Por Crístian Ramón Verduc
18/04/2017
“No tocar. Recién pintado”

El cartel es claro en su advertencia. Lo hemos visto muchas veces, ya sea en los bancos de plazas y parques, o en paredes, o en muebles diversos ubicados en lugares de uso común, donde hay riesgo de que alguien pueda arruinar involuntariamente el trabajo del pintor. También hemos visto personas que, luego de haber leído el cartel de advertencia, ha tocado para verificar si la pintura está fresca aún.

Andando por la vía pública, en algunos pisos de hormigón habremos visto huellas de pies, de ruedas o de patas, señal de que alguien pasó por encima del cemento fresco. En esos casos, al menos en nuestro pago, se debe a que los obreros hacen el llenado con hormigón, colocan un vallado de protección o cosa parecida, y se retiran todos; es entonces cuando aparece un inocente animal o persona que pasa por donde no debía hacerlo, con mal resultado para sí mismo y para la obra pública recién hecha.

“Peligro. No avance”, dicen carteles delante de lugares con riesgo por alguna rotura en el camino, o por ser el comienzo de un sector restringido a las personas ajenas por distintas razones de seguridad. Más de un accidente o situación crítica se ha producido por gente que avanza donde no debe hacerlo.

Situaciones similares suceden donde se pide no usar el teléfono celular, donde se pide cerrar la puerta, donde se indica no quedar cerca de una puerta automática, etc.

En muchos casos, las transgresiones se producen por desconocimiento, lo que puede darse en los animales, en los niños o en adultos con alguna particularidad especial. En otros casos, personas también con alguna particularidad especial, entienden que no deben hacer tal cosa pero igual lo hacen, como si su ego estuviese por encima del orden y del bien común.

En la gran mayoría de los casos en que se impone una restricción, la misma es decidida por personas con la suficiente capacitación y experiencia para determinar qué es lo más conveniente. Un ejemplo simple: Cualquier pintor o persona con un poco de experiencia, sabe que tocar una superficie recién pintada va a ensuciar a quien la toque, a la vez que la pintura va a perder la estética que se esperaba de ella.

Cada disposición emanada de humanos con experiencia suele basarse en estudios teóricos y observaciones prácticas, pero la realidad nos muestra que no falta alguien que poco sabe del tema y pretende torcer lo decidido por personas calificadas. Estas situaciones han llevado a crear una afirmación jocosa: “El indio quiere saber más que el cacique”. Esta expresión graciosa tiene un sustento serio, pues en las tradiciones de los pueblos originarios, es necesario adquirir una gran capacitación para ser cacique.

A partir de ciertas influencias extrañas a nuestra cultura, nuestra sociedad ha comenzado a mostrar admiración por “los transgresores”, los que no siguen las reglas. Tal como ocurre con muchas cosas, esas transgresiones, que deberían ser superaciones, se han transformado en, la mayoría de los casos, en algo similar al hecho de arruinar el cemento fresco, sólo por caminar por donde le habían indicado al “transgresor” que no lo hiciera.

A diario vemos gente queriendo experimentar “con cuero ajeno” para demostrar teorías supuestamente superadoras de lo que no conocen bien. Nunca está de más consultar y escuchar o leer con atención y mente abierta, lo que han dicho y hecho nuestros antecesores, para detectar lo bueno y lo que debe mejorarse en lo ya hecho. Cambiar sólo por cambiar, hacer algo sólo por que alguien nos dice que no lo hagamos, sin medir las consecuencias de tal acción díscola, es una actitud irresponsable y descomedida, más aún si esa actitud puede provocar algún daño a otras personas.

Es válido querer superar a los mayores y ello es poco menos que una obligación, pues es el camino que llevaría a la Humanidad hacia un destino mejor, pero debemos cuidar que esa superación sea verdadera y no solamente un cambio de rumbo a ciegas.

El intelecto debe ser cultivado y permitir su crecimiento junto con la edad que naturalmente vamos aumentando. Ello nos proporcionará la capacidad necesaria para elegir qué es lo que debe cambiarse o mejorarse, y qué es lo que debe conservarse como está.

Quien determina si se puede tocar o no el banco que ha sido pintado, es alguien que se ha preparado y ha trabajado hasta llegar a poseer la autoridad que le permite decidir el momento en que ya se puede tocar el banco recién pintado. Alguien que simplemente va pasando por el lugar, o que desea detentar el poder que percibe en el pintor, no tiene ningún derecho a ir contra lo dispuesto por quien hizo la tarea y más aún si sabe cuáles son las características de tal tarea.

Si uno detecta fallas en las acciones de quien es tenido por experto, debe avisar y pedir que los errores se corrijan. Es nuestra obligación como personas y ciudadanos. Mientras tanto, la obra debe ser preservada.

Quien realiza alguna obra de construcción o reparación, debe también prever la posibilidad de accidente o vandalismo y, por lo tanto, disponer medios para evitar daños. Si uno hace un piso de hormigón, alguien debe quedar cuidando para evitar pisadas inoportunas.

Debemos ser conscientes de que no todo es como consideramos que debería ser. La vida es como es; podemos y debemos procurar mejorarla, pero mientras no lo logremos, la realidad actual es como su nombre lo indica: Realidad actual.

En cuanto al objetivo que nos reúne, que es la valoración y crecimiento de nuestro quichua, debemos ser conscientes de que no todos sabemos tanto como quisiéramos, debemos saber que en la vida cotidiana hay más estímulos para los extranjerismos que para las manifestaciones culturales de nuestra tierra.

Una vez asumido que el quichua en nuestros pagos está cada vez más penetrado por el castellano y que el castellano cada vez lo está más por extranjerismos, que para la gran mayoría de nosotros vale más una expresión ajena que lo de nuestro terruño, y que no todos tenemos la misma facilidad para el aprendizaje del quichua, podremos avanzar a pie firme con la difusión del quichua y el amor a nuestra identidad.

Hagamos todo lo posible para valorizar nuestra identidad bilingüe, pero no perdamos de vista que alguien, incluso nosotros mismos, podemos arruinar lo ya hecho con sólo meter un pie o una mano donde no corresponde. Cuidemos lo que se hace, no dejemos de escuchar a quienes nos preceden y estimulemos a quienes vienen; todo para bien de la cultura de nuestra gente.

18 de Abril de 2017.

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