Don Sixto Doroteo Palavecino contaba que nació en Barrancas, departamento Salavina, provincia de Santiago del Estero; que pocos días después de su nacimiento fue registrado como nacido el día de la inscripción: 31 de Marzo de 1.915. Solía ocurrir en esa época y después también que la fecha de nacimiento registrada fuese distinta de la real.
Su infancia transcurrió entre las tareas de changuito (niño) del campo, ayudando en las tareas familiares, entre ellas la de pastorear el ganado menor. También contaba de su admiración por los músicos de la zona que animaban los bailes, como Don José Juárez, al que los vecinos, quichuistas, llamaban “Jose” (con acento grave).
Don Sixto recordaba a sus hermanos, mayores que él, que uno de ellos había fallecido joven, causando gran tristeza en su madre, la que falleció poco tiempo después. Recordaba y dedicó una chacarera a su abuelo, al que llamaban Tata Martin (con acento grave). Tata Martin estaba ciego y de cuerpo menudito. Contaba Don Sixto que le ponía la guitarra en el regazo y le pedía que cante cosas “de antes”; entonces el abuelo cantaba temas que había aprendido en el Siglo XIX. El abuelo Martin falleció cuando Don Sixto entraba en la adolescencia, dejando recuerdos imborrables en su corazón.
Cuando la vida se puso difícil en la zona rural donde vivían, decidió con su hermano mayor trasladarse a Villa Salavina, poblado muy importante por ese entonces, no muy distante de Barrancas, donde Don Sixto tuvo mujer e hijos. Llegó a poseer un almacén de ramos generales que le proporcionó satisfacciones y contacto con gente de Santiago del Estero, entre ellos Juanita Simón, integrante del conjunto Los Hermanos Simón, primer conjunto que grabó un tema de Don Sixto: la chacarera Huackachiara (Me hizo llorar).
Decía Don Sixto que sus sueños eran dos: Hacer estudiar a sus hijos y llevar el quichua a la radio, por entonces el único medio de difusión sonora existente en el Noroeste Argentino.
Cuando sus hijos fueron terminando la escuela primaria, prefirió vender (o malvender) su almacén que ver su familia separada o renunciar al sueño de hacer estudiar a sus hijos. Se trasladaron todos a la ciudad capital de la provincia, instalándose en una casa que había adquirido en el barrio Ranchos de Tala Pozo (luego Almirante Brown). Habiendo fracasado su idea inicial de un emprendimiento comercial, se dedicó a la peluquería, oficio que había aprendido de su hermano mayor y que perfeccionó con diversos cursos interprovinciales desde la ciudad de Santiago.
De chico aprendió a tocar la guitarra y el violín, en gran parte por un don natural y en parte por la convivencia con sus hermanos y vecinos musiqueros. Viviendo en Santiago del Estero formó el conjunto Sixto Palavecino y sus Hijos, con los que actuó en diversos escenarios y grabó varios discos. La formación del conjunto era: Carmen en primera voz y bombo, Aidée en segunda voz y guitarra, Rubén en primera guitarra y Don Sixto en bandoneón, instrumento que había adoptado en reemplazo del violín.
Llevó su arte tradicional bilingüe a Buenos Aires y otras provincias, inicialmente con relativa aceptación y muchos traspiés económicos. En su persistente prédica quichuista, conoció a Felipe Benicio Corpos, con el que inició una fuerte amistad, llegando a ser padrino de bautismo de Edgar Corpos, hijo de Felipe. Cuenta Rubén Palavecino que él mismo y Corpos sugirieron a Don Sixto volver a tocar el violín, con el que se hacía segunda voz cada vez que cantaba.
Entre ambos compadres crearon una gran cantidad de temas folclóricos, al tiempo que formaron el primer grupo del Alero Quichua Santiagueño y lo impulsaron juntos, desde la creación en 1.969 hasta la muerte de Corpos en 1.974. A partir de entonces, el apoyo de su hijo Rubén y del grupo humano que habían formado, permitió a Don Sixto seguir con el sueño de quichuizar al mundo a partir de la difusión radial. Los discos que grabó solo, o con invitados, o con el Alero Quichua, ayudaron en su lucha para valorizar la lengua materna. Por otra parte, la amistad iniciada por carta con el Profesor Domingo Bravo cuando Don Sixto aún vivía en Salavina, dio valiosos frutos para el quichua.
Tradujo al quichua el extenso poema Martín Fierro, obra cumbre de la literatura gauchesca argentina. Acercó el quichua a la juventud gracias a su actitud abierta hacia los nuevos artistas folclóricos, como el caso de Jacinto Piedra, cuya primera grabación fue como invitado en un disco de Don Sixto.
Promovió el VI Congreso Internacional de la Lengua Quichua, realizado en Octubre del año 2.000 en la Universidad Nacional de Santiago del Estero.
Los reconocimientos provinciales y nacionales obtenidos individualmente o con el Alero Quichua Santiagueño son numerosos. Destacamos que en Noviembre de 2.008, la Universidad de Rosario (provincia de Santa Fe), le otorgó el título de Doctor Honoris Causa. El diploma le fue entregado en un acto público en el teatro El Círculo, el Domingo 30 de ese mes en la ciudad de Rosario.
Su salud comenzó a quebrantarse a finales de los años ’90, con la pérdida gradual de su capacidad de movilización. En los últimos días de su vida, prácticamente dejó el bilingüismo, para hablar casi todo en quichua, recordando a su finada esposa Doña Argelia, con la que concretara el sueño de que Carmencita y “Chini” fuesen docentes, mientras que Rubén se formase Ingeniero.
Su última aparición pública ocurrió en el Festival de la Salamanca, en el Club Sarmiento de la ciudad de La Banda, el 05 de Febrero de 2.009.
Falleció en el Instituto de Cardiología de Santiago del Estero, el 24 de Abril de 2.009. En su honor, cada 24 de Abril es Día de la Cultura Quichua Santiagueña.