Por Crístian Ramón Verduc
13/04/2021
Vengo buscando dulzuras, coplas maduras, mieles y sol...

“Vengo buscando dulzuras, coplas maduras, mieles y sol, cuando la vidala nueva, por las trincheras quema el dolor”. En una de las estrofas que Felipe Corpos había escrito para la chacarera La Atamisqueña, deslizaba una de sus frecuentes alusiones al fuego, alusiones que algunos de sus amigos las consideraron premonitorias. Al comienzo de la estrofa, anuncia lo que va buscando en Atamishqui.  

La rima interna que tiene la letra de La Atamisqueña, marca su presencia ya en la primera estrofa, cuando habla de cómo Atamishqui ata dulcemente el alma y el corazón del poeta. En la segunda estrofa, esa rima interna aparece con las palabras “dulzuras” y “maduras”. Felipe Corpos dice que llega buscando coplas maduras. Años después, un libro póstumo del gran poeta bandeño Cristóforo Juárez tendría ese nombre.  

El maestro, poeta y escritor Cristóforo Juárez es uno de los grandes referentes en el arte nativo santiagueño y sus letras son cantadas asiduamente, aún a cincuenta años de su fallecimiento. Sus letras suenan como nuevas, pero son coplas maduras.  

En dos mil once, treinta y un años después de su muerte, sus hijas publicaron el libro Coplas Maduras, que contiene poesías, letras para chacareras, zambas, vidalas y otras. 

Cuando Don Cristóforo falleció, el 30 de Marzo de 1980, la conmoción causada por el triste acontecimiento dio lugar a numerosas manifestaciones de afecto y reconocimiento, ya fuese en el velorio y sepelio, o por los medios de difusión masiva. Cantores, músicos y personalidades notorias de la cultura se refirieron a él con palabras elogiosas. Entre esas manifestaciones, extraemos lo dicho por el Doctor Horacio Germinal Rava: “Surgió naturalmente, como surgen las plantas. Él mismo no sabía de su arte. No escribió para la publicidad ni buscó la satisfacción del aplauso.” 

Cuentan que Carlos Carabajal, en las conversaciones entre amigos, en las que no faltaban los nuevos cantores ávidos por aprender algo de las palabras de los grandes autores e intérpretes, acostumbraba deslizar cada tanto una afirmación a modo de enseñanza; justamente, eso era lo que esperaban “los changos”. Dicen que en una ocasión en que hablaban del éxito, de las modas, de lo pasajero y de lo duradero, el maduro cantor dijo: “Los temas tienen que madurar”. Hacía alusión a que las letras y melodías tienen que tener una firmeza tal que, aunque lentamente, vayan arraigándose en el corazón del pueblo folclorista. 

Hay autores capaces de hacer una melodía sencilla con una letra simple en pocos minutos, y es muy posible que esa creación, debidamente difundida, se transforme rápidamente en un éxito, pero si no tiene un buen sustento en su contenido, va a ser un éxito efímero que en muy poco tiempo será reemplazado por otro. Es muy posible que ese tema “liviano” deje muy buen dinero en el cobro por derechos de autor, pero también es muy posible que no quede satisfecho el buen autor que sobrevive en lo íntimo del autor necesitado de satisfacciones económicas. 

Una copla madura, una poesía y música con posibilidades de brindar un servicio cultural y recibir un reconocimiento sólido y duradero, no surge de la necesidad de figurar en los primeros puestos de listas de los temas más difundidos, ni en la necesidad de recibir algún dinero por el bien cultural producido. Un tema maduro, compuesto por versos maduros y coplas maduras, puede tener un tiempo más o menos largo de espera hasta ser conocido por una gran cantidad de cultores del arte nativo. 

Los grandes medios de difusión están manejados por gente experta en actividades lucrativas, que utiliza su visión comercial para decidir cuál es la música que se va a imponer en base a la repetición y los comentarios auspiciosos. El mensaje difundido por la mayoría de los medios, que dice: “Consuma esto, consuma esto, consuma esto…” es aceptado por una gran cantidad de clientes, lo que da lugar a un movimiento de intereses alrededor de lo exitoso. 

Hay que observar lo que ocurre alrededor de un acontecimiento que congrega gente, pues toda multitud tiene sus seguidores. Donde hay mucha gente, ya sea por un festejo, por una protesta e incluso por un hecho aciago, aparecen los comerciantes tratando de vender sus productos. También hay predicadores que aprovechan el momento en que hay mucha gente en un solo lugar; les resulta más práctico predicar allí que desgastarse yendo casa por casa. 

Nuestro Alero Quichua Santiagueño nació hace más de cincuenta y un años como un emprendimiento cultural audaz, pues lo que sus creadores querían compartir por radio era un “producto de poca salida” y la única emisora existente en nuestra provincia era privada; es decir que era una radio que para subsistir debía vender publicidad, y para ello debía complacer a la audiencia. Los directivos de la radio, en vez de ceder un espacio a la gente del quichua, podría haber puesto en el horario central del Domingo, un programa con música bailable ciudadana, la que llegaba sugerida desde Buenos Aires, pero Don Alberto Pérez aceptó el pedido de su amigo Don Sixto, aun sabiendo que la cantidad de oyentes no sería tanta como la de los programas con música de moda. 

Cuando se emprende una actividad cultural, una de las primeras cosas que se ha de asumir es que el objetivo no es el de agradar a las mayorías, sino el de llegar a gente que está interesada en la propuesta y en ir sumando gente interesada en la misma propuesta. Para ello, hay que estar atentos a los embates del exitismo, el que busca agradar a mayorías, como si dependiesen de la cantidad de ventas para sentirse bien. 

Felizmente, desde hace casi cincuenta años, nuestro Alero Quichua Santiagueño está en Radio Nacional, donde no es necesario vender publicidad para sostener la emisora, donde se puede incluir programas dirigidos a un sector desfavorecido de nuestra sociedad, que es un grupo de gente que sueña con el florecimiento del quichua y la vigencia de las tradiciones santiagueñas. 

Gracias a Tata Yaya, que puso en el camino del Alero Quichua a las personas indicadas para sostener el proyecto, estamos con la posibilidad de quichuizar al mundo y de santiagueñizar a nuestro vapuleado Santiago. Debemos estar atentos para no caer en la complacencia que parece comercial, ni en la prédica ajena a los objetivos sustentados por nuestros mayores.      

13 de Abril de 2.021.
 

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