Por Crístian Ramón Verduc
14/02/2017
“El avión es cosa buena cuando se anda con apuro... claro que carro con mulas también llega y es seguro.”

Cantaban Los Hermanos Ábalos a su regreso de una serie de presentaciones en el Hemisferio Norte. La chacarera "Casas más, casas menos", en sus graciosas coplas describe un modo paisano y localista de ver las cosas, comparando lo que tienen los países lejanos con lo que hay en nuestro Santiago. La estrofa referida a la velocidad y seguridad de los viajes nos señala dos extremos a tener en cuenta, en los que la celeridad y la tranquilidad parecen oponerse.

El Ser Humano es eminentemente terrestre, aunque suele gustar de aventuras en el agua y de alcanzar una altura para otear el horizonte, especialmente durante la infancia, cuando uno descubre el mundo. Cuando uno es chico, espera que haga un poco de calor para entrar en el río, en el arroyo, en el canal de riego, en la pileta o en lo que fuere, para disfrutar del agua, donde se siente ingrávido y libre. También procura subir a cada árbol que parezca ser más alto y a la vez más accesible que los otros, para mirar el mundo desde arriba. En los edificios, las terrazas, las ventanas y los balcones ejercen gran fascinación en los niños.

A medida que uno crece, gana altura en varios sentidos, con las posibilidades de conocer ampliamente la vida gracias a las experiencias propias y ajenas. Aprende mirando, escuchando, tocando, degustando, sintiendo, incorporando conocimientos a su ser. Hay primero un aprendizaje básico que ocurre en la casa, con la familia, donde uno aprende a caminar, correr, jugar y satisfacer necesidades básicas, precisando cada vez menos ayuda. Uno aprende a convivir con otras personas e incluso con seres de otras especies, basado en normas morales de convivencia y, algo muy importante: Uno aprende a aprender.

Con todo el bagaje cultural obtenido en la casa, el humano comienza a recibir la instrucción escolar, establecida en líneas generales por expertos del país donde vive. La vida escolar es una etapa formativa muy importante en la persona. Es en la escuela donde uno aprenderá muchas cosas de la vida en sociedad, compartiendo horas con diversas jerarquías en el esquema de la comunidad educativa, donde también aprende a cumplir horarios, lidiar con obligaciones y alcanzar objetivos.

En cierto modo, cada persona concurre a un establecimiento escolar con un objetivo particular. En cuanto a los alumnos, se puede simplificar diciendo que los niños concurren a la escuela para aprender y prepararse para su futura vida laboral. A medida que la persona crece y asiste a niveles escolares cada vez más complejos y elevados, los objetivos personales pueden ir cambiando.

Una huahuita (niñito/ niñita) es puesta por sus padres en un Jardín de Infantes para cumplir con las disposiciones oficiales y para su preparación con vistas a la vida escolar. En la escuela primaria, los objetivos son básicamente aprender a leer, escribir, matemáticas básica y demás conocimientos que alejarán a la persona de la ignorancia, preparándola para la escuela secundaria. En la escuela secundaria ahondará sus conocimientos, aprenderá lo básico referido a ciertas profesiones u oficios, tendrá a su disposición los conocimientos formativos de un buen ciudadano y la preparación para estudios superiores. En los establecimientos terciarios y universitarios se formará profesionalmente, obteniendo un título habilitante para cumplir con tareas complejas y específicas muy valoradas en la sociedad.

En general, padres y alumnos suelen tener como objetivos los aquí enunciados, con tantas variantes como gente hay. Tenemos, por ejemplo, quienes concurren a un establecimiento escolar con la intención de obtener, en poco o mucho tiempo, el título o certificado que se otorga una vez cumplido el tiempo de concurrencia al establecimiento educativo y aprobados los exámenes necesarios. Es un objetivo válido, por cierto, pero en estos casos, el conocimiento no es el objetivo principal, pues lo que se busca es la obtención del título.

Cuando uno tiene apuro por alcanzar un objetivo, toma el camino más corto del modo más veloz. Si se trata de un viaje, el avión es el más rápido, pues va en línea recta y a gran velocidad. En el tiempo de las carretas de bueyes y carros tirados por mulas, los viajes se hacían prácticamente a paso de hombre, por caminos poco preparados y dando grandes rodeos para sortear los obstáculos naturales. Por ejemplo, antes de los puentes sobre el Río Dulce, las tropas de carretas solían cruzar por vados en época de bajo caudal; si venía una creciente, debían acampar para esperar la bajante que les permitiría cruzar “chimpando” (caminando con el agua hasta debajo de las rodillas).

Con el advenimiento de los automotores y la construcción de rutas adecuadas a sus exigencias, las distancias parecen haberse acortado, con una sensible disminución del tiempo para cada viaje. Una tropa de carretas solía demorar varias semanas para viajar de Santiago del Estero a Buenos Aires; un jinete de a caballo demoraba mucho menos, pero igual debía parar en las postas a descansar él y sus animales, como lo hacían los carreteros. En las postas y campamentos que se armaban en caso de mal tiempo, las horas pasaban entre tareas de mantenimiento de los carros y enseres, caza o pesca, conversaciones amables y conocimiento del lugar y su gente. Hoy, un viaje en automóvil u ómnibus entre Santiago del Estero y Buenos Aires se hace en poco más de medio día de viaje.

Un avión de pasajeros hace un vuelo entre Santiago del Estero y Buenos Aires en poco más de una hora, así que si el pasajero de un vuelo de línea, o el pasajero de un viaje en ómnibus duerme en su viaje o en gran parte de él, puede decir que ha llegado “en un abrir y cerrar de ojos” o, mejor dicho, en un cerrar y abrir de ojos.

En los viajes aéreos, hay quien pasa el breve tiempo de vuelo observando todo por la ventanilla, disfrutando de esa visión tantas veces imaginada en la infancia, cuando subía a un árbol para ver el mundo desde arriba, o pasa el tiempo de viaje jugando consigo mismo a identificar los lugares, basado en sus conocimientos de Geografía. También hay quienes cierran su ventanilla y duermen para “acortar” aún más el viaje. En los ómnibus de larga distancia, hay quienes viajan disfrutando del paisaje y hay quienes corren las cortinas para dormir, para leer o para ver una película.

En la vida escolar, hay quienes hacen lo estrictamente imprescindible para obtener el título y hay quienes tienen por objetivo el conocimiento, del cual viene como consecuencia la obtención del certificado habilitante o título. Se parece a la comparación entre quien escala una montaña paso a paso y quien llega a la cima en helicóptero. Cada uno juzgará cuál es la actitud válida o, en todo caso, la diferencia se percibirá en su actividad profesional futura.

Se puede obtener un certificado de estudios cuando se anda con apuro. Claro que cuando se hace un buen aprendizaje, el título también llega... y es seguro.

14 de Febrero de 2017.

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