Por Crístian Ramón Verduc
04/03/2025
Hablando se entiende la gente

Este refrán español, adoptado por nuestro pueblo criollo, es un llamado a la cordura, a la generación de confianza mutua mediante el diálogo. Hablando se entiende la gente que desea lograr consenso cuando hay distintos puntos de vista para determinado asunto.

La falta de diálogo generó peleas verbales o físicas, algunas de entrecasa, otras de escasa trascendencia y otras causaron guerras entre provincias o países. Por ejemplo, no habría ocurrido la guerra de la independencia si las debilitadas autoridades españolas de comienzos del siglo diecinueve, hubiesen aceptado que ya no podían seguir teniendo sus colonias en América, que ya era tiempo de permitir que siguiesen creciendo por cuenta propia. Tuvo que aparecer el entonces creciente imperio inglés para alentar un violento traspaso del poder, con autoridades criollas.
El mismo imperio británico, que fracasó en sus intentos por invadir violentamente el Río de la Plata para reemplazar a su enemigo España, pocos años después volvió a ejercer la violencia, con su aliado de América del Norte, para expulsar a unos y sojuzgar a otros habitantes de las Islas Malvinas. Los siguientes ciento cuarenta y nueve años, cerró cualquier diálogo con el país damnificado por su usurpación. Quien se considera poderoso no quiere dialogar, le basta con sus bestiales gruñidos y su homicida poderío, más aún cuando actúa en manada con sus similares, que le dan cobertura.

Todo quien cree detentar algún tipo de poder, ya sea un poder internacional, nacional, regional, provincial, barrial o de escasísima monta, se niega al diálogo con quienes considera sus inferiores. Si la gente que es afectada por los abusivos que detentan poder se obnubilan y, en lugar de buscar un trato justo, procuran convertirse en cortesanos del tiranuelo que los pisotea, las posibilidades de diálogo se hacen cada vez menos posibles.

Se educa con el ejemplo, suelen decir. Hoy por hoy, después de varias décadas deslumbrándonos con prédicas que pretenden inducirnos a ser despreocupados, quienes manejan los medios de difusión deberían estar contentos ante los resultados. Entre la lógica diversidad de criterios que hay en nuestra sociedad, se puede ver gente adulta que parece haber decidido ser obediente a los mandatos que nos llegan de afuera y obrar como hijos de sus propios hijos, dejando su descendencia a la deriva o, peor aún, a merced de discursos totalmente ajenos.

Entre la “Babel” que se viene armando desde hace varios años, observamos que los poderosos también imponen un vocabulario. Ese vocabulario parece errático, caótico, y con él van suplantando, modificando o cambiando el significado a palabras propias del idioma que habla el pueblo tomado como objetivo.

Esos cambios propagados por gente que aparece en los medios de difusión masiva, ocurren simultáneamente en distintos países que tienen el castellano como idioma oficial; también se puede observar tergiversaciones similares en el portugués que se habla en Brasil, lo que nos lleva a pensar en algo global para el territorio de nuestro continente que habla lenguajes ibéricos.

En cuanto al quichua, por su convivencia con el castellano durante varios siglos en calidad de “hermano menor”, ha sido objeto del reemplazo de palabras quichuas por palabras castellanas. La falta de enseñanza del quichua por parte de los adultos a sus hijos, puede responder a una cuestión práctica, el no querer complicar la cabeza del niño con el aprendizaje de dos idiomas, optando entonces por el que van a usar en la escuela y luego en el trabajo, especialmente si en el futuro tendrán que emigrar hacia otras provincias.

La paisanada, en general, decide “seguir la corriente”, tal como le han inculcado mediante canciones o en las alocuciones por los medios de difusión. No quieren hablar como hablan sus mayores, ni como hablaban sus vecinos, pues la gente “de aquí” es prácticamente una copia de uno mismo, y si uno mismo no se valora lo suficiente, va a buscar “mejorar” escuchando a la gente lejana, la que se escucha en parlantes y se ve en pantallas.

Históricamente, aún no se ha determinado fehacientemente cuándo el ser humano ha comenzado a hablar, ni cómo han surgido los idiomas. Después del habla, han surgido los distintos sistemas de escritura, y cada cual a su tiempo en cada comunidad, ha venido evolucionando, mejorando, ganando en claridad. Ha llegado el momento en que algunos idiomas, como el castellano por ejemplo, han servido para definir objetos y situaciones por teléfono, sin necesidad de ningún gesto ni ademán.

Tanto el habla cuanto la escritura, como cualquier otra actividad humana, puede hacerse muy bien, solamente bien, no tanto y… más o menos. Desde hace unas pocas décadas, el habla en los medios de difusión está siendo degradado, con la adhesión de una gran parte de la población. Algo similar ocurre en las redes sociales con la escritura, cada vez peor.

Se está haciendo complicada la comunicación entre gente del mismo lugar con lenguajes diferentes, con dos o tres sentidos para una palabra, palabras desconocidas para definir algo conocido, palabras extrañas, abreviaturas incomprensibles y, para colmo, algunas personas encaramadas en la lomada de su pequeño poder.    
Hablando se entiende la gente, cuando el habla se entiende o, por lo menos, se quiere entender.

04 de Marzo de 2025.
 

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