Por Crístian Ramón Verduc
15/09/2020
“Eso no me han enseñado en la escuela”.

A menudo se escucha tal afirmación, ya sea que se trate de datos históricos o de una forma práctica de aplicar alguna teoría que sí enseñaron en la escuela.  

Septiembre es llamado El Mes de la Educación, pues contiene en sí la celebración del Día del Maestro, Día del Profesor y Día del Estudiante, días que son motivo para una gran circulación de saludos, reconocimientos, evocaciones, felicitaciones y buenos deseos. El resto del año dejan de ser tan notables tales reconocimientos y “volvemos a la normalidad”, en la que se escuchan muchas voces diciendo que los docentes no enseñan y que los estudiantes no estudian o, en síntesis, que la escuela está de vicio. 

Llegado a cierta edad, generalmente uno no sabe a ciencia cierta cómo funcionan las escuelas a las que concurren sus nietos, por una simple cuestión de responsabilidades y atribuciones: Quienes se encargan de ellos son los padres de ellos. Por eso es que, ante resultados evidentes como la falta de algunos conocimientos elementales por parte de algunos alumnos o recientes egresados, caemos en la tentación de elogiar nuestra época de estudiantes y denostar lo actual, pero eso no se debe hacer, pues es de mal educados verter ese tipo de críticas. 

Los abuelos y bisabuelos de los actuales alumnos de escuelas primarias, recordamos que en nuestra época de alumnos debíamos ir a la escuela para recibir la instrucción necesaria para saber leer, escribir, hacer cálculos matemáticos, conocer la historia y la geografía del mundo, el cuerpo humano, los animales y las plantas; había docentes especializados en actividades prácticas y algunos que nos enseñaban valores éticos y morales para ser buenos ciudadanos. 

En la escuela hemos aprendido, entre otras cosas, a hacer cálculos. Tal vez por algo que nos han dicho en la escuela o por haberlo escuchado en la muy mencionada “escuela de la vida”, hemos aprendido a calcular las posibilidades de incidencia de la casa y de la escuela en la formación de cada uno de nosotros. 

Somos educados exclusivamente en nuestra casa desde el nacimiento, hasta que a los pocos años de edad nos llevan al Jardín de Infantes, donde comenzará nuestra adaptación para la vida escolar. Actualmente hay un pre maternal, un maternal y otras posibilidades para que las madres lleven a sus pequeños hijos antes de comenzar la escuela primaria. 

Hasta el Jardín de Infantes se aprende jugando. Cuando empieza la escuela primaria se retira la palabra “jugando” y comienza otro modo de aprendizaje. En la escuela secundaria nos preparan para los estudios terciarios y universitarios. "Antes”, casi todas las escuelas secundarias ponían a sus egresados en condiciones de ejercer alguna actividad específica con el aval del Título Secundario. Un egresado de la Escuela Normal era Maestro de escuela primaria, un egresado de la Escuela de Comercio era Perito Mercantil con ciertas atribuciones en actividades de contabilidad, un egresado de una escuela técnica tenía amplias posibilidades laborales en su especialidad y también podía enseñar en los talleres de dichas escuelas. Hoy no es suficiente con la secundaria. 

Los alumnos de escuela primaria iban de la casa listos para la jornada escolar y, una vez terminada la misma, volvían a la casa para comer algo, según el horario que fuese. Con el tiempo, las escuelas fueron agregando a sus actividades el desayuno, almuerzo, etc. En muchos casos, han pasado de ser escuelas con comedor, a ser comedor con escuela. 

En la escuela nos han enseñado a calcular. Tomando como referencia a la escuela sin comedor, calculamos que si en ella estuvimos menos horas diarias que en la casa, solamente cinco días a la semana, durante nueve o diez meses en todo el año, enseguida llegaremos a la conclusión de que es mucho más el tiempo que estuvimos fuera de la escuela que el que estuvimos en ella.  

La casa es la primera escuela y la escuela es nuestro segundo hogar, así nos han dicho repetidas veces. Si hemos pasado más tiempo entre la casa y “la escuela de la calle”, hemos estado recibiendo enseñanzas prácticas y teóricas durante más tiempo fuera de la escuela que en la misma.  

“Hay de todo en todas partes”, decían nuestros mayores refiriéndose a las distintas personas y distintas situaciones que encontraríamos en nuestro andar por la vida. Cada uno habremos reaccionado de distinta manera a los momentos vividos en la escuela, relacionándonos con los docentes y con nuestros compañeros. Unos habrán tenido que interactuar con docentes de ciertas características particulares y con distintos tipos humanos entre los compañeros, cada uno con su personalidad formada desde la casa. 

Cada uno de nosotros habrá tenido su propia experiencia con “la escuela de la calle”, dependiendo del pago en que cada uno vivió, los lugares a los que nos llevaban nuestros mayores; otro factor a tener en cuenta es si algunos hemos tenido que comenzar a trabajar en forma prematura y otros no. La vida en relación social ha comenzado también a moldearnos desde la infancia. 

La primera escuela, el segundo hogar y la escuela de la calle, consideradas como un todo, bien podrían compararse con un bosque con distintos árboles frutales. Uno transita por ese bosque observando todas las ofertas de las variadas especies. Es posible que haya abundancia de cierta especie frutal, escasez de otra y ausencia de otra; en algunos lugares del bosque, la fruta buscada está atrás, oculta por los otros árboles. Está en uno decidir qué va a comer y qué no. Hay quienes optan por servirse de lo que está a mano y hay quienes no se resignan a la falta de cierto fruto, por eso lo buscan hasta que lo encuentran. 

Hay cosas que no nos enseñan en la escuela, pero podemos aprenderlas en nuestras largas horas y abundantes días fuera de la escuela. Está en nosotros la decisión de buscar en la vida lo que nos falta y, seamos justos, aprovechar o no la oportunidad que tenemos para aprender en la escuela. 

La educación comienza en la casa y se refuerza en la escuela, donde nos imparten enseñanzas específicas. “La vida es la gran escuela”, dice Elpidio Herrera. Las distintas escuelas ponen a nuestra disposición una variada y abundante cantidad de conocimientos. Está en nosotros aprovechar y aprender, hasta el último día de clases, cuando nos corresponda egresar de la escuela de la vida.  

15 de Septiembre de 2.020.

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