Por Crístian Ramón Verduc
12/02/2019
En una mesa de bar, un grupo de amigos conversaba animadamente.

Como suele ocurrir, dos o tres de ellos acaparaban la atención de todos, hablando a buen volumen, contando hechos jocosos y pasando de uno a otro sin una pausa que permitiese participar a los otros, salvo como simples oyentes. Entonces, uno de los que habitualmente no encontraban un “hueco” por donde deslizar una frase, exclamó en medio de un monólogo ajeno: “¡Yo soy campeón del mundo!” Con ello atrajo la atención de todos, para agregar: “Quería despedirme, pues dentro de pocas horas me voy a vivir en otra provincia.”

“Freité, freité, a los ricos freité” voceaba el hombre mientras caminaba llevando a la par una bicicleta de reparto con dos cajas cubiertas cada una por un mantel. Curiosa, la gente que mateaba en ese Domingo otoñal, salía para ver qué era lo que ofrecía de novedoso el ciclista vendedor. Parado en medio de la tranquila calle de tierra, el vendedor, rodeado de clientes, volvió a gritar: “Freité, freité, a los ricos freité”; echó mano a un mantel, la curiosidad crecía en ese Domingo nublado en que al parecer lo único que había para los adultos era esperar la transmisión radial de un partido de fútbol.

Con gesto triunfal, el vendedor levantó el mantel cual mago que muestra uno de sus trucos, al tiempo que decía el precio y agregaba: “De a uno, por favor”. Entonces se pudo ver una buena cantidad de masas caseras, que suelen ser de muy buen sabor y son conocidas por distintos nombres. Los vecinos agolpados alrededor de la bicicleta estaban entre asombrados, decepcionados y casi indignados, cuando uno de ellos dijo: “Es usted muy ingenioso; si su habilidad para hacer masas es tan buena como para la propaganda, le compro". El vendedor le respondió: “Compre tranquilo que son masas muy bien hechas. Les he inventado un nombre para atraer compradores”. En esa parada vendió media caja.

“El huevo de pata es de mayor tamaño y más suculento que el de gallina, pero el de gallina es el que se vende”, decía un paisano, para agregar: “Es que la pata pone el huevo y queda callada, mientras que la gallina cacarea después de la puesta. La publicidad es muy importante.”

Aparentemente, para despertar la atención de la gente es necesario hacer o decir algo fuera de lo habitual, pero para mantener la atención de quienes escuchan, el mensaje debe reiterarse tantas veces como sea necesario y un poco más que eso también.

“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, dicen que afirmó un tristemente célebre experto en propaganda. Procurando ser objetivos, podemos afirmar que una mentira repetida mil veces es una mentira repetida mil veces y no otra cosa. Si esa mentira es repetida millones de veces, va a ser una mentira muy difundida, pero no por ello se va a convertir en verdad. Lo que hace la propaganda engañosa es, mediante la reiteración de algo impactante, convencer a una cierta cantidad de gente.

Para la propaganda, además de una frase ingeniosa o una música fácil, también suelen utilizar una figura conocida o con aspecto de persona confiable, pues una afirmación es aceptable o no, según de quien venga. Una vez armado el esquema para la propaganda, ésta es repetida la cantidad de veces que sea necesaria para que una gran cantidad de gente esté convencida de que lo afirmado en la publicidad es verdadero, bonito, deseable o necesario. Hay campañas publicitarias tan agresivas que ofrecen a su producto como algo imprescindible, sin lo cual la vida es poco menos que imposible.

Hay quienes afirman que la vida es un permanente juego de oferta y demanda, en el que cada uno ofrece algo que tiene (o dice tener) a cambio de algo que necesita. La negociación para trocar un bien por otro suele ser breve y sencilla, o complicada. Hay especialistas en negociación comercial, que si van a comprar algo se muestran poco interesados en adquirir, procurando así obtener una rebaja en el precio, mientras que si van a vender suelen decir que tienen otros compradores dispuestos a pagar más que el precio actual.

Previo al encuentro entre el vendedor y el comprador, el primero ha realizado una buena campaña publicitaria, destinada a convencer a una gran cantidad de gente de que su producto es imprescindible y sin competidores válidos. Hay campañas que enaltecen las cualidades del producto ofrecido; otras campañas consisten en desprestigiar a los productos de la competencia. En general, las campañas publicitarias apuntan a convencernos de que determinado producto es lo único que puede satisfacernos. Una vez convencido el consumidor, éste va directamente a comprar el producto que ha sido implantado en su preferencia y compra sin negociación previa.

Las propagandas, las campañas publicitarias, están destinadas a imponer un producto a la población; ese producto puede ser un bien o un servicio. Si la campaña está destinada a ofrecer los servicios de una persona para una actividad determinada, el publicista trabaja para vender la imagen de esa persona, a la que da más importancia que a su capacidad para prestar el servicio. Ese servicio puede ser el de funcionario público en un cargo electivo, de estrella en espectáculos artísticos o en espectáculos deportivos.

Para la venta de servicios, primero crean una imagen de quien va a ser la figura estelar a imponer, luego idean o adoptan una serie de frases o versos con los cuales conmover a una gran cantidad de clientes, y finalmente lanzan la campaña que va a repetir a diario la propaganda en los medios de difusión masiva. No importa si el producto que se ofrece no es totalmente bueno. La reiteración cotidiana va a lograr que una gran cantidad de clientes sea convencida de que es un producto o servicio muy bueno, necesario e incluso imprescindible.    

Uno puede estar muy convencido de las bondades de lo que quiere hacer que el público adopte como propio, por ejemplo, el habla quichua y la cultura criolla tradicional, pero si no se hace escuchar por mucha gente, el habitual bajo porcentaje de personas que se ocupan de valores que no prometen una utilidad económica, va a dar como resultado una respuesta poco menos que insignificante. Si uno se hace escuchar por una gran cantidad de gente, hay más posibilidades de lograr una mayor adhesión a lo que pregonamos y practicamos.

Estamos ante una gran oportunidad para difundir el quichua y su cultura, sabemos que no procuramos engañar a nadie; debemos aprovechar cada minuto que tengamos ante un medio de difusión, para bien de nuestra cultura nacional    

12 de Febrero de 2.019.

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