Nació a campo abierto el 31 de marzo de 1915 en el paraje de Barracas, Departamento de Villa Salavina donde, aún hoy, sus pobladores hablan quichua. Su figura musical, sin embargo, se proyectó lejos, en lo territorial y en lo generacional, ya que fue uno de los primeros en ensayar puentes entre la tradición folclórica con creadores de otras orillas.
La madre, que falleció cuando Sixto -tercer hijo varón- tenía 14 años, resistía la inclinación de su hijo por el violín, que tenía cultores en cada rancho de Salavina. Lo prefería concentrado en las tareas rurales donde a Sixto le tocaba en suerte el cuidado de las majadas, el refugio del ganado durante el pastoreo.
Si bien los testimonios son imprecisos (tanto como la documentación de su exacta fecha de nacimiento), la mayor parte de los relatos coincide en que a los diez años tuvo su primer violín y al tiempo forjó el conjunto folclórico "Corazón de madera", que alcanzó notable trascendencia en Santiago del Estero, especialmente en los departamentos quichua-parlantes. El oficio de peluquero le permitió ganarse la vida mientras desarrollaba su música sin afán profesional.
Realizó composiciones bilingües y se encargó de traducir canciones, poemas, libros y hasta las estrofas del Himno Nacional del español al quichua.
Su método compositor presentaba en las letras una mixtura de "castilla y quichua", "overitos" como él los llama, para facilitar al público la interpretación y acostumbrar los oídos a una lengua desterrada.
En 1969 apareció en la antigua emisora Radio del Norte de Santiago del Estero y reclamó una audición quichua para la difusión del idioma y cultura quichua. El espacio "Alero quechua santiagueño" se prolongó por más de tres décadas. "Yo vivo en quichua, respiro en quichua", repetía.
Esa persistente defensa se expresó en otro proyecto: la traducción del Martín Fierro al quichua, que le llevó ocho años de trabajo y cuya primera edición publicó en 1990 (Marcos Veloso Ediciones). No quedó conforme y en 2007 logró concretar una segunda edición del libro de José Hernández, esta vez bilingüe, con la incorporación de una nueva signografía y respetando fielmente la rima y la métrica de los 7210 versos originales.
La vocación musical le permitió a Palavecino vincularse con otros artistas locales e internacionales, como León Gieco, Mercedes Sosa, toda la familia Carabajal, Chico Buarque, Pablo Milanés, Milton Nascimento y Pete Seeger, entre muchos más.
De esos cruces sobresale su encuentro con Gieco, con quien ofreció conciertos que atizaron los circuitos conservadores y dejaron registro en los tres volúmenes del célebre disco "De Ushuaia a La Quiaca" (1985). "Un Bob Dylan del norte", provocaba Gieco.
A las criticas de cierta cepa tradicionalista Palavecino respondió con una chacarera: "Anda diciendo la gente / que Sixto ya no es sachero / se junta con los de afuera / ahora se ha vuelto rockero".
Es autor de más de 300 composiciones, aunque recién comenzó a registrarlas en 1966, cuando tenía 45 años y grabó los primeros discos con el conjunto Sixto Palavecino y sus hijos: "Cuando mecha el sol", "Pa'que bailen" y "Carbonerito santiagueño", para el sello RCA Victor.
"Nunca he vivido de la música. Yo he hecho más cultura que contrato. En los últimos años empezaron a tenerme en cuenta por la musiquita sachera, que sachero quiere decir del monte, montaraz. Pero vivir de la música no he vivido", reveló alguna vez.
Falleció el viernes 24 de abril de 2009, en la capital de Santiago del Estero, a los 94 años, víctima de una neumonía.