El deseo expresado por Pablo Raúl Trullenque de que cuando viniese la muerte, lo encontrase “machao y cantando, pa’ que se muera de envidia”, refleja todo un anhelo del paisano. El canto criollo ante una mesa servida, donde no ha de faltar el vino, es una forma posible para alcanzar un estado de felicidad en mucha de nuestra gente. Es también sinónimo de hospitalidad: “… toma mi vino y come mi pan…” dice Juan Carlos Carabajal en su conocida canción Entra a mi Hogar.

El vino ocupa un lugar importante en las reuniones festivas. En realidad, es cualquier bebida alcohólica la causante de estados eufóricos entre los que celebran reunidos, aparte del motivo central del festejo. Hay cantores que dicen cantar mejor luego de beber algo con alcohol; aunque, en realidad, con la bebida se ponen “alegres” y cantan con más ganas, sin pudor ni temor, aunque su voz no mejora por la bebida.

El pudor, el respeto y la prudencia son virtudes muy valiosas en el criollo. No se puede correr el riesgo de perderlas por un trago de más. Martín Fierro ya nos advertía sobre los daños que puede hacer el hombre alcoholizado y ponía a su propia desgracia como ejemplo.

Los encomenderos españoles solían quejarse de las borracheras de “sus indios” cuando juntaban algarroba y elaboraban bebidas alcohólicas con ella. Decían los colonizadores que en tales borracheras, los aborígenes peleaban entre sí. Luego, entre muertos, heridos y enfermos, había una notable disminución de la mano de obra y eso molestaba a los patrones. Dicen que cuando bebe el peón, se emborracha, pero si es el patrón quien bebe, solamente se divierte.

Como toda actividad emprendida por un adulto, la bebida debe tener límites fijados por el raciocinio. No debemos dejarnos llevar por la propaganda, explícita o encubierta, que nos bombardea desde las pantallas chicas o grandes, desde afiches, publicaciones, escenarios o malas compañías. Toda esa propaganda pretende llevarnos a ser dependientes del consumo de algo dañino para lograr un bienestar ficticio y momentáneo, o para ser iguales a los otros esclavos del vicio y así integrarnos a su grupo de gente divertida.

Compartir un mate, un café, una comida o una bebida, son actos propicios para el acercamiento entre las personas. Los excesos traen problemas. Nos hacen pelear con nuestros compañeros de fiesta o con nuestro propio organismo.

Hay quienes se embriagan para divertirse. Otros se mantienen sobrios y se ríen de los borrachos. Otros quedan sobrios por costumbre, o para cuidar de sus amigos, como el conductor designado, por ejemplo.

Dicen que los vicios causan problemas de salud en la descendencia. Tal vez sea así, tal vez no, pero por las dudas… siempre la prudencia y la consulta al médico son buenas actitudes preventivas.

Los que nacen después que nosotros son nuestra responsabilidad, ya sean nuestros hijos o los hijos del prójimo. A ellos debemos informar y educar. Si es con el ejemplo, mejor. Así vamos a lograr que las generaciones vinientes se reúnan alrededor del canto criollo, al calor del afecto, compartiendo un vino, o un mate de hermanos. Así marcharán firmes y erguidos hacia la necesaria integración, hacia la libertad.

Si les enseñamos mal, pueden terminar rodando cuesta abajo por la vida, al ruido de las cadenas del vicio y la dependencia.

“Es siempre, en toda ocasión/ el trago el pior enemigo;/ con cariño se los digo,/ recuérdenlo con cuidado:/ Aquel que ofiende embriagado/ merece doble castigo.” (Martín Fierro - José Hernández).

Tenemos la posibilidad de que el futuro sea una auténtica fiesta. Chaina cachun.

24 de Junio de 2.008.


Un agradecimiento a Guillermo Orellana por su aporte.