Este concepto, enunciado por Elpidio Herrera en su chacarera La Filosófica, nos está indicando el grado de aceptación del prójimo que adornaba el modo de ser del gran músico atamishqueño.
Más adelante, en la misma chacarera, Elpidio nos advierte: “No te vaya a sorprender que de un árbol bien nacido salgan los gajos torcidos, pues se han doblao al crecer”. Es evidente que en este tema, quería compartir algo del conocimiento aprendido de sus mayores y de la vida misma.
A veces, conversando, recordaba los “tiempos de antes”, cuando Villa Atamisqui era pequeña, con poca extensión y relativamente pocos habitantes. Decía que su casa era la última yendo hacia Yacu Chiri, y que para él era ancha súmaj (muy lindo), vivir en el borde del pueblo.
En el patio de su casa, debajo de los árboles, había un grupo de ancoches. Los muchachos que venían al pueblo desde el Este, traían en su bicicleta un paquete con la ropa con que iban a andar por el pueblo. Al resguardo de los ancoches se cambiaban, hacían un envoltorio con la ropa usada en la travesía desde Yacu Chiri u otros lugares, y dejaban en una horqueta o en la bicicleta. La casa de Elpidio Herrera era un lugar totalmente confiable, ninguno de los muchos usuarios de los ancoches osaría tomar lo que no les pertenecía, pues no era gente de malas costumbres y, de haberlo sido, no se animarían a cometer algo justamente en la casa de Elpidio.
Además de ser un lugar seguro, la casa del Elpidio era en ese aspecto, un lugar abierto al público. Los muchachos llegaban en sus bicicletas, si veían a alguien saludaban, si no, entraban sin pasar por ninguna puerta, dejaban su bicicleta y su “atado” en los ancoches para ir al pueblo, después volvían, se cambiaban otra vez y se iban a su casa. No habían pedido permiso para guardar sus cosas, pues no era necesario.
Pasaron los años, la población fue creciendo, la casa de Elpidio Herrera comenzó a quedar “adentro del pueblo”, pero persistió la costumbre de usar los ancoches como vestuario gratuito y seguro. A veces, la gente de la casa estaba atendiendo visitas, y entonces los changos llegaban, hacían lo suyo y se iban, sin siquiera saludar para no interrumpir, o saludando con un movimiento de cabeza, sin hablar. Era la casa de Elpidio; no había que molestar por algo tan sencillo que no era música.
Elpidio creció artísticamente, fue logrando notoriedad en base a talento y dedicación. Felipe Corpos lo había conocido, escuchado a Los Coyuyos Atamishqueños y a Las Sacha Guitarras Atamishqueñas, los había invitado para actuar en el Alero Quichua Santiagueño, en la por entonces lejana ciudad. Vino la primera participación en el Volumen 3 del Alero Quichua; dos años después, en 1974, el Volumen 5 fue protagonizado por ambos conjuntos hermanos, con la participación de Don Sixto Palavecino.
Mientras tanto, el pueblo también crecía; ya tenía escuela secundaria, por gestión de vecinos notables, entre los que estuvo Elpidio como uno de los más activos. Después fue la lucha por el albergue estudiantil, también con Elpidio entre los principales impulsores. El albergue se inauguró con una gran fiesta criolla, en la que el Alero Quichua, Lázaro Moreno, Elpidio Herrera, fueron protagonistas. Al amanecer del Domingo, todo el grupo fue a desayunar en la casa de Elpidio, al lado de los ancoches.
Hay mucho para contar sobre Elpidio Herrera, su deseo de que todo anduviese de la mejor manera para Atamisqui, su hospitalidad cobijadora de amigos, a los que buscaba cuando sabía que habían llegado a la villa por algo; iba a saludar y ponerse desinteresadamente a su disposición.
Ya va para seis años que no tenemos a Elpidio. Las Sacha Guitarras Atamishqueñas siguen creciendo en las manos de sus hijos y nietos, liderados por Manolo Herrera. Pero no tenemos a Elpidio, no de la manera que quisiéramos tenerlo entre nosotros.
Hace pocos días que ha terminado un Verano particularmente caluroso. Los días de comienzos del Otoño, especialmente si son días frescos y lluviosos, de esos que en su aire húmedo traen un alto porcentaje de nostalgia, impregnado de afecto, gratitud, tristeza por la ausencia y satisfacción por lo vivido, nos llevan a evocar seres queridos.
25 de Marzo de 2025.