Hoy en día Don Sixto Palavecino estaría cumpliendo sus 99 años y aunque físicamente no se encuentra entre nosotros, su legado sigue vigente a través de sus descendientes. Para recordar esta fecha tan sentida entre los santiagueños, Rubén Palavecino, hijo del “Patriarca del Quichua” nos abrió las puertas del museo y entre las reliquias más queridas, nos contó cómo era don Sixto.
“Él está presente todos los días con nosotros”, arranca diciendo Rubén. Claro, el legado de su padre es tan amplio que lo traen a la memoria en forma recurrente y casi como una necesidad. “Mi padre ha centrado su obra en el rescate de la lengua quichua, que no solamente se trata de un idioma o de una lengua en sí, sino de una cultura que encierra muchos aspectos”, detalló.
Don Sixto “ha hecho un rescate, una reivindicación de todo lo que hace a los valores éticos y morales de esta civilización. Incluso se ha llegado a demostrar que todo lo que hacía en el orden científico, tecnológico, social, lo hacía por todos, nunca en beneficio personal o de algún grupo”.
Acérrimo defensor del quichua, don Sixto “sin haber leído y sin haber conocido la forma de vida de los indios replicó su lengua, sus costumbres... Mi padre tenía un gran respeto por el hombre, y por eso los ubicaba a todos en el mismo nivel”.
Mientras pasan los minutos, son muchos los recuerdos que vienen a la mente de Rubén, pero la inquietud pasa por saber cómo era don Sixto en su papel de padre. En este punto, afirmó: “Lo tengo en los mejores conceptos, él ha sido una persona especial que permanentemente daba un consejo y estaba exhortándonos para hacer el bien, dejando de lado los rencores , y nos decía ‘si alguien te ha hecho un mal, enséñales que vos sos otra cosa’”.
Esa era la esencia del hombre que vino de Barracas (Salavina) y a fuerza de tenacidad y perseverancia logró ubicar al quichua en un lugar de respeto y admiración. “Sixto se casó a los 16 años, como por un capricho. Cuando era chico no lo querían autorizar, tenían que pedir permiso a los padres. Tuvo una hija a los 16 años vivió con nosotros mucho tiempo, después se casó y a los tres meses de haber muerto mi papá, murió ella. Del segundo matrimonio, somos tres”, comentó Rubén, al referirse a la conformación familiar.
Sin dudas, Sixto Palavecino se transformó en un referente para muchos artistas de la talla de León Gieco o Peteco Carabajal. Su talento innato, aprendido en el monte lo transformaba en uno de los más admirados en el ambiente artístico. “Leandro Lobato dijo siempre: ‘Lo tengo al violinista internacional (Antonio) Agri como músico referente de academia, y a don Sixto como músico del monte’, porque mi papá se autodenominaba sachero”, rememora Rubén.
Y don Sixto, para diferenciarse de los que habían aprendido en una academia, decía que era violinero, mientras que los demás son conocidos como violinistas. “Mi papá aprendió escuchando”, dijo Rubén.
La traducción al quichua del Martín Fierro
Una de sus mayores ambiciones fue traducir el Martín Fierro a la lengua quichua, su pasión y entonces se puso manos a la obra durante diez años y lo logró. “Él siempre decía ‘yo vengo respirando quichua desde el vientre de mi madre’, por eso siempre hablaba y cuando descubrió que en el Martín Fierro había más de 70 vocablos quichua se convenció de que eso era para hacer una traducción, ese era el sueño de él y el mayor legado que nos ha dejado”, expresó Rubén.
Su otra pasión era la música, por eso apoyaba las demostraciones que consideraba autóctonas. Según Rubén, el lugar donde nació él habría recibido la influencia de San Francisco Solano, por eso el violín fue su instrumento para combinar la divulgación del quichua con la música.
“Cuando le preguntaban qué va a hacer con la lengua quichua si a la gente no le interesa mucho, él les contestaba que no importaba porque lo hacía sin ningún tipo de especulación”.
Fue así que consciente de que para amar al quichua, la gente no quichuista debería primero conocer el idioma, insistió en cantarlo y hablarlo en todo lugar donde estuviese. Entonces conoció a Felipe Corpos, formándose una dupla productora de una valiosa cantidad de temas folclóricos y emprendimientos culturales. “El Alero Quichua Santiagueño” es el proyecto cultural de mayor continuidad nacido del diálogo entre ambos amigos.
Con la audición radial y otras actividades, además de sus acciones individuales, don Sixto se propuso “quichuizar al mundo”, procurando para el quichua un trato igual al que se dispensa a los otros idiomas del planeta. Actualmente el programa continúa al aire, y con esto el incalculable legado de don Sixto sigue vigente.