Por Crístian Ramón Verduc
17/10/2017
¡Qué lindas que están algunas rutas!

Si uno decide ir, por ejemplo, hacia Villa Atamisqui desde la ciudad de Santiago del Estero, va a poder viajar tranquilo por una ruta bien pavimentada, sin las molestias y los riesgos de los baches y roturas del camino. “Antes”, un viaje hasta la Villa era bastante complicado. Lo mismo pasaba cada vez que hemos viajado por la Ruta 5, para ir hacia el departamento Figueroa, pues solíamos visitar Caspi Corral, El Cruce; de ahí hacia el Norte, Bandera Bajada, o hacia el Sur para visitar Vaca Huañuna, Quimilíoj o Nueva Colonia. Siguiendo desde El Cruce por la Ruta 5, hemos ido alguna vez hasta Libertad, departamento Moreno. Todos esos viajes como parte de las actividades del Alero Quichua Santiagueño.

El Domingo 1 de este mes, una parte del Alero Quichua ha ido hasta El Pirucho, que se encuentra de Caspi Corral hacia el Norte, por la margen derecha del Río Salado. Hemos ido a estar en contacto directo con la gente quichuista de Figueroa, a cantar en quichua para esa gente que habitualmente escucha el Alero Quichua por radio y esperaba ver a algunos de los protagonistas de lo que escuchan desde hace décadas. Ha sido un hermoso día el que nos ha brindado la gente de El Pirucho y estamos muy agradecidos por ello.

En esa ocasión, la gente “de antes”, los memoriosos, recordaban cuando en los años noventa el grupo de nuestro Alero era numeroso y salía con mucha frecuencia para actuar. Las actuaciones podían darse en la ciudad o en otros lugares de la provincia, ya fuese para cantar o para presentar la obra Casarácoj (El Casamiento), escrita por Don Carlos Maldonado, dirigida por los actores Horacio García y Publio Araujo y actuada por gente del Alero Quichua Santiagueño. Esta presentación también incluía canto, música y danza. Las actuaciones nos han llevado por “caminos polvorientos” en viajes que hemos disfrutado como auténticas aventuras.

Cuando no había una actuación, se armaba un tincunácuy (encuentro) con buena conversación, música y canto. Si alguien del grupo tenía “algo”, avisaba e invitaba a los demás. En una de esas reuniones, una de las sipitas (señoritas) participantes, anunció que pronto habría un casamiento en su casa paterna, en el departamento Figueroa, que la fiesta sería “muy grande” y que sus padres querían que el Alero Quichua estuviese. Era una linda oportunidad para compartir un momento ancha súmaj (muy lindo) con gente quichuista, en plena zona quichuista. La niña nos había avisado que su casa estaba en un lugar recóndito, que no era fácil llegar en vehículo; ese detalle nos había animado más, pues en los lugares donde hay cierto aislamiento, el habla y demás costumbres criollas suelen conservarse mejor.

Durante los días hábiles, Don Belindo Farías y Don Carlos Maldonado se habían dedicado a conseguir un ómnibus que nos llevaría hasta el casamiento, o por lo menos hasta poca distancia. Era Verano y durante la semana previa al viaje había llovido. Llegó el Sábado y el tiempo estaba bueno, con Sol desde los dos días anteriores, así que se podía encarar el viaje hasta el casamiento. Como era habitual, el punto de partida ha sido la peluquería de Don Sixto, en la avenida Belgrano casi Alsina. Desde mitad de la tarde ha comenzado a llegar la gente, todos bien vestidos, como para fiesta de casamiento. Se ha armado una guitarreada “liviana nomás” en la peluquería, mientras Don Sixto atendía a uno que otro cliente inesperado y aguardábamos la llegada de los demás viajeros.

Antes de la puesta del Sol, el colectivo lleno de gente, instrumentos, risas y alegría ha salido por “la Alsina” hacia la Costanera, La Banda y la aventura de la Ruta 5 hacia el departamento Figueroa. En la ruta, el viaje presentaba las dificultades esperables en una ruta que estaba chaina chaina (mas o menos), con uno que otro cráter en el pavimento y algunas reuniones de baches que obligaban a bajar de la ruta para tomar un “desecho” (desvío improvisado) para evitar la parte más sajra (fea) de la ruta.

Llegó el momento de dejar la ruta y entrar en un camino de tierra, que aún exhibía algunos charcos y barriales causados por las recientes lluvias. El peso del ómnibus lleno ayudaba para que las ruedas se afirmen bien en la tierra dura adonde no había llegado la lluvia, cosa que suele ocurrir en suelos salitrosos, donde la superficie se transforma en un barrial impermeable, que no permite la absorción del agua por la tierra. El peso del vehículo hacía hundir las ruedas hasta la tierra firme, más allá del resbaloso barro. Cerca del Río Salado, la situación era distinta, pues se veía que la tierra estaba seca pero el colectivo tenía grandes dificultades para marchar, pues las ruedas rompían la superficial capa seca y se encontraban con barro y agua que impedían un buen avance, con riesgo de hundir las ruedas hasta los ejes y quedar varados en la bella inmensidad de tierra, monte y cielo.

En esa parte del viaje, el peso era un problema, así que se ha decidido seguir caminando, para aliviar al ómnibus de más de dos mil kilogramos de peso humano, lo que ha permitido al conductor seguir hasta un alto donde el colectivo podía quedar estacionado en suelo firme.

Aún había que cruzar el río, y lo más cercano era un puente colgante con piso de palos. Alguien debía probar la confiabilidad del puente. El primero en ofrecerse ha sido (Cuándo no…) Don Ernesto Suárez, Shaticu (Meterete). Don Ernesto era bien liviano, así que el puente podía recibirlo con toda confianza. Shaticu ha avanzado a paso firme hasta mitad del puente y se ha puesto a saltar para demostrar al resto que esas obras de la gente del lugar están bien hechas. Entonces, todo el grupo ha cruzado a razón de uno o dos por vez, mientras el Cachi Mayu discurría tranquilamente un par de metros por debajo del puente colgante.

De ahí aún faltaba caminar un par de kilómetros por suelo firme, aunque barroso en partes. La gente del Alero Quichua Santiagueño ha llegado hasta la casa donde se festejaba el casamiento, con cierta tardanza y algo de cansancio físico, pero con todos sus integrantes felices por el hecho de conocer gente quichuista, que nos esperaba con expectativa y cariño.

La fiesta era verdaderamente “grande”; se ha cantado y bailado hasta el amanecer. Esa noche, el quichua y la camaradería se han adueñado del gran patio. “Con Sol” y con la ayuda de la gente del lugar, el regreso ha sido “cosa de nada”, como si todo el camino estuviese pavimentado.

“Todo tiempo pasado fue mejor.” Chaina nincu (Así dicen).

17 de Octubre de 2.017.

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