hombre público. Sus discursos eran magistrales y contundentes. Él sabía bien que son campanas de palo las razones de los pobres.

Para conocer cabalmente el enfoque de José Hernández respecto a la Argentina de su tiempo, es necesario leer Vida del Chacho (1.863) e Instrucción del Estanciero (1.881). Estos libros en prosa son eclipsados por su poema épico El Gaucho Martín Fierro (1.872), que con la segunda parte La Vuelta de Martín Fierro (1.879), conforman “La Biblia Gaucha”.

Si hablamos de José Hernández, es inevitable ir hacia Martín Fierro, por eso el titular del diario a su muerte. Murió siendo Senador. En Mayo de ese año, su salud deteriorada determinó que dejase de concurrir a las sesiones. Según su familia, durante una misión legislativa en Salta había contraído un mal que afectó su corazón.

José Hernández y su legado El Martín Fierro, muchas veces son interpretados de acuerdo con el interés de quien lo lee o comenta. El relato está claro: quien pide que los hermanos sean unidos para no permitir que los devoren los de afuera, es el mismo gaucho que exhorta a ser amigos de una conducta honrada. Es el gaucho que por no ponerse a los pies de los ladrones de la cosa pública, termina perseguido, desposeído y despreciado.

Por otra parte, quien enseña a encogerse ante el posible enojo del poderoso de turno, es el mismo que invita a no afligirse aunque el mundo se desplome. Es el descomedido, el obsecuente, el cómplice de los grandes robos a cambio de robar él también. Es el renegado ladrón, al que llamaban Vizcacha, dispuesto a comerse a sus hijos para vivir gordo como el chancho.

Hace 122 años, Rafael Hernández escuchaba las últimas palabras de su hermano, el Senador Martín Fierro. Se aquietaba así el soldado, periodista, escritor, político y, sobre todo, gaucho argentino.

Pero Fierro sigue aguantando, aún no lo trragó el hoyo. Su lucha continúa, pues José Hernández aún no ha conseguido del todo que sus paisanos nos alejemos del Viejo Vizcacha y sus miserias humanas. Queremos ser unidos como hermanos, pero la conveniencia personal nos hace extremadamente flexibles, dispuestos a justificar el egoísmo y hacer avanzar o retroceder la frontera entre lo aceptable y lo dañino.

El gaucho, el hombre solidario, soñador, honesto a carta cabal, existe, está entre nosotros. Está, hasta que lo descubrimos y vemos que desentona con la “viveza” generalizada. Entonces, el gaucho es una vez más despojado y desplazado. Ocurre a diario en distintos ámbitos, incluso en muchos espectáculos y acontecimientos presentados como folclóricos.

José Hernández, o Martín Fierro, sigue luchando, “hasta que venga algún criollo, en esta tierra a mandar.”

20 de Octubre de 2.008.