Por Crístian Ramón Verduc
02/03/2021
"El perro es el mejor amigo del hombre". Chaina nincu (Así dicen).

Lo de la amistad del ser humano y el perro es una afirmación que viene de muchos años, tal vez siglos. Una tradición cristiana cuenta de San Roque, hombre piadoso nacido en territorio de la actual Francia, que durante una oleada de la peste negra en Europa se dedicó a curar y aliviar afectados en lo que hoy es Italia, habiendo vendido todos sus bienes en su lugar de origen.  

Contagiado por la peste, Roque se retiró de la ciudad donde andaba, decidido a morir sin contagiar ni ser una carga para nadie, pero un perro le llevaba cada día un pan, hasta que el dueño del perro y los panes siguió al can, descubrió lo que ocurría y cuidó de Roque hasta su curación. Desde entonces, Roque se dedicó a curar personas y animales. Se rinde culto a San Roque desde el siglo XV. 

Unos siglos antes, en la ciudad de Asís, en la actual Italia, nació el fundador de la orden de los franciscanos. Cuentan las tradiciones que este hombre santo tenía el don de comunicarse con los animales. Entre las enseñanzas que dejó San Francisco de Asís, se destaca la de comprender que el bienestar del ser humano está estrechamente ligado a la conservación de las especies animales y la preservación del medio ambiente. San Francisco de Asís falleció en la medianoche del 3 de Octubre de 1226, ha sido declarado Patrono de los animales y de los ecologistas, y en su honor, cada 4 de Octubre es Día mundial de los animales. 

Dicen que el gaucho de las pampas argentinas tenía como compañeros y amigos al caballo y al perro. Hay relatos muy elocuentes sobre hazañas protagonizadas por perros o caballos, cuyas acciones salvaron la vida del gaucho. 
Según nos han enseñado, hace milenios, los hombres mataban animales y recogían frutas, hojas y raíces, todo ello para alimentar a sus respectivas familias. Pasaron largos años hasta que comenzó la captura y domesticación de animales, al igual que el cultivo de vegetales proveedores de alimento. 

Según los lugares y las características de cada comunidad, fue la relación de la gente con los animales y la domesticación de las distintas especies. Los pueblos de nuestro continente no conocían al caballo ni al perro de combate; ese fue uno de los factores de la derrota militar ante los invasores europeos. Los pueblos andinos habían domesticado a la llama para animal de carga y provisión de alimento, a la alpaca y la vicuña para extracción de lana. En la actual Méjico, los europeos se sorprendieron al conocer el guajolote, ave sabrosa y grande a la que llamamos pavo. “Por las buenas y por las malas”, el encuentro de las culturas europeas y americanas provocó un enriquecimiento mutuo, entre otras consecuencias que pueden ser consideradas positivas o negativas, según el criterio de cada uno. 

Con el paso de los siglos, el ser humano fue introduciendo en su vivienda y alrededores una gran variedad de animales; por ejemplo: El perro, el caballo, el gato, el burro, el animal vacuno, la oveja, la cabra, la gallina, el elefante, el camello, la llama, el pavo, el tero, la chuña, patos, gansos, conejos, tortugas, pájaros, etc. 

No todos los animales que el ser humano introduce en su casa seguirían a “su amo” si viesen la posibilidad de fugarse y volver a la vida libre o salvaje. Las aves “domésticas” suelen estar encerradas, los animales de monta y de tiro suelen obedecer órdenes por temor al castigo, perros y gatos parecen estar apegados al humano por refugio y alimento fáciles. Es justo agregar que en zonas rurales, algunas aves y cuadrúpedos andan en aparente libertad no muy lejos de la casa de sus propietarios. 

Cada tanto podemos encontrarnos con alguna publicación que cuenta de una invasión de una determinada especie animal a una población; por otra parte, hay quienes consideran que el ser humano invade territorios que deberían ser ocupados únicamente por los animales. Seguramente lo deseable sería llegar a una convivencia en la que las actividades humanas no afecten a la vida de los seres que viven en las extensiones que no han sido ocupadas por el ser humano. Los gobiernos han creado reservas naturales que vienen a ser un paliativo para la pérdida de ambientes naturales, en los que los problemas de la vida moderna afectan poco a la vida. 

Los animales domésticos no viven como lo harían en su ambiente natural. El ser humano tiene animales viviendo bajo su control para recibir algún beneficio de ellos y, al no existir aún algún modo comprobado de comunicación clara entre personas y animales, la domesticación es un modo de sojuzgamiento basado en la fuerza o en la astucia. 

En nuestro folclore hay un protagonismo animal, en el que se describe al perro y al caballo como compañeros de la gente, a las gallinas, cabras, ovejas, vacas y patos como parte de la casa rural y alrededores, a los animales salvajes se los describe con cierta admiración y en ciertas expresiones literarias se les asigna lenguaje y actitudes similares a lo que haría un ser humano. 

En la literatura hay relatos de imaginada rebeldía animal ante abusos humanos contra ellos, como en La guerra de los yacarés, de Horacio Quiroga en su libro Cuentos de la selva. En el libro Rebelión en la granja, el escritor George Orwell da voz a los animales para mostrar costumbres humanas. 

Muchos de nosotros creemos que un animal doméstico vive bien al no tener que afanarse para sobrevivir en el ambiente natural, en el que la lucha cotidiana consiste básicamente en comer sin ser comido, aunque muchos de los animales domésticos son alimentados por el humano para después matarlos y comerlos.  

Como quiera que sea, los animales que viven bajo la tutela humana están limitados en su diario vivir, pues no pueden hacer todo lo que su instinto manda y no viven totalmente bajo las leyes naturales, sino que están sometidos a los designios de un ser humano.    

El ser humano ha dominado a las otras especies del planeta y puede ponerlas bajo su mando mediante el temor o el engaño. Eso no quita que también entre humanos haya dominaciones parecidas a la domesticación, en muchos casos permitidas por los propios sometidos, los que con ciertas actitudes muestran deseos de someterse a alguien. 
Es como para decir: Ama llulla, no permitir el engaño. Ama súa: No permitamos que la libertad le sea arrebatada a nadie. 

02 de Marzo de 2.021.

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