Por Crístian Ramón Verduc
30/06/2020
“La madera que acaricio y me embruja con sus sones, nació de un corazón nuevo por viejas inspiraciones”

Dice en su comienzo la chacarera La sacha guitarra, de Elpidio Herrera. Esta chacarera es una ofrenda al instrumento creado por Elpidio.

“Fue creciendo de a poquito…” dice en otra estrofa. Es que la sacha guitarra es el fruto de un proceso creativo del inquieto músico atamishqueño. Contaba Elpidio que inicialmente la “caspi guitarra” (guitarra de palo) era una tabla a la que le había puesto cuerdas improvisadas, siguiendo una idea de sus mayores. Después había ido perfeccionando el instrumento, hasta lograr un buen sonido pese a la falta de caja de resonancia.

Tocando a dúo con Germán Edgar Díaz, acompañados en rasguido de guitarra por Manuel Herrera y en bombo por Ramón Leguizamón, se habían presentado en el Alero Quichua Santiagueño, en Radio Nacional. Ese ha sido un día de gran dicha para Chito Díaz, Piri Leguizamón, Elpidio y Bebe Herrera; también para su amigo Felipe Corpos, visitante frecuente en Villa Atamishqui. En esa ocasión o más adelante, Don Sixto Palavecino le había sugerido cambiar el nombre del instrumento, que en vez de llamarla “Caspi guitarra” la llamase Sacha guitarra (guitarra del monte).

Las Sacha Guitarras Atamishqueñas, junto con Los Coyuyos Atamishqueños, fueron protagonistas del disco Volumen 5 del Alero Quichua Santiagueño en 1974, con la participación de Don Sixto Palavecino.

Años después, Elpidio modificó a su instrumento, dándole forma similar a la del mandolín con el agregado de medio porongo como caja de resonancia. El sonido se lograba pulsando las cuerdas. Tiempo después, Elpidio hizo en el frente de la caja de resonancia, un orificio por donde deslizaba un pequeño arco con cerdas para conseguir un sonido de violín al frotar la primera cuerda; no pasó mucho tiempo hasta que hizo algo similar para la cuerda grave.

Hoy tenemos varios músicos argentinos que tocan la sacha guitarra y algunos se animan a construirla, casi todos ellos instruidos generosamente por el genio atamishqueño, que no sólo se ocupó de enseñar la parte técnica, sino que también transmitió el sentimiento hacia la música y el instrumento. Elpidio a veces decía que por momentos no comprendía qué más quería decirle la sacha guitarra y que poco a poco iba descubriéndolo, a medida que dialogaba con su instrumento.

El porongo bien crecido y bien preparado es muy bueno para obtener cajas de resonancia de sacha guitarras. El porongo que se usa para tal fin es el fruto de una planta que seguramente tiene “parentesco” con la sandía, el melón, el zapallo y la calabaza, aunque el porongo es una enredadera, como lo es la doca, por ejemplo.

Aparentemente, en el mundo hay distintos tipos de porongos y en cada región tienen su nombre popular. Al menos en el Noroeste Argentino lo llamamos porongo, aunque en otras partes lo llaman calabaza, tal como nosotros llamamos a una planta rastrera que da unos frutos comestibles suculentos.

El porongo prospera en los terrenos fértiles y húmedos. Preparando el suelo, se puede obtener porongos en cualquier casa. En nuestra provincia el porongo existe en forma natural desde hace mucho tiempo, al punto que en el departamento Rivadavia, en el Sur de nuestro territorio, hay un gran espejo de agua llamado Laguna de los Porongos.

Esta gran laguna se alimenta de las aguas del Río Dulce y es pródiga en peces y avifauna; es hermoso ver en sus orillas bandadas de flamencos y otras especies bellísimas, como la garza mora, la garza blanca, el túaj (chajá), distintas especies de gallaretas, y también podemos encontrar en las planicies cercanas al suri, llamado también ñandú o avestruz americano.

Por su humedad y temperatura entre templada y cálida, esa parte de la provincia es ideal para el crecimiento del porongo, cuyo “hermano menor” sería el mate. El mate viene a ser un porongo pequeño sin el cuello largo que le da la apariencia tan particular, aunque también hay porongos que en vez de tener un cuello parecen tener dos cuerpos en forma de esfera.

Por su forma y distintos tamaños, el porongo es muy útil y es aprovechado desde épocas antiguas por distintos pueblos del mundo. Una vez seco el fruto, la corteza es ligeramente dura; se la puede fortalecer y embellecer con barnices y pinturas, pero en su estado natural es de por sí bastante resistente para ciertos usos. Se usan pequeños porongos para sacudirlos acompasadamente y lograr que sus semillas, que están sueltas en el interior del fruto seco, suenen para acompañar música y canto, como las maracas, por ejemplo.

El porongo es un buen recipiente para líquidos, por eso en distintos pueblos del mundo, ha sido y es usado como botella o botellón, según el tamaño; también puede servir como pequeña ánfora para guardar objetos no muy pesados y de poco tamaño. En estos casos, se corta el cuello del porongo para extraer las semillas y tener una vía de entrada y salida de lo que se vaya a guardar en él. También se usan porongos cortados así para colocar en su interior los bolos del juego de lotería familiar, mezclarlos con leves sacudidas y extraerlos uno por uno a medida que avanza el juego.

El porongo cortado en forma longitudinal da como resultado dos cucharones, o dos cajas de resonancia para sacha guitarras, según lo que uno quiera hacer. El mate, que viene a ser un pequeño porongo, una vez cortado su corto cuello, extraídas las semillas y “curado” su interior, será el recipiente de la yerba y el agua que brindará satisfacción a quienes quieran saborear unos buenos y cálidos mates o un refrescante tereré, según la región y los hábitos de la gente.

El porongo es un excelente recipiente, pues puede recibir y contener el líquido necesario para satisfacer las necesidades de viajeros, trabajadores y grupos que comparten un buen momento. También puede contener el sonido que produce el entrechocar de sus semillas u otros pequeños objetos que ayudarán a llevar un ritmo, y también puede contener e ir entregando poco a poco, los sonidos que quiera brindar a un músico soñador.

30 de Junio de 2.020.

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