Decir Trullenque en Santiago del Estero es como decir canción. Y es que Pablo Raúl Trullenque es sinónimo de cientos de canciones y poesías que él mismo compuso y que han dejado huellas en el corazón de los amantes del folclore nacional.
Nació el 15 de enero de 1934 en Santiago del Estero. Su padre murió cuando el tenía sólo 4 meses. Trabajó como lustrabotas, vendedor de diarios y más tarde ayudante de sastre, oficio que le permitió ganarse la vida.
Aún huérfano de padre, supo elegir bien un “padre” para su obra, un “padre” como Julio Argentino Jerez que lo marcó en la filosofía de su escritura e iluminó el camino que Trullenque supo recorrer desde muy abajo.
En 1957 se mudó a Buenos Aires.
Su labor de compositor lo hicieron merecedor de varios premios y honores entre los que se destacan: el Premio “Cóndor” y el título de Ciudadano distinguido de Santiago del Estero. También fue declarado Ciudadano Ilustre por la Legislatura provincial de Santiago.
Sus letras tienen la frescura y la fuerza del monte. Fuerza que condena a quienes no respetan al hombre y a los bosques. Frescura que es canto a la vida, y nostalgia a la tierra está lejos.
La trayectoria de Trullenque se parece mucho a un verso que él mismo escribió: “Vivir es no conformarse”.
Quizás uno de los principales aportes que Trullenque hizo a nuestro folclore fue el crear conciencia acerca de la importancia de la tierra nativa, de lo nuestro. Sin ser un intelectual inculcó mediante sus versos el amor por lo propio y habló del dolor que produce alejarse de los pagos, de esta forma creó toda una filosofía de valores que se fundan en la persona y en el paisaje.
Su noción de pertenencia era tan profunda y tan honda que no escuchaba a quienes hablaban de la gran “aldea global”, sencillamente porque jamás olvidó su Santiago natal y estaba convencido de que su tierra chica “era todo”; o de que aquí “estaba todo representado”.
Tenía 66 años cuando falleció en la ciudad de La Banda, el 5 de setiembre de 2000.