Por Crístian Ramón Verduc
09/07/2019
"Toda intolerancia viene de la ignorancia"

Decía Luis Landriscina en una de sus actuaciones. Tiene su razón el relator, cuentista y autor chaqueño. Seguramente muchas personas más lo han dicho públicamente, pero Don Luis dejó esta expresión grabada en una de sus grandes actuaciones.

En la casa primero y en la escuela después, nos han enseñado valores humanos para una sana convivencia con el prójimo; uno de esos valores es la tolerancia. Hay una tolerancia física y una tolerancia en las relaciones sociales.

La tolerancia física define a lo que cada cuerpo puede soportar en cuanto a incorporación de sustancias en su seno; por otra parte, hay también una tolerancia física ante el esfuerzo. Por ejemplo, hay organismos humanos que no aceptan ciertas comidas o medicamentos y se enferman, o que los toleran hasta cierto punto, que es el límite de tolerancia antes de ser dañados por tales sustancias. Otro ejemplo sería la carga de peso: Uno puede tolerar un cierto peso sobre sus hombros por un tiempo limitado, y hay pesos excesivos a los que directamente no se los puede sostener por que superan ampliamente nuestro límite de tolerancia.

“Gota a gota ablanda piedras, el agua en sus golpes lentos” dice Felipe Corpos en su chacarera Coplitas para tu llanto (Música de Don Sixto Palavecino). Se puede comprobar fácilmente observando piedras que han sido horadadas por algún leve goteo a lo largo del tiempo. Si a las mismas piedras, en vez de someterlas a un goteo, el tiempo las hubiese cargado con el peso de otras piedras, no habría pasado nada, salvo que la carga fuese excesiva, lo que produce roturas.

De todo esto deducimos que el grado de tolerancia a las presiones depende de la intensidad de la presión y, si la presión no es suficiente para producir una rotura, la persistencia de golpes, fuertes o leves, hará el resto, como el martillo, el hacha o el goteo.

También hay un grado de tolerancia física a la tensión. Se grafica con el dicho: “No hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte”. El tiento, lonja de cuero crudo de yeguarizo o vacuno, se usa en lugar de un pedazo de soga. El tiento soporta hasta cierto grado de tensión, ya sea en forma constante o por tironeos bruscos. Hay tientos que soportan muchísimo trabajo, pero llega el momento en que se supera el límite de tolerancia y el tiento se corta, en este caso por desgaste.

Un caso más gráfico de tolerancia es el de un recipiente para líquidos, el que puede ser un vaso al que le ponemos agua. Partiendo desde vacío, el vaso tendrá un contenido igual al que le agreguemos, menos lo que se pierda por evaporación o por que hayamos sacado un poco. Si agregamos líquido a un ritmo mayor al que sale, llegará el momento en que el vaso esté colmado, al borde de su capacidad o tolerancia. En ese momento, retirar un poco de agua va a ser un alivio, pero si en esa misma situación se agrega una cantidad, por mínima que sea, habrá un derrame de líquido, causado por “la gota que rebalsó el vaso”.

“Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe” es otro dicho popular, traído a nuestras tierras por los conquistadores españoles, andaluces muchos de ellos. El cántaro es un recipiente hecho en barro cocido, similar a la tinaja, pero de un tamaño tal que pueda ser cargado sobre un hombro. El acarreo de agua desde el río o desde una fuente a la casa era habitual antes de la distribución de agua por cañerías. El cántaro cargado con agua es frágil; cargado sobre un hombro va en una posición poco estable y puede caerse, o puede golpearse en los movimientos de carga y descarga de agua. Además, con el tiempo y el uso, todo material sufre cierto desgaste. Es de esperar que en uno de los tantos acarreos de agua, el cántaro finalmente se rompa y deba ser reemplazado.

El ser humano es muchas cosas a la vez, como si fuese un conjunto de piedras, tientos y cántaros. Un esfuerzo brusco, o el trabajo repetitivo con cierta parte del cuerpo puede causar una lesión. Si el trabajo repetitivo es controlado racionalmente, el resultado va a ser un fortalecimiento del grupo muscular involucrado, pero si se supera el límite de tolerancia que se ha logrado hasta ese momento, puede surgir un daño leve, grave o irremediable.

En las relaciones entre humanos, cada uno cargado con sus vivencias, recuerdos, pensamientos y sentimientos, muchas veces se producen choques, los que pueden causar roturas reparables o no. También en algunas relaciones hay tensiones, como cuando si estuviesen unidos por un tiento mientras cada uno intenta ir en un rumbo opuesto al del otro. Hay pequeñas cosas que ocurren en forma cotidiana que desagradan a una de las partes, pero se va dejando pasar por que “el vaso está lejos de colmarse”, o por que en las pausas del goteo se va descargando algo de la tensión. A veces el vaso de la paciencia se agranda para evitar derrames, ya sea por causa de la propia personalidad o por que uno siente que debe ser así, para evitar males mayores.

Aún así, cuando una de las partes siente que la otra está abusando de la tolerancia, el vaso de su paciencia rebalsa, la piedra que soportó los golpes bruscos o el goteo constante, el tiento que soportaba tironeos varios, no tolera mas y entonces, el cántaro de la relación se rompe. Esa relación puede quedar rota para siempre, sin poder acudir a ella nunca más, o puede arreglarse conversando, exponiendo cada uno su punto de vista hasta llegar a un acuerdo, a un pacto de convivencia. Va a ser similar a reparar un cántaro roto: Se lo puede cargar nuevamente con agua, pero hasta un límite menor al de antes; hay que manipularlo con muchísimo cuidado, pues ese cántaro ya no es el mismo de antes; la relación no es la misma. De una rotura o lesión se sale fragilizado, no fortalecido como podría creerse.

Nos hemos referido a tolerancias e intolerancias ante los hechos. Hay también formas de intolerancia entre los humanos por el solo hecho de ser. Hay quienes dicen que ciertas personas o ciertas comunidades les caen mal o les provocan rechazo, que no las toleran, aún sin haber entrado en relación con ellas. Es muy posible que lo molesto de tales personas o comunidades sean ciertas actitudes públicas o acciones que uno no puede tolerar.

El no tolerar a una persona o comunidad por su aspecto, o por una fama que no se sabe si es legítima, es una forma de intolerancia desde el desconocimiento, desde la ignorancia. Es sabido que cualquiera ignora más de las realidades que lo que sabe, por eso la vida es un largo camino hacia el conocimiento, cuya totalidad se pierde allende los horizontes.

El trato cordial, las actitudes comedidas, las palabras afectuosas, los silencios prudentes, el elogio en público y la crítica en privado, permitirán que los tientos de las relaciones humanas no se corten, por que después no hay atadura ni costura que dejen todo en buenas condiciones.  

09 de Julio de 2.019.

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